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La azabache tomaba la mano del rubio, mientras corrían sin tener ni idea de a dónde dirigirse.

Felix estaba embobado con aquella escena, se dejaba llevar, hace mucho tiempo, no tomaba la mano de alguien más y que Marinette tomará la mano del chico, le provocaba una sensación inexplicable pero eso terminó cuando la chica se detuvo en el parque que se encuentra cerca de su edificio.

Lo logramos! Bien hecho! –dio un ligero golpe en el hombro del rubio– te...despeinaste –señaló el cabello del chico.

El chico acomodó su cabello con sus manos y observó el lugar.

¿A esto le llamas divertido? –la miró extrañado.

Apenas estamos comenzando, sígueme –ordenó.

No tengo muchas opciones –dijo en un tono serio.

La azabache guió al joven caballero por todo París, se tomaron fotografías, fueron al cine, viajaron en metro, se subieron a la rueda de la fortuna, compraron un helado y se detuvieron en el parque.

El chico se había divertido, estaba agotado, hace mucho tiempo que no corría de un lado a otro.

–Necesito un descanso –dijo la azabache para después soltar un gran suspiro.

¿Esto es lo que haces todos los días? –preguntó serio.

Solo...algunas veces, no había ido a tantos sitios en un solo día –se enderezó en su asiento– me sorprende que hayas aceptado todas mis peticiones –sonrió tiernamente.

Todo tiene un precio, niña –dijo serio.

¿Y cuánto me cobrarás por haber aceptado mis peticiones? –preguntó con mucha intriga.

La próxima vez...yo haré los planes y tu aceptaras sin negación alguna ¿Estas de acuerdo? –la miró con una sonrisa engreída.

La chica estaba insegura pero quería tomar riesgos, le sonrió al rubio y asintió

Aceptó –dijo con una sonrisa sincera.

El chico se quedó hipnotizado con la sonrisa de la azabache, solo en sueños, ella le sonreía de esa forma y no podía creer que otra vez la tenía a su lado.

Y haría todo lo que estuviera a su alcancé para que ella no se fuera.

En la mansión Agreste, Gabriel estaba enfadado, se había percatado de la ausencia de su hijo, Felix, había salido sin autorización.

Emilie estaba angustiada, no sabía en dónde se podría encontrar su hijo, mientras tanto, el joven modelo sólo estaba serio apretando sus puños, por dentro, moría de celos al pensar que su hermano podría estar haciéndole compañía a la azabache, la chica no respondió ninguna llamada del chico con ojos esmeraldas, quería pasar un día agradable y lo estaba logrando.

El joven de peinado refinado, entró a la mansión y se sorprendió al ver a sus padres y su hermano en el recibidor, los miró serio esperando los sermones.

Emilie solo se acercó a abrazarlo, sentía mucha tranquilidad al saber que su hijo, se encontraba bien y a salvo.

Me desobedeciste, Felix –dijo en un tono serio el mayor de los Agreste.

No es la primera vez, padre –frunció el ceño.

–Sabes muy bien que estabas castigado, no tenías permitido salir de esta casa –dijo subiendo un poco el tono de voz.

Pensé que no le tomarías importancia como el resto de cosas que hago, deberías concentrarte más en tu hijo perfecto y no meterte en mis asuntos –dijo firme.

En aquella sala, se podía sentir un ambiente incómodo, Emilie tomó de los hombros a Felix y habló.

Adrien no es el hijo perfecto, Felix –el chico antes mencionado solo puso los ojos en blanco– es la imagen de la marca de tu padre, es importante que un acontecimiento como el de ayer no vuelva a suceder, puedes afectar el trabajo de tu hermano –habló la mujer intentando tranquilizar a su hijo.

Me importa una mierda este pedazo de basura –se acercó amenazante hacia su hermano.

Es completamente mutuo, hermano –dijo serio.

Solo te di lo que te estabas buscando desde hace tiempo.

–¿Y por eso me quitaste a Marinette? –reclamó.

No pienso permitir que le hagas daño a Marinette –encaró el de peinado refinado.

¿Ahora te importa? –preguntó extrañado– siempre la llamabas "niña estúpida".

–Estaba molesto por que te escogió a ti –apretó los puños.

Por qué ella sabía que siempre la trataría mejor que tú –sonrió engreído.

Pero eso cambió, ahora ella se siente más segura a mi lado –sonrió de igual manera.

Solo le lavaste la cabeza, es cuestión de tiempo para que ella me vuelva a escuchar y arreglaré las cosas –dijo convencido.

No dejaré que tus palabras bonitas, le laven el cerebro, lucharé por ella con todo el amor que le tengo –confesó firmemente, una confesión que al joven modelo y al resto de los presentes ahí, les sorprendió escuchar.

No la amas...–dijo el joven modelo convencido de que su hermano sólo quería molestarlo.

–¡La amo, antes de que ella te conociera pero lo arruinaste! –mencionó enfadado.

Todos se quedaron callados ante aquella confesión, Felix dejó de fruncir el ceño y se dirigió a las escaleras para después subirlas y caminar a su habitación.

Se acostó en la cama y miraba el techo cuando de un momento a otro, una sonrisa risueña, apareció en su rostro.

Amaba a Marinette y eso era algo que nunca pudo negar, se sentía más aliviado, ahora su familia sabía sobre sus sentimientos, ya no era más un secreto y aquello le transmitía tranquilidad y emoción.

Sin embargo, el joven modelo, estaba explotando de los celos, al llegar a su habitacion, cerró la puerta con brusquedad y se recargo en esta, su respiración estaba agitada por la ira que sentía hacia los sentimientos de su hermano por la azabache, los mismos sentimientos que él sentía por ella.

Intentaba tranquilizarse pero las palabras que pronunció su hermano, pasaban por su cabeza una y otra vez, quería gritar, quería romper algo, quería golpear a su hermano y obligarlo a alejarse de la chica, pero era una locura.

Su corazón se estaba quebrando, después de querer reprimir la ira que sentía, término soltando un suspiro de desesperación, se deslizó por la puerta hasta llegar al suelo, flexionando las rodillas y cubriendo sus rostro con sus manos, empezando a llorar, sin importarle si alguien escuchaba sus sollozos.

Ahora los papeles de los gemelos Agreste se habían invertido, ahora el joven modelo se sentía solo y vacío, mientras que el de cabello refinado se sentía alegre y emocionado.

Y la azabache, se sentía tranquila y feliz, había recuperado a su mejor amigo de la infancia y había logrado ignorar las llamadas de Adrien sin sentirse culpable.

Ese día se podía declarar como un nuevo comienzo, el cual, ya no tenía retroceso.

𝑻𝑹𝑨𝑻𝑶 [𝙰𝚄 Felinette]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora