Cinco.

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Oigo la puerta de la entrada cerrarse: seguro Bruno ya se fue.

Me dispongo a revisar mis redes sociales. La verdad nunca las veo por falta de tiempo, pero ahora estoy de vaga y sin nada en qué gastar el tiempo.

Me meto al Facebook, Twitter... más de lo usual.

La cosa es con el maldito Instagram. Mis dedos hacen lo que quieren, y en un abrir y cerrar de ojos me encuentro revisando el perfil de Bruno.

¿Y adivinen qué me encuentro? Una foto mía. Pero no es un selfie, ni una robada, ni una cámara escondida. No. Yo, tendida en mi cama, con el pelo en la cara, abrazada a la almohada... en fin, una de esas fotos tuyas durmiendo. Son de esas fotos por las que matarías con tal de que no la vea nadie. Sí, esa foto.

Respiro para calmar mi ira. No funciona.

-¡AHORA SÍ TE MATO, HERNÁNDEZ! -grito al aire.

¡¿Por qué debia subir esa jodida foto?! ¿QUÉ ESTÚPIDOS MOTIVOS PASAN POR LA CABEZA DE ESE ENFERMO MENTAL? ¡Voy a degollarlo y vender sus órganos por internet! ¡Puta mierda!

Me salgo de mis casillas, y me voy a la cocina, dispuesta a planear mi venganza.

***

Luego de quedarme dormida en la barra de desayuno, el sonido de las llaves en el cerrojo me despierta. Sí, ya sé, soy de sueño ligero.

Bruno entra a la casa, con los ojos cerrados cual zombie, yendo hacia la nevera. Tengo que usar toda mi fuerza de voluntad para no tomarlo de los pelos, lanzarle unos cuantos puñetazos y tirarlo por el balcón.

Como no he hecho ningún ruido, tal vez aún no note mi presencia. Pero sí notará la broma. Saco mi celular para grabar la escena.

Cuando abre la puertecilla donde se encuentra las tazas, los cinco pequeños tarros que estaban apoyados ahí se voltean, y la espesa pintura violeta, azul, roja y verde fosforescente le caen en la cara, la boca y su impoluta camisa blanca. Ah, y no olvidemos la brillantina, que se le pega a los líquidos de colores y se le mete en la nariz.

No puedo contener mi risa cuando grita, furioso:

-¡¡¡¡________!!!!

Cuando oye mis carcajadas, se da la vuelta y hace una señal de ahorcarme. Su cara de payaso colorín es tan épica que me detengo unos segundo a seguir carcajeándome y tomar buenos ángulos. Luego, subo las escaleras a la velocidad de la luz.

-¡Me las vas a pagar, Wester! -me grita desde la cocina.

***

Mi alarma taladra en mi oído la canción I'm Still Here de Goo Goo Dolls, pero la ignoro y me aferro aún más a la almohada.

La canción vuelve a sonar minutos después.

-Puta mierda -murmuro. Me volteo a apagar la alarma, y a levantarme. Literalmente me arrastro hasta la ducha, la abro y me meto a bañarme. Pero a media ducha, el agua deja de caer. Primero disminuye un poco, luego cae la mitad, después caen apenas algunas gotitas, y después nada.

¿Habrán cortado el agua? No, el edificio tiene tanque de reserva. Entonces, alguien debe haber bajado la llave.

Y ya sé quien es ese alguien.

-¡BRUNO! -grito con todas mis fuerzas. Escucho una carcajada casi imperceptible. Seguro no la habría escuchado si no la estuviera esperando.

-¡Por perra! -me grita de vuelta. Gruño, y me salgo de la ducha sin haberme lavado el pelo.

Luego de una cuidadosa elección de atuendo (jeans, camiseta y la vieja chaqueta de la escuela de mi padre), bajo las escaleras dispuesta a asesinar a cierto moreno estúpido.

Viviendo con el Idiota (Bruno Mars)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora