-¡Apúrate, Bruno!
El recientemente nombrado moreno, animado por nuestro griterío, acelera el paso y se aferra a las cosas que lleva en sus musculosos brazos. Arroja sus bultos en el asiento trasero, y se introduce a sí mismo al interior de la camioneta con un ágil salto de atleta.
-¡Vámonos! -chilla Eric, cerrando enérgicamente la puerta corrediza. Don Peter arranca, el motor lanza un rugido gruñón, y nos ponemos en marcha hacia nuestro destino.
Resolviendo dudas, Don Peter, Bruno, Presley, Eric, Tiara, Jamie, Tahiti y yo nos dirigimos a la casa de playa de los Hernández en la preciosa y chillante camioneta del mismo propietario. Dicha casa de verano, ubicada un kilómetro al norte de nuestras viviendas comunes, fue comprada en 1992o por ambos esposos, cuando Bernie aún vivía. La visitamos todos los veranos, y pasamos toda la temporada allá, distanciados de todo y de todos, como encerrados en nuestro propio mundo veraniego. Tal vez es por eso que los considero mi familia, y que ellos me han adoptado como una integrante màs.
Me deja sin aliento pensar en cuánto han cambiado las cosas de un verano a otro. Mamá solía quedarse en la ciudad y no nos acompañaba; papá, metido en líos con la policía, tampoco podía ir; Bernie preparaba panqueques todas las mañanas; Bruno y yo nos pasábamos el viaje gritándonos un abecedario completo de groserías y jalándonos de los pelos; y, finalmente, siempre reventábamos fuegos artificiales en la orilla.
Este verano, mi madre nos acompañará a todos los picnics y actividades, por puro compromiso con Bernie, una de sus mejores amigas; mi papá, libre al fin, no se va a despegar de mí ni un sólo segundo; ya no hay Bernadette que nos prepare panqueques bañados en miel de abeja y adornados con fresas; y mi relación con Bruno está tan distorsionada que apenas puedo quedarme mirándolo más de tres segundos sin desfallecer, y asumo que a él le sucede lo mismo.
Lo único que se ha conservado igual es la tradición de encender los cartuchos de pólvora, para que emanen luces multicolor y se dibujen en el cielo en un espectáculo espléndido, al menos dos noches por semana. Ruego por que continúe así.
En el tiempo que he estado cavilando, la camioneta se ha convertido en un ruidoso griterío y parloteo de chillidos femeninos y una que otra queja masculina.
-¡Lleguemos yaaaaaaaa!
-¡Quiero ir al bañoooooou!
-¡Tengo hambreeeeee!
-¿Alguien quiere jugar Picturekaaa?
-¡Ya cállense, niños!
-¡Presley, suelta mi nariz!
-¡Saca tu trasero de mi cara!
-¡Tarado de mierda, te dije que no usaras mi pintalabios!
-¿Alguien quiere cerveza?
-¡Yoooooooo!
-¡Pues compren!
-¡Putaaaa!
-¡Putoooooooo!
-¿Tú crees que habrán pececitos chiquititos como la otra vez?
-Qué marica eres.
-¡Una abejaaaaaaaaa!
Todos, incluido el conductor, chillan de terror ante el rayado bicho, que vuela muy cerca del parabrisas. Don Peter pega un volantazo, lo que nos sobresalta a todos; menos a Eric, que sigue roncando pacíficamente, perdido en su nube mágica de sueños interminables y mojados. ¿Es posible hacerse la Manuela dormido? Por la cara que lleva Eric, apostaría a que sí.
El vehículo recupera la estabilidad, pero otro problema me saca un resoplido: unos sonidos ahogados como de alguien que se asfixia, emanan de la boca de Don Peter.
-¡Se atoró con un maní! -chilla Jamie.
-¡Ae, mierda! -vocifera Bruno, aterrado-. ¡Primeros auxilioooooos!
Yo me quedo sentada donde estoy, con una ceja levantada: otra cosa más que ha sucedido todos los años desde que tengo memoria, es el ineludible escándalo en el viaje en auto, ya sea por una asfixia, un choque, un golpe... una vez, Bruno salió volando por la ventana.
Sí, estaba ebrio.
Inmediatamente, las hermanas tiran del padre hacia los asientos traseros, y empiezan a presionar en su estómago para desatorar su garganta.
-¡Ya casi sale! -avisa Presley, mientras mi suegro... quiero decir, uh, Don Peter, sigue emitiendo sonidos quejumbrosos, desesperado por una bocanada de oxígeno.
Me entra el pánico al ver el asiento del conductor vacío, y el volante tambaleándose como una chapita que termina de rodar.
-Vale, salven al tío Peter, todo bien, pero ¡¿QUIÉN CARAJO CONDUCE?!
Casi al mismo tiempo, todos voltean la cabeza hacia el volante y, otra vez al unísono, maldicen en voz alta.
-¡Bruno, conduce!
El chico, obedeciendo, brinca hacia el asiento y estabiliza el volante de hule, deteniendo el zigzag de la camioneta a lo largo de la carretera. Suspira aliviado cuando recobra su trayectoria en línea recta.
-Bien, ya estamos...
-¡Cuidado! -grito, ante el inminente choque con un poste, ubicado en una curva pronunciada. Con un movimiento raudo, Bruno vira el volante hacia la izquierda, salvándonos de un inminente choque, que pudo matarnos a todos.
Hallo los chillidos de chihuahua asmático que Don Peter emite detrás de mi oreja, y me encuentro a mí misma apoyada en el asiento, a espaldas de Bruno, con los ojos fijos en la carretera. ¿Cómo he llegado hasta aquí? Volteo la cabeza, y encuentro a Eric aún durmiendo.
Puto Eric.
-¡Creo que no fue un maní!
-¡Tal vez fue una pecana!
-¡¿Pecana?! -cuestiona Bruno, entre sorprendido y asustado y girando el cuello hacia nosotros-. ¿No era alérgico a las pecanas?
-Oh, por deoz.
-¡FÍJATE EN LA CARRETERA, CARAJO!
Un trailer que transporta pollos o gas o vegetales o agua o vete a saber qué, está a metros de nosotros. No hay forma de que Bruno pueda frenar sin colisonar contra el trasero de ese camionzote.
Sin embargo, en un acto temerario y milagroso, que lucía tan lejano como retórico, él tira del freno de mano con un jalón de magnitudes sorprendentes, las ruedas chirrian contra el pavimento, y la fuerza de fricción, imponente como la misma velocidad, nos manda a todos un empujón hacia adelante; lo que consigue, al fin, que el maní acaramelado salga disparado de la tráquea de Don Peter, estrellándose contra el parabrisas.
-Wuacala -exclamamos Bruno y yo, asqueados, al ver el puré de maní, mezclado con saliva y mucosidad, pegoteado al vidrio. Nos miramos al mismo tiempo de repente, y yo, casi involuntariamente, me sonrojo y aparto la mirada, arrugando la nariz con disgusto. ¿Por qué es que me he vuelto tan tímida con él?
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Holiiiiiii :3
Me complace informarles que estamos en los últimos capítulos de este zhenzhual fanfic :3
Cuando termine este, empezaré con otro que tengo pensado publicar.
[Pequeño avance del nuevo Fic: Rayita es prostituta, :D]
Adieu :D
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Viviendo con el Idiota (Bruno Mars)
FanfictionMiles de millones de galaxias 8 planetas 5 continentes Cientos de países Un carajo de personas en el mundo. Y tenía que tocarme... Vivir... Con el idiota de Bruno Mars En un apartamento. Los dos solos. Con sus odiosas bromas y su estúpida ironía. ¿P...