Katniss

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El viernes por la mañana, llegué temprano al trabajo. Me gustaba leer en mi oficina antes de clases. Tranquilizaba mis nervios más que cualquier otra cosa. Mi gran cita con Philip era mañana, lo cual me ponía jodidamente ansiosa, así que me quebré e intenté llamar a mi madre por la mañana. Se rehusó a contestar el teléfono, así que no tenía ni idea de cuál era el pronóstico de mi padre, si aún tenía las dos piernas, o qué. Luego de darle un vistazo al currículo que quería utilizar en cada clase,
dejé salir un pequeño suspiro de alivio y abrí mi lector electrónico, ansiosa de escapar en algo de jugosa ficción. Pero un golpecito en la puerta me hizo apretar los dientes. Necesito algo de tiempo a solas aquí, gente. ¿Por qué...?
Todo pensamiento se congeló en mi cabeza cuando vi a Peeta Mellark.
—¿Qué...? —No sabía qué decir. Simplemente abrí la boca. Su cabello se encontraba mojado y su rostro brillaba como si acabase de salir de la ducha o hubiese estado sudando profundamente. Echando una ojeada por su atlético cuerpo, noté que usaba pantalones de algodón grises, zapatos deportivos sin medias, y una camisa marrón arrugada que abrazaba su definido pecho. Entró a mi oficina, con la mandíbula tensa y la mirada llena de ira.

—Oiga, no quiero que me dé una nota que no me merezco. Luché por una A, maldición. Y quiero habérmela ganado. Mi boca se abrió de par en par. —¿Qué...? —dije de nuevo, luego sacudí la cabeza. Decoro, Katniss. Luego de un profundo respiro, lo intenté de nuevo—: ¿Qué le hace pensar que no se la ganó? —Porque acabo de venir de levantar pesas y mi entrenador me dijo que se quejó con su decano. Y recuerdo que ese tipo estaba en su oficina cuando
vine a hablar con usted la semana pasada. Creí haberle dicho que no quería ningún tratamiento especial simplemente porque...

—Y no lo traté diferente. —Fruncí el ceño al caer en cuenta de lo que me
decía. Por supuesto, vino a discutir conmigo por una A. Solo Peeta Mellark haría algo así—. Lo lamento, señor Mellark, pero en todo caso, fui aun más severa en
la evaluación debido a eso. Créame, se ganó la nota.
Dejó salir una amarga risotada y se giró para introducir una mano por los mechones de su cabello. —¿Por qué me cuesta tanto creer eso?

—No tengo idea. —Me levanté y apoyé las manos sobre mis caderas,
fulminándolo con la mirada—. Tal vez sea porque es un individuo terco, desconfiado y despiadado. —Se giró de nuevo para mirarme con sorpresa. Arqueé una ceja.

—Y para su información, no disfruté para nada que mi jefe me llamara la atención por las notas justas que doy. Me hizo querer darle una aún peor que la anterior. Pero entonces escribió eso, y de repente, ya no
tuve que preocuparme por lo que me dijo Frenetti, ya que simplemente pude haber llevado su ensayo a la junta y hacer que lo expulsaran permanentemente.
No había ninguna razón para darle una A, excepto que me sorprendió por completo cuando escribió un ensayo decente. Me demostró lo mucho que está dispuesto a hacer para lograr sus metas, y decidí no quitarle eso. Así que simplemente tendrá que aceptar el hecho de que soy una profesora tan asombrosa e increíble que pude atravesar su cráneo en la única reunión que
tuvimos, y que milagrosamente le enseñó el significado del análisis de la literatura. ¿Entendido?
Parpadeó. Cuando no cambié mi expresión, parpadeó un par de veces más hasta que su rostro se suavizó. Luego de soltar un suspiro, sacudió la cabeza y se echó para atrás. Con la mirada llena de preguntas, murmuró—: En
serio cree que me enseñó así de bien, ¿eh? Levanté la barbilla, obstinada.

—Oh, sé que lo hice.

Una sonrisa apareció en sus labios. Luego soltó un bufido divertido.
—Bueno, está bien entonces. Si dice que fue una A verdadera, no lo discutiré.

—¿Quiere decir, como lo estuvo haciendo durante los últimos cinco
minutos?

—Sí. —Esta vez, su sonrisa fue un destello brillante.

La Dra. Everdeen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora