Dieciocho.

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Luces, luces, y más luces coloridas y brillantes. El lejano sonido de una canción electrónica se cuela en mis oídos. La cabeza me da vueltas, siento cómo las borrosas imágenes giran a mi alrededor, y no consigo sostenerme en mis botas de tacón, por lo que me apoyo en la barra con todas mis fuerzas.

Doy otro sorbo a la bebida ácida que contiene la copa de cristal. No tengo idea de qué es, pero huele a alcohol.

-¡Bruno! -grito. No hay respuesta. Seguramente se fu con alguna perra y me abandonó, bruh.

Pero no. Él me sostiene de los brazos y, con una voz tan o más ebria que la mía, pregunta:

-¿En qué puedo serle útil?

-Ponte en cuatro.

Y estallamos en risotadas.

-¡Tengo sueño!

-¡Pues vámonos!

-¿Quién conduce? -inquiero, curiosa. Ush, ojalá no me toque a mí.

-¿Quién era el conductor designado?

-Esto... -me callo. ¿Quién era?-. Creo que fue Bartolomé Alejandro.

-¿Quién?

-Exacto -digo con una sonrisa victoriosa-. ¡Nadie conoce a ese tipo!

-¡Sólo llama a Philip! -me sugiere.

-¡Philip está en Hawaii, estúpido!

-¡Llama a Eric!

-¡No tengo teléfono!

-¡Usa el mío!

Me entrega el aparato táctil.

-¿Lo tuviste todo este tiempo? -chillo.

-Síp.

-¿Por qué no me... dijiste? -reclamo, cortándome a mitad de frase para reprimir las arcadas.

-¡Quería pasar tiempo contigo! -susurra en mi oído, y me besa detrás de este. Un temblor me re recorre.

-¡Qué lindo eres! ¡Al baño!

Cuando llegamos a los baños públicos, marco el número de Eric. Tengo que apretar los labios para no reírme de lo absurda que es esta situación: estoy en un baño público con Bruno, ebria, a punto de vomitar, llamando a otro chico para que nos recoja, riéndome como una desquiciada. Ni en mis sueños más locos creí que esto sucedería.

-¡Contesta, contesta, contesta! -animamos los dos. Al quinto tono, suena la contestadora.

-¡No contesta, maldita sea!

-¡Vuelve a timbrar!

-¡Phil nos abandonó! -lloriqueo cuando timbra tres veces, y nada.

-¡Es Eric!

-¡Eric nos abandonó!

Descuelga.

-¿Quién osa perturbarme el sueño? -cuestiona el tipo en el teléfono, adormilado.

-Tu hada madrina -bromea Bruno, y suelto una carcajada.

-¿Bruno?

-¡Hola Phiiiiil! -grita alargando las íes.

-¡Carajo, es Eric! -corrijo.

-Bruno, ¿estás ebrio?

-Pffff... ¡No estoy ebrio! -gruñe-. Estoy más sobrio que tú.

-¿Eso fue sarcasmo? -pregunta Eric, confundido.

-Yo que sé, estoy ebrio.

-¿No dijiste que no lo estabas?

Viviendo con el Idiota (Bruno Mars)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora