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El chico se encontraba masticando su último bocado mientras actuaba como si el día anterior no hubiera visto aquel video que la castaña le había enviado.

-Estuvo delicioso -comentó la de ojos azules- pero sigo creyendo que mi ropa es muy inapropiada -dijo mientras colocaba un mechón de cabello detrás de su oreja izquierda.

El joven levantó la mirada y sonrió levemente.

Te ves tan preciosa como siempre –se humedeció los labios y desvío la mirada hacia la ventana.

Te noto diferente...¿Todo bien? –preguntó preocupada.

El chico quería decirle todo lo que pensaba, quería decirle tantas cosas, quería decirle como se sentía, explicarle la triste manera en la que su corazón seguía latiendo por ella.

Él quería dejar de amarla.

Miró de reojo su reloj y forzó una sonrisa, se puso de pie, se acercó a ella y le extendió su mano.

Acompáñame...–ordenó con amabilidad.

La chica le devolvió la sonrisa y tomó su mano.

El chico la llevó hasta el elevador de aquella Torre y poco después, llegarón a lo más alto del monumento más famoso de París, la Torre Eiffel.

La chica le tenía miedo a grandes alturas pero era imposible no observar la hermosa vista de la ciudad acompañada de un hermoso atardecer.

Esto es....¡increible! –dijo emocionada mientras la brisa del aire, se encargaba de soplar su cabello.

El chico sonrió enternecido y se acercó a su lado para colocar ambas manos sobre el barandal y hacer lo mismo que ella, observar la hermosa vista.

»Sabía que te encantaría«

Aquella vista lo había convencido con su decisión, miró a la chica unos segundos y besó su frente. La chica lo miró unos segundos y lo besó en los labios, un beso lleno de dulsura y suavidad.

»Si no puedo decirte que te amo, te lo demostraré tanto como tú lo haces«

Pensó la chica antes de dar por terminado aquel beso.

Volvieron a acercarse al barandal y observaron un poco más la vista.

El atardecer es bonito...no? –dijo disimulando un tono triste.

»Te amo...

Es hermoso! –pronunció sin ocultar su fascinación.

Pero debo dejarte ir«

Dijo el chico en su cabeza mientras miraba a la chica y admiraba su belleza, sacó su teléfono del bolsillo delantero del pantalón y le tomó una fotografía.

¿Lo ves? –le acercó el teléfono a su chica– Te ves hermosa y eres hermosa –declaró mientras guardaba su telefono– Tan hermosa como este atardecer.

Sus ojos se veían apagados no tenían aquel brillo que había recuperado cuando la chica se volvió a acercar a él. Sin embargo, Marinette no se percató de esto, el atardecer había terminado, pero las luces que iluminaban la ciudad, era una vista que no deseaba olvidar jamás.

𝑻𝑹𝑨𝑻𝑶 [𝙰𝚄 Felinette]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora