Abro la puerta, y lo encuentro sentado en el banco del piano de cola que, por lo que sé, Bernie le regaló por su cumpleaños pasado. Color caoba, brillante, las teclas limpias y bien posicionadas. En otras palabras, precioso.
Que quede claro que estoy hablando del piano.
-¿Bruno?
Se le cae la libreta y el lapicero que tiene en las manos, e intenta atraparlos en el aire, fallando. Ambos se caen al suelo en un ligero sonido.
Casi me río.
-Hola, Wester.
Sus ojos emanan... yo que sé. ¿Confusión? No. ¿Tristeza? Tal vez. ¿Cariño? Ni loco. ¿Ansiedad? Sí, debe ser eso.
-Linda canción.
Abre los ojos como platos.
-¿La escuchaste?
-Sí. ¿Es... para una chica? -pregunto, sentándome junto a él.
-Ehh... algo así.
Le miro confundida.
-Bueno... yo venía a disculparme.
A juzgar por su expresión, no se lo veía venir.
-Por gritarte así hoy... en el Instituto.
Roza las teclas que mira fijamente con las yemas de sus dedos. Luce como si tratara de recordar a qué me refiero. O quizás busca una respuesta.
-Yo... también lo siento. No creí que te estuviera lastimando.
En estos momentos, luce tan sincero que dudo que sea una trampa. ¿Y si me está diciendo la verdad? No, no lo creo. Pero, Dios... se ve tan vulnerable...
-Está... bien.
-Dejaré de hacerlo, ¿vale?
Las palabras se escapan de mi esófago antes de que pueda tragármelas:
-¿Por qué lo hacías, en primer lugar?
Me mira como si la respuesta estuviera flotando en el aire, y yo tuviera que atraparla. Soy tan lenta para el razonamiento. Frunzo el ceño para que se dé cuenta de que no voy a adivinar por mi cuenta.
-Porque eres hermosa, Wester.
Parpadeo, anonadada. ¿De verdad Bruno Mars acaba de decirme eso? Debe ser otra de sus...
"¡Deja de decir que son trampas! ¡Sólo míralo!"
Puf, lo último que necesito ahora es una Conciencia bipolar. Joder.
"¡Sí! ¡Cambie de opinión! Digo, conoces a Bruno. Él no iría tan lejos".
Tiene razón. Si esto fuera una simple broma, constaría de un beso robado, toqueteos a la fuerza, y caricias leves. Esta cercanía es mucho más que eso.
Mientras yo he estado enredada en mis propios pensamientos, Bruno también ha estado ocupado. Si antes eran ocho centímetros de separación entre nuestros torsos, ahora su aliento me roza la cara.Sus pupilas recorren mi nariz, y se detienen en mis labios. Yo estoy petrificada, con los huesos hechos de plomo, sólo esperando a que diga algo, mencione algo, haga algo. Pero sólo se limita a observar fijamente mi boca, como si fuera lo único que vale la pena mirar. Sin querer, y completamente contra toda lógica, termino comiéndole la boca con los ojos. Es entonces que me coge del mentón, la yema de su pulgar roza mi labio inferior, y la electricidad me recorre entera. Es como si esa mirada penetrante pudieran crear una burbuja que nos encierra, a nosotros dos. Ya no existe nada más. Sólo Bruno y yo.
Me mira a los ojos, pidiéndome permiso para hacer una cosa que yo nunca me hubiera atrevido a hacer en los trece años que llevamos conociéndonos.
¿Es posible que aún recuerde ese día?
*Flashback*
Yo estaba tranquilita y en total paz jugando con mis muñecas en una banca del parque. Hasta que se me acercó un niño enano (yo era más alta que él cuando teníamos seis) y moreno, con la ropa empapada y una mirada tímida.
-Ehh... ¿niña?
Le miré sin mucho interés. Ken estaba A PUNTO de proponerle matrimonio a Barbie y, a esa edad, eso era mucho más importante.
-¿Qué quieres?
-¿Me prestas tu balde? -Señalo mi balde rojo con un dedo sucio.
-No. Es la piscina de mis muñecas.Él puso los ojos en blanco.
-Sólo por un rato.
Miré detrás de él. Muchos niños lo miraban expectantes, al parecer mayores que él. Ninguno parecía su hermano.
-La respuesta es no.
Él soltó un gruñido, se volteó y se retiró a zancadas de mi banca. Segundos después, volvió corriendo y se llevó MI BALDE.
-¡OYE! -chillé. Decidí correr detrás de él. Gran error. El agua helada me cayó en mis hermosos overoles y mi camiseta de Mickey Mouse-. ¿Quién fue el mojigato que me lanzó agua? -gruñí, escrutando las caras de todos los mocosos.
Ocho dedos índices apuntaron al enano. Al ladrón de baldes. Y bueno, hice lo que cualquier persona juiciosa haría al niño que le acaba de tirar un baldazo de agua. Lo cargué (hasta podía cargarlo, qué les parece) y lo lancé a la fuente del parque. No contaba con que él tirara de mi mano y terminara en el agua también. Como dignos niños de seis años, empezamos a pelear, animados por el coro repetitivo sus amigos: "¡Bardo! ¡Bardo!". Yo le hundía, él también, me aplastó la cara y hasta me tragué agua sucia llena del maíz que le tiran a las palomas. Wacala.
Bernie y mi madre tuvieron que venir a separarnos. Y bueno, se dieron miradas venenosas por un rato, y luego... ¡BOOM! Se reconocieron. Amigas de instituto.
Naturalmente, Bruno y yo fuimos obligados a pasar tiempo juntos porque nuestras madres se amo-doraban. Yo no podría estar más disgustada.
*Flashback*
Desde el instante en que se llevó mi balde rojo, yo lo odié con todas mis fuerzas. Tal vez ese coraje irracional e inmaduro se había ido disipando con los años, pero fue reemplazado por el enojo hacia las acciones de Bruno. Pasamos toda la secundaria en Dirección, porque nuestras jugarretas provocaban destrozos y pura mierda. Nuestra relación empezó así, continuó así, ¿y ahora acabará con un beso?
No lo sé. Pero ahora no me importa. No importa que esté tirando de mi rostro hacia el suyo, acortando la distancia entre nosotros, y que yo esté acariciando sus rizos con una mano como acto-reflejo, y cerrando los ojos esperando el delicioso roce de muestras bocas. Sólo quiero besarlo y ya.
-¿Cariño?
Aquella voz chillona que proviene del living revienta nuestra burbuja aislante de un pinchazo. Es entonces, que la cruda realidad me golpea. ¿Esa es... Jessica? ¿Qué está haciendo aquí?
-¿Tu... la invitaste aquí? -pregunto, confundida.
-Ehh...
Mierda, otro de sus putos juegos. Jessica es su novia. Yo sólo soy un juego. Todo esto... mierda, ¿cómo pude ser tan estúpida? ¡Si hasta escribió una canción para ella!
-¡Eres un pendejo! ¡Imbécil de mierda!
-Wester... -Me mira con ojos suplicantes. Pero no, no volveré a caer ante ellos.
-¡Que te viole un perro!**
Me largo de allí hacia mi habitación.
-¿Qué sucedió ahi adentro? -grazna Jessica cuando estoy a mitad de escaleras. Tomo un respiro para esconder las lágrimas.
-Nada que te importe, puta asiliconada.
Corro a encerrarme en mi cuarto, lanzándome al colchón y sollozando en silencio.
![](https://img.wattpad.com/cover/38609204-288-k965357.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Viviendo con el Idiota (Bruno Mars)
FanfictionMiles de millones de galaxias 8 planetas 5 continentes Cientos de países Un carajo de personas en el mundo. Y tenía que tocarme... Vivir... Con el idiota de Bruno Mars En un apartamento. Los dos solos. Con sus odiosas bromas y su estúpida ironía. ¿P...