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–Felix le puso una chaqueta con capucha a la azabache, le quedaba grande pero no tenían muchas opciones de escape– Esto es Absurdo –declaró la azabache.

–¿Tienes alguna otra idea? –preguntó el rubio arqueando una ceja.

De acuerdo, Agreste, tu ordena –dijo seria.

Ya vámonos –tomó la mano de la azabache y la llevó hasta la puerta de la habitación.

Ambos fueron muy cuidadosos al dirigirse a la entrada de la casa pero fueron detenidos por la voz de Emilie, la madre de los gemelos Agreste.

Felix...¿A dónde vas? –dijo saliendo de la oficina de su esposo.

Si, madre, termine mi tarea y estoy aburrido –respondió con firmeza.

Y...¿El quien es? –miró unos segundos al acompañante del rubio y volvió a dirigir su mirada hacia su hijo.

Es...un compañero de clase, es muy tímido, saluda irrespetuoso –dijo el rubio con una pequeña sonrisa burlona en el rostro y la chica lo fulmino con la mirada.

Buenas tardes....damita –Dijo la azabache haciendo una voz grave pero aún dándole la espalda a la mayor.

Buenas...tardes –correspondió el saludo con amabilidad pero un poco extrañada por el comportamiento del sujeto.

Que maleducado eres, mejor no vuelvas, regreso en unos minutos, madre –dijo el chico con amabilidad.

Diviértete! –dijo la madre con una sonrisa.

Ambos adolescentes salieron con prisa de la mansión y Marinette fue la primera en hablar.

–!¿En qué estabas pensando?! –preguntó enfadada.

–¿Que querías que le dijera? "Hey madre, es Marinette, estamos planeando darle una lección al malcriado de tu hijo el perfecto!" ¿Querías que le dijera eso? –Preguntó extrañado.

No pero..–la interrumpió.

–De igual manera, ella no sabe qué estuviste en casa, ni ella, ni Adrien, es lo que importa.

–Bien, pasaré el resto de hoy para pensar lo que haremos y darle lo que se merece a ese, imbecil –dijo segura de si misma pero le dolía expresarse de esa manera hacia Adrien.

–Bien, vamonos –dijo sin expresión.

Puedo caminar a casa –dijo la azabache.

Te llevaré a casa aunque si te molesta, puedo pagarte un taxi –propuso el rubio.

Está bien, vamos.

El camino hacia el edificio de Marinette  estuvo callado, pero no sabía los problemas en los que se había metido, sus padres y amigos la estaban buscando, incluso Adrien estaba preocupado por su mejor amiga, no estaba concentrado en su práctica de esgrima, gracias a ello su mejor rival, Kagami, lo había derrotado en muchas ocasiones.

No te encuentras bien ¿cierto? –preguntó seria la azabache.

Es Marinette, desapareció y nadie sabe nada de ella, incluso Felix –soltó un suspiro pesado– sólo espero que no le haya pasado nada grave.

–Marinette es una chica fuerte, Adrien, deberías valorarla más y en su presencia, no sólo cuando ella no esté cerca –dijo seria.

Gracias, Kagami –sonrió amable.

Te veo mañana –se despidió la azabache.

El chico tomó su mochila, salió del instituto y al entrar en el auto se percató de la presencia de su hermano.

–¿A que se debe que me acompañes a casa? –preguntó con una sonrisa el chico de ojos esmeralda.

No malinterpretes las cosas, Adrien, estaba cerca y caminar a casa es...agotador –respondió serio su hermano mientras miraba por la ventana.

¿Sabes algo de...–volteó a ver el camino por la ventana– olvidalo.

Felix sabía que Adrien preguntaría por Marinette y sintió un alivio cuando Adrien se interrumpió así mismo.

Mientras tanto Marinette, estaba siendo interrogada y se sentía apenada y sofocada.

–¡Quería estar sola! –dijo alzando un poco la voz– Estoy consciente de que hice mal al no avisar pero no quería preocuparlos y no quería que me preguntaran sobre mi estado de ánimo, lo cual terminó siendo así, ¡lo siento! Pero esta blanca palomita también tiene malos días y estoy harta de fingir una sonrisa y decir todo el tiempo que estoy bien cuando...cuando sé perfectamente que no es así –declaró con lágrimas apuntó de brotar de sus ojos.

Todos los presentes estaba sorprendidos, jamás pensaron que Marinette sintiera o pensara de esa forma y se sentían culpables.

–La azabache soltó un suspiro, ahogo sus lágrimas e ignoro el nudo que sentía en su garganta– Solo quiero estar sola por ahora, no me busquen, cuando este lista para hablar...yo los buscaré.

Terminó de hablar y corrió hacia su habitación, quiso llorar pero se hizo una promesa.

No volver a llorar por Adrien Agreste.

Pues esto se debe a que el joven modelo era el causante de su estado de ánimo.

Marinette estuvo pensando toda la noche, pero sólo quería darle una lección a Adrien, no iniciar una guerra, iba a tener que improvisar.

A la mañana siguiente, la azabache camino al instituto, al cruzar la entrada, sus amigos hicieron lo que ella pidió, darle su espacio hasta que estuviera lista, pero uno no estaba al tanto de esa petición y se avalanzo sobre ella, abrazándola, la chica de ojos azules, se olvidó de todo y se quedó atónita, sin corresponder al abrazo, Felix se percató de ese suceso, lo ignoro y continuó con su camino, pero tenía miedo de perder la oportunidad de convivir con Marinette.

–¿En donde estabas? –preguntó el joven modelo.

No importa –dijo la azabache encogiendose de hombros.

Pero no te sucedió nada...¿Verdad? –preguntó preocupado.

Tranquilo, no me ocurrió nada malo –respondió con una sonrisa amistosa.

Que alivio –dijo más tranquilo– Oye, hoy tengo una agenda desocupada y se me ocurrió que podríamos ir a tu casa y pasar un buen rato ju –la chica lo interrumpió al recordar el trato que tenía con su hermano.

Ya tengo planes con Felix –dijo en un tono serio.

Oh genial, podríamos hacerlo en...espera... Dijiste...¿Felix? –pregunto desconcertado.

Si, Agreste, dije Felix, tu hermano.

𝑻𝑹𝑨𝑻𝑶 [𝙰𝚄 Felinette]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora