Veintiséis

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Narra Westah, ahr:

El pollo atraviesa ágilmente las veredas y las autopistas, evadiendo camiones blancos y autitos de colores. Salta en cada uno de los troncos móviles, llegando sano y salvo a una línea férrea, donde lo espera su muerte aplastado por un tren que no vi venir.

-¡Mierda! -exclamo, frustrada conmigo misma. Hace semanas que estoy estancada en el mismo récord, y no consigo avanzar ni de chiste. El maldito pollo siempre se mata.

Salgo de la aplicación con una mueca de aversión en el rostro. Casi me caigo del taburete cuando veo la hora en la barra de notificaciones.

-¡Mierda, Bruno, llegaremos tarde!

-¡Ya bajo!

Dejo escapar una bocanada de aire. ¿Es posible que una mujer esté ya lista mientras el hombre se tarda una eternidad para anudarse la corbata?

Hoy se cumple un mes desde que Bernie se fue, y la costumbre dicta que se haga una misa, y se invite a todos los parientes y amigos a una reunión en honor al difunto. Y cuando digo todos, es TODOS, desde el que vive en la casa de la esquina hasta el que reside en Azerbaiyán.

Para colmo de males, el prostituto barato de Bruno no quería asistir. Dijo que no quería dar la cara, porque sentía mucha vergüenza por sus últimas acciones en todo el mes de Junio. Yo le dije que esa no era excusa, y hubo un boom de acusaciones en las que llovieron insultos y terminamos peleando con espátulas. Concluimos ambos, como dos adultos civilizados, llegar a un acuerdo mutuo en el que uno cumpliría con su parte siempre y cuando el otro también lo hiciera. Él asistía a la fiesta en la casa de verano,y yo hablaba con papá, que recién había salido de la cárcel.

Sip, papá está libre. Fue él quien llamó en el momento más oportuno de la vida. ¿Qué hacía yo encima de Bruno, casi besándolo? No lo sé, supongo que me dejé llevar por el momento.

De todas maneras, no me quedó más remedio que citar a papá a comer en el apartamento. Luego de estar de pie como una idiota frente a la puerta por toda una media hora, reuní la fuerza de voluntad suficiente para girar la manija y encarar al hombre que quiero, pero que tanto daño me ha hecho. Estaba diferente. No es el hombre de rostro jovial y sonrisa afable que yo conocía a los diez años, pero no ha perdido su gesto vívido y cariñoso. Todos mis planes, ensayos, monólogos, escritos, todo lo que siempre creí que le escupiría a la cara el día en el que nos volviéramos a encontrar, todo aquello se fue a la mierda cuando abrió sus brazos y dos lágrimas resbalaron por sus arrugadas mejillas. Fue casi como una señal, un aviso de que abrazarlo era lo mejor que podía hacer. Olía a tarta de limón y a abuelito. Olía a papá.

Estuvo toda la tarde con nosotros, cenamos y charlamos. Nos preguntó por Brester, y no pude evitar sonrojarme al sentir la insinuante mirada de Bruno sobre mí. Después soltó una carcajada y me advirtió que le contaría todo después. Yo aún no sé si pueda hacerlo. Digo, es mi papá. Él y yo estamos unidos a través de una extraña y fuerte conexión desde que tengo memoria. Ambos tenemos el mismo juicio, la misma manera de pensar, los mismos gustos... no obstante, esa línea que nos unía se ha ido gastando con los años de separación. Aunque ya lo he perdonado, me voy a tardar un rato en volver a vertir toda mi confianza en él.

-¿Este traje me hace ver chaparro? -Su voz acaramelada me saca a la fuerza de mis cavilaciones.

Cuando alzo la vista, veo el Bruno más guapo que he visto toda mi vida. Lleva puestos pantalones negros de traje y una camisa blanca, lentes oscuros ocultan sus cautivadores ojos castaños, y lucha con la corbata entre las manos mientras baja las escaleras con agilidad. Su loco afro despeinado me da unas ganas de enterrar los dedos en su cabeza. No puedo evitar quedarme boquiabierta y sin palabras ante el dios griego que tengo en frente. Hasta mi Conciencia ha enmudecido, y sólo ha atinado a dar orden para que mi corazón estalle junto con mis hormonas alborotadas.

Después de pronunciar algunos balbuceos temblorosos e incoherentes bajo la burlona mirada de Bruno, atino a cuestionar si quiere que le ayude con la corbata. Él asiente.

Me pongo de pie, aún temblando, con los pensamientos a mil por hora, le arrebato la corbata de las manos, y rodeo su cuello con esta.

-¿Recuerdas el día en el que llegaste aquí? -susurra, sorprendiéndome.

-Claro que sí, perra.

Suelta una risilla tonta.

-Han pasado tantas cosas -suspiramos ambos. Termino de anudar la corbata, y alzo la vista. Los lentes de sol cubren su mirada, gracias a Dios, sino me caería en redondo ahora y aquí mismo.

-¿Nos vamos?

-Tú también estás muy guapa.

Bajo la vista a mi vestido color crema con discretas florecillas bordadas en hilo blanco y tirantes cruzados por la espalda. Bruno toma mi mano y me hace dar una vuelta, lo que provoca que, naturalmente, el precioso vuelo a la altura del muslo gire en torno a mí. Suelto una estúpida risilla de quinceañera, que procuro cubrir con mi mano apenas empieza.

-Yo nunca dije que estuvieras guapo.

-Lo pensaste.

Me río nerviosamente, y salimos del apartamento.

|§|§|§|

Bruno está muy serio el resto del día. No se despega de mí, tampoco. Aparte de algunos comentarios acerca de que sus primas están calientes (lo que me hace reventar de celos) y que el pantalón le apreta las nalgas, no habla demasiado. Yo, por mi parte, procuro estar bien derechita y callada para evitarme los comentarios de las viejas chismosas. No es que me importe demasiado, pero no quiero que vayan murmurando que la hija de Marissa no se porta bien. A mi madre le da ataque.

Viviendo con el Idiota (Bruno Mars)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora