Capítulo 25: Una invitación.

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Ver a los nobles corriendo de un lado a otro acompañados de sus sirvientes era hilarante y raro de ver. Parecían estar ocupados preparando algún evento, pero no recordaba que se agitasen tanto cuando había algo que celebrar. Su madre hablaba con algunos que iban de paso, todos se detenían a saludar a la reina y a su hijo, aunque el último se escondía detrás de la fémina cuando alguien se acercaba. Podía observar a algunas nobles de su edad mirarle fijamente y luego apartar la mirada, avergonzadas. Hacía un esfuerzo sobrehumano por soportar aquello y no hacer algún gesto que denotase su leve desagrado ante esas escenas.

-M-Madre, ¿a-a qué v-viene tanto ajetreo? _preguntó, apartando la mirada del grupo de chicas con vestidos pomposos que se hallaba al final de la calle_

-Parece que se efectuarán nupcias pronto. Debido a la situación anterior tuvieron que posponerlo. Supe que la novia contrajo la infección y estuvo en peligro de muerte, ahora está totalmente recuperada y la gente está ansiosa de retomar sus planes con las celebraciones. _explicó su madre mientras tomaba su mano para que continuasen su camino_ Ahora que caigo en ello, Kichi. Tú deberías buscar una pretendiente pronto. _dijo, él inmediatamente le miró alarmado_

-N-No me habrás sacado a rastras s-solo para eso, ¿v-verdad? _cuestionó, temblaba como si la temperatura corporal le hubiese descendido hasta pasar el valor nulo_

-Oh, no. Por supuesto que no. Sabes que tanto tu padre como yo estamos a favor de que decidas por tu cuenta algo como eso. Pero recuerda que en el consejo se llegan a poner muy cascarrabias si no se apega uno a las normas reales. Sabes que cuando cumplas los 18 tendrás que efectuar la famosa gala para presentar a los nobles a la persona que has elegido. No creo que debas apresurarte. No hace mucho cumpliste los 17, así que tienes tiempo para elegir con calma.

-Eso espero... _musitó. Su miraba viajaba a todos los rincones del lugar. Donde sea que miraba había nobles corriendo y chicas suspirando y mirándole fijamente_ ¿P-Podemos salir de aquí, p-por favor? _preguntó a su progenitora, la mayor le miró, confundida. Él miraba hacia otras chicas que se encontraban bebiendo el té en un pequeño local, a la sombra de una gran sombrilla blanca. Las féminas no habían apartado su mirada de él desde que le vieron pasar con la reina, ocultaban sus rostros tras abanicos con pelusas_

-Vaya, vaya. _dijo la reina_ Eres bastante popular, hijo mío. _rió ella, él le miró con las mejillas infladas levemente, molesto_ Bien, como quieras. ¿A dónde quieres ir? No te aseguro que sea diferente en el mercado o la calle comercial.

-P-Pues regresemos al palacio d-de una vez...

-No, no podemos. La reunión no debe estar ni cerca de terminar... _dijo ella fijándose en el gran reloj de la plaza central, que sobresalía por encima de algunas casas_ Sigamos caminando.

-Que no sea aquí... Estoy harto de las nobles...

-Pues entonces vayamos a visitar la franja media. Nunca has ido allí después de todo.

-M-Mi padre me lo tenía prohibido...

-Ya eres mayorcito para estar haciendo caso a todo lo que tu padre dice. _afirmó ella y siguieron caminando hasta la gran puerta que daba salida a la zona residencial de los nobles_

La ciudad de la franja media no era enormemente diferente a la de la zona de los nobles. Tenía casi el mismo estilo en cuando a las viviendas o las calles en cuestión, solo que las de los nobles eran muchísimo más amplias, sus casas eran enormes y vistosas y las vestimentas de sus habitantes eran elegantes en todo el sentido de la palabra. En la franja media las casas eran pequeñas y algo coloridas, con pequeños jardines de césped verde en la parte frontal. Había muchísima más gente que la zona anterior, aunque nadie estaba ajetreado ni mucho menos. Veía madres ir y venir con sus hijos, llevando en sus manos cestas pequeñas con frutas, verduras y a veces objetos que no alcanzaba a distinguir. Los hombres iban y venían llevando cargamentos o acompañando a sus familias. Muchos niños corrían por las calles, jugando y riendo. Estaba mucho más animado aquel sitio.

Tal como pasaba antes, la gente se detenía al ver a la familia real –aunque no completa–, pero a diferencia de los nobles, que ofrecían reverencias, aquellas personas se arrodillaban a su paso. La reina pronto daba permiso de continuar sus labores, no era muy de su agrado que los habitantes hicieran algo como aquello, pero no había micho que hacer desde que eso exigía su posición social.

-¿Sabías que los vestidos y los trajes de los nobles se fabrican en esta franja? _cuestionó su madre, deteniendo su andar ante la cristalera de una tienda de ropa, donde exhibían un bello vestido blanco, lleno de volantes y unos cuando moños en su falda_ Mira ese, es magnífico. _señaló, su hijo ladeó la cabeza_

-¿Los nobles no los fabrican? _preguntó, su madre negó moviendo levemente la cabeza_

-Los nobles está ocupados atendiendo los asuntos políticos del reino, lo mismo con el comercio, la economía...

-Oh...

-En esta franja puedes encontrar muchísimas cosas interesantes que no verás en la zona residencial superior. A ver si algo te anima y capta tu atención. ¿Qué tal eso? _preguntó mientras le guiaba hacia otra tienda_

Pasaron un buen rato visitando tiendas: joyerías, tiendas de ropa, artesanías, hasta jugueterías. Al pelimorado pocas cosas le llamaban la atención, aunque mostró especial interés por una tienda de mascotas. No sabía que existían de esas, y había animalitos demasiado tiernos como para ingorarlos. Su madre se fijó en ello, pero creía que su hijo era mayor para tener mascotas, además de que dudaba que tuviese tiempo para ellas dada su posición. Continuaron con su recorrido poco después, saludando personas y observando todo con curiosidad, hasta que avistaron un coche al cual se subían grandes cantidades de cajas pequeñas. Estaba aparcado frente a una casita de color blanco y tejas azules, con su jardín lleno de flores variopintas y delimitado por una pequeña vaya blanca de madera. Un niño pequeño iba entregando las cajas al cochero, quien agradeció una vez estuvieron todas. Una anciana salió con una hoja de papel y una pluma, con la que dio a firmar al cochero la hoja de papel. El sujeto agradeció y continuó con su camino.

-¿Y eso? _preguntó el de hebras moradas a su madre_

-La anciana se me hace conocida... _musitó ella, acercándose_ Lo que suponía.

-Vaya, alteza. _dijo la anciana cuando la reina estuvo cerca, haciendo una cordial reverencia dado que a su edad arrodillarse era imposible. La reina inmediatamente tomó sus manos y le hizo levantar la cabeza_

-No haga eso. Le debo mucho como para que mi presencia le obligue a hacer algo así.

-El deber del ciudadano es servir a sus reyes. Haré gustosa cuanto pueda si con eso aporto mi grano de arena.

-Por favor. Nada de eso. Usted es la salvadora de su gente. Nunca podremos agradecerle lo suficiente todo lo que ha hecho. _insistió la fémina, la anciana no tuvo de otra más que reír animadamente_ Espero que les guste su nuevo hogar. Fue una elección difícil para mí con tal de buscar un lugar que prometa todas las comodidades posibles.

-La casa es espléndida. Mis nietos están a gusto aquí y yo comparto su opinión. Le estamos muy agradecidos.

-A propósito, ¿dónde están ellos?

-Están adentro. Hace poco estuvimos entregando algunas medicinas al cochero para enviarlas a uno de los médicos nobles.

-Ah, era eso... _musitó la mayor_

-¿Les gustaría pasar? No será tan cómodo como el palacio, pero puedo ofrecer una taza de té para que resulte agradable la estancia.

Step by Step [Prince/PG!Kokichi Ouma x Plebeian!Reader] © RoseSanae55Donde viven las historias. Descúbrelo ahora