Capitulo XXIII: Soñando

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Hay cartas que reconfortan, hay también las que te hacen llorar, ya sea de felicidad o alegría, pero. . .

Ver sus trazos no me hizo sentir nada. Y eso era muy malo.

No sé si lo esperé, simplemente llegaron sus cartas, Anthony me expresaba su profundo pesar por mi partida. Sería vergonzoso mostrar más de sus escritos—por obvias razones— pero en resumidas cuentas, me daba pistas de amar a alguien más, obviamente yo, lo decía muy claro en la novela más tarde. 

En esa parte de la trama —en la historia original— Zaya sospecha que es ella por un par de instantes ,pero termina por deprimirse debido a su mentalidad pesimista, y se agobiaba pensando que tal vez conoció a alguien más. 

Tonto, lo sé. Pero eso no lo sabes siendo una niña de 14 años ,con las hormonas a tope y con múltiples crisis existenciales, así que incluso yo terminé afectada por el  supuesto "desamor" de la protagonista.

Top momentos que me gustaría que nadie recordara definitivamente. Tal vez por eso me reí al ver la carta, solo eran un par de versos de los que no se podía concluir absolutamente nada, pero yo y la protagonista, en su momento armamos un mar de un simple charco. 

Dejé la carta sobre la mesita frente a la chimenea, contaba los minutos inquieta para pretender recién despertarme e ir a clases. Gracioso, más siendo de alguien que nunca fue fan de la escuela, y mucho menos de estudiar. 

Cuando el reloj marcó la hora, me acomodé el vestido y tomé mis cosas para dirigirme a la biblioteca. Casi no se notaba el cambio de horario debido a la constante lluvia y cielo nublado, pese a ello, con cada paso a la habitación sentía como si todo a mi alrededor se tornara de color rosa. 

(***)

Bien Laila, te paralizaste ,otra vez ¿es que acaso nunca aprendes? ,que patética — una voz resonó en mi cabeza, regañándome. 

Bueno, no es que no tenga razón—supuse. 

Un grito comenzó a hacer eco en mi mente, molestándome, recordándome. . .

No, no otra vez — me repetí a mi misma como si eso fuera a aliviar mi mente.

Pero en vez de ello sentí una mirada penetrante sobre mi cabellera. Alcé la vista. Él estaba ahí, mirándome, analizándome con cuidado, no supe si la sensación que tenía en el estomago al ver sus felinos ojos era buena o mala.

—¿Te encuentras bien? —la confusión era obvia en su rostro.

¿Cuánto tiempo llevaba así? ¿Diez minutos? ¿Una hora?

Era muy difícil tener conciencia del tiempo cuando me pasaba eso, lo peor era que no sabía que lo desencadenaba. Cada cierto tiempo regresaba, atormentándome sin que yo supiera como defenderme. 

Seguro piensa que eres una rara miserable —la voz regresó con aún más fuerza, la sentí justo por detrás de mi oreja— miente, no hay manera de que le intereses a alguien.

Un estremecimiento recorrió mi columna, haciéndome tragar saliva de los nervios.

—Sí. . . —obedecí torpemente mientras me acomodaba un mechón de cabello tras la otra oreja, evitando a toda costa la sensación tan terrible que me daba oír esa voz— estoy, bien. 

Él se notó incrédulo ante mi respuesta. Desvié la mirada al papel.

¿Esa mancha estaba ahí antes?

¿Por que era tan grande?

¿Por qué mi corazón palpitaba con tanta fuerza? 

¿Por qué. . .?

Enamorada del villano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora