El humo grisáceo salió despedido hacia el aire frío de la noche, cuando Bruno decidió que lo había mantenido retenido por demasiado tiempo. No era conciente de cuánto tiempo había estado sentado en aquél puentecillo de madera que unía dos circuitos de un parque infantil, pero cuando se dignó a revisar la hora en su celular, se dio cuenta de que se había perdido la cena. Mascullo una grosería: el aderezo de papas de Presley y pollo asado de papá se veían bastante prometedores cuando él había abandonado la casa.
Había caminado sin rumbo un rato, hasta llegar ahí, donde sus pensamientos empezaron a volar al tiempo que el número de cigarrillos en la cajetilla iba disminuyendo. Se sentía ligeramente estúpido. Está bien, se sentía MUY estúpido, con mayúsculas. Los gritos que anteriormente le había dado su chica (sí, la seguía considerando su chica, aunque lo hubiera mandado a la mierda horas antes, y se sentía un tonto por ello) lo habían calado profundamente, y lo estaban haciendo reflexionar.
Se arrepentía de no haberse dado cuenta antes de la tremenda mujer que había estado en su delante todo aquél tiempo. Se arrepentía de no advertir que la chica de sus sueños siempre vivió a tres cuadras de su casa, y, los últimos meses, a tres metros de su habitación. De haber sabido que estaría sufriendo tanto por el cariño de ____ Wester y que se enamoraría tan jodidamente de ella, habría sido más caballero, la habría tratado como se merecía, la habría invitado al baile de curso, la habría enamorado antes, habría hecho las cosas bien.
Y así se perdían todas aquellas promesas sin cumplir, todas aquellas oraciones dichas en condicionales compuestos, todos aquellos pensamientos sin peso alguno porque, lo quisiera o no, no existía una máquina del tiempo para regresar a sus tiempos de secundaria y decirse a sí mismo que arrojar el cuenco entero de ponche sobre la chica en el baile de graduación sería la estupidez más grande que cometería en su vida.
Y fue cuando sus ojos empezaban a cerrarse, que sintió pasos detrás suyo, y la madera de su costado crujió con el peso de alguien. No era de Dios que dos adultos con bastante masa muscular estuvieran encima de un puentecito diseñado para niños, pero aquello no parecía importarle a nadie.
-Vete de aquí, Presley -masculló Bruno. Su hermana había estado allí antes, intentando, fallidamente, darle apoyo; pero no quería estar aguantando su palabrería de nuevo.
Sin embargo, no fue Presley quien se sentó a su costado. Era nada más y nada menos que _____ Wester, la razón de que Bruno se perdiera la Última Cena y se terminara su caja de cigarrillos para el mes en unas horas. Y él se sobresaltó cuando la vio, y ella permaneció con la cabeza gacha y los dedos nerviosos.
Bruno esperó con una mirada fija y expectante a que dijera algo, pero ella se limitó a quedarse en silencio y con el ceño fruncido, la mirada fija en sus pies, los dientes apretados para evitar soltar un ruidito raro.
-¿Invitas? -decidió pedir, luego de un largo y profundo suspiro. Bruno le extendió el cigarrillo inmediatamente, y ella lo aspiró, sintiendo el sabor de la menta y el eucalipto inundando sus pulmones, y luego lo expulsó con una dramática paciencia-. ¿Cigarro mentolado, Bruno? ¿En serio?
Bruno no pudo más que reírse. Su crush (aunque sonara estúpido, esa era la palabra más exacta para referirse a ella) estaba sentada a unos metros de él, burlándose de la preferencia de Bruno por los cigarrillos con sabor; y aunque él había pensado en mil y un discursos cuando se volvieran a ver, en ese instante, no pudo más que reírse.
-¿Qué...?
-Hablé con mamá.
No había sido difícil para ella soltar ese enunciado. Durante todo el trayecto de subida al circuito infantil (y también un considerable tiempo buscando a Bruno) había estado formulando lo que le iba a decir, y esa oración definitivamente no podía faltar. Era esencial que él supiera a qué se debía su decisión de ir a hablar con él y arreglar sus errores.
Y luego, prosiguió.
-Ella dice que... ya es tiempo de que todos maduremos, olvidemos, perdonemos... y, yo también lo creo.
Bruno sólo la miraba. Se había formulado un culo de hipótesis e imaginó bastantes escenas en los que él le pedía perdón y ella le decía que nunca había querido separarse de él, pero jamás se le pasó por la cabeza que fuera ella misma quien lo buscara.
-He sido una tonta, Bruno. Es tiempo de que... deje ir nuestros dramas adolescentes y... me dé una oportunidad. Nos dé una oportunidad.
-Entonces... ¿estoy perdonado? -quiso saber él. ____ sólo sonrió.
-Te perdoné hace mucho. De no ser así, no hubiéramos hecho lo que hicimos en aquellos baños públicos.
Ambos se rieron.
-Creo que sólo necesitaba una excusa para alejarme de ti.
Y Bruno sonrió ampliamente, y ____ también, y en ese precioso instante, ese momento en el sus frentes se encontraron, sus respiraciones convergieron y sus bocas se llamaron, todo fue perfecto.
"¡Ahora bésense!", gritaron ambas conciencias, por primera vez de acuerdo en algo.
-Bésame y ya, idiota.
-No quiero.
-Tenemos que besarnos para acabar con esta historia.
-Tenemos que CASARNOS para acabar con esta historia -la rectificó él.
-Prefiero casarme con Colagusano antes que contigo.
-¡Pero toda Rayita se casa! -se defendió Bruno, con una sonrisota.
-¡Yo no soy una Rayita!
-¿Ah, no?
-¡No!
-¿Y qué si te dijera que... hace unos días, me llamaron de una discográfica en LA...?
-¡No inventes! -Ella casi se atraganta con su propia lengua. No se esperaba eso. Se esperaba muchas cosas de Bruno, pero definitivamente, no se esperaba eso. Y Bruno... él sólo saltaba de felicidad internamente por la cara de sorpresa que llevaba su chica.
-¿Quieres mudarte a LA conmigo?
Y ella se abalanzó sobre él, dispuesta a repartir tantos besos por su moreno rostro como sus labios le permitieran, sólo que... en ningún momento advirtió ni recordó que estaban en un pequeño puente sólo atado a las barras de metal por nudos no muy expertos; y asegurados con pernos oxidados y viejos, que al momento del cambio brusco de peso, se aflojaron.
Y el crujido los sobresaltó.
-Uh-oh.
El puente se cayó.
Eran apenas dos metros y medio de altura, por estos motivos, la caída no fue tan dolorosa, pero sí tremendamente incómoda, y le dejó unos buenos estragos a Bruno en el tobillo.
No obstante, a ninguno de los dos le importó que había una posibilidad de que Bruno pasara el resto de las vacaciones con el pie enyesado, ni que unas duras tablas de madera estuvieran bajo sus cuerpos entrelazados, ni el palpitante chichón que empezaba a formarse en la cabeza de _____ producto del impacto de un perno gigante, ni que la tierra se hubiera levantado a su alrededor y se les estuviera metiendo en los ojos. Sólo se besaron, bajo la luz roja y verde de los fuegos artificiales que tenían lugar en algún punto de la playa.
Después de todo, no estuvo tan mal vivir con el idiota.
y ya fin
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Viviendo con el Idiota (Bruno Mars)
FanfictionMiles de millones de galaxias 8 planetas 5 continentes Cientos de países Un carajo de personas en el mundo. Y tenía que tocarme... Vivir... Con el idiota de Bruno Mars En un apartamento. Los dos solos. Con sus odiosas bromas y su estúpida ironía. ¿P...