La dura realidad ☆

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Porchay

Me puse la mochila al hombro y salí de mi habitación. Era temprano por la mañana y estaba llegando tarde a clases, ser puntual no era una cualidad que poseía.

Pasé de largo por la habitación de mi padre cuando me di cuenta de que estaba abierta. Fruncí el ceño con pasmo, ya que no era frecuente que él olvidara ponerle seguro, incluso no recuerdo cuándo fue la última vez que estuve allí.

Aproveché que él todavía no había regresado y juntando un poco de valentía, me metí dentro. Era una pésima idea, la voz interna me lo repetía una y otra vez, pero aun así, con toda la renuencia interna, decidí fisgonear un poco.

A simple vista, la habitación era tan simple como la mía, la única diferencia se marcaba en la amplia cama que yacía en el centro. Caminé alrededor de ella, ni siquiera sabía que era lo que estaba buscando, tal vez algo que me hiciera poder aferrarme a huir de aquí, pero luego de unos minutos de búsqueda, nada parecía ser relevante.

Me acerqué a una de las mesitas de noche, arriba había un cenicero con un cigarrillo apagado a medio terminar, abrí el pequeño cajón y unas que otras cosas sin sentido, aparecieron dentro, estaba a punto de cerrarlo cuando una fotografía que no sabía que existía, apareció al final de la superficie de madera.

Era extraño porque en esta casa las fotografías no existían, incluso yo no tenía una de mí mismo, ni siquiera cuando era pequeño. Saqué el maltratado cartón y luego de pasarle los dedos para quitar el polvo, supe quién era la mujer que tenía una sonrisa fingida en su delicado rostro.

Mi madre.

Ella se fue cuando yo tenía unos diez o quizás once años, no podía recordarlo con exactitud. Solo sé que estuvo enferma durante mucho tiempo.

Di un paso atrás por la conmoción y cuando las partes traseras de mis rodillas chocaron con la cama, me dejé caer sobre ella. Levanté un dedo para acariciar la fotografía, en el papel podías ver plasmada a una mujer y a un hombre, parecía ser el día de su boda.

Cerré los ojos tratando de recordar algo, pero por más que lo intentara, nada apareció. Mi memoria no era buena y nunca lo fue. Por supuesto que me sentía mal por no recordar casi nada acerca de la mujer que me dio la vida, pero de cierto modo, lo asocié con que era mejor olvidar los recuerdos dolorosos y trágicos.

La extrañaba, desde luego que lo hacía, aunque era desorientador extrañar a alguien que no recordabas y que no podías asegurar si era una buena mujer o una mierda como tu padre.

En el fondo quería pensar que era buena y que me amaba, quiero decir, mi vida no tuvo que ser tan mala desde un principio ¿Verdad?

Observé la fotografía una vez más, mi padre se veía igual a como se ve en este momento, por supuesto que más joven, pero en cuanto a apariencia, transmitía un completo terror y mi madre apenas tenía una sonrisa en el rostro, sus facciones eran parecidas a las mías, o eso creo.

No queriendo escarbar en el pasado por más tiempo, me levanté de la cama y dejé la fotografía sobre la mesa. Me di la vuelta listo para marcharme cuando tropecé con algo que había debajo de la cama.

Incliné la cabeza al ver la tira de un bolso sobresaliendo debajo del edredón. Me puse en cuclillas y sin darle tantas vueltas al asunto, jalé la correa del bolso y lo saqué de abajo. No era demasiado grande, pero estaba pesado.

El debate interno comenzó a instalarse en mi mente porque una gran parte de mí me decía que debía abrir ese bolso y saber que contenía, pero luego estaba la otra parte que me ordenaba colocarlo en donde estaba y salir disparado de ese lugar.

Caer en tu sonrisa - SONRÍE 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora