Katniss

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Jueves en la noche. Noche de chicas. 

El Club Nocturno Forbidden estaba
lleno como siempre.

Después de aplicarme un poco de maquillaje y colocarme mi par favorito de pantalones ajustados con botas altas de cuero y una blusa elegante, entré al club, incapaz de estar lejos de mi hombre. Caminando entre la multitud, me mantuve cerca de las paredes oscuras, preguntándome si él estaría atendiendo mesas o en el bar esta noche. Escaneé las mesas primero hasta que vi a un mesero. El compañero de Peeta se hallaba
de pie junto a una mesita, metiendo unos billetes en la cintura de su delantal negro para darle a la mesa llena de chicas su cambio. Tuve el mal presentimiento que sabía dónde había obtenido el ojo negro que llevó toda la semana, así que nunca le había preguntado al respecto a Peeta. Mientras Gale entregaba el cambio, se inclinó para hablar en el oído de una chica. Pero lo que sea que dijo debió haber sido bastante ofensivo porque la boca de ella se abrió justo antes de abofetearlo. Él sonrió, le lanzó un beso y se alejó sin prisa. Sacudiendo la cabeza, me pregunté cómo Peeta se había hecho amigo de tal personaje. El próximo mesero que vi resultó ser otro de mis estudiantes. También otro jugador de futbol. Él debió haber sentido mi mirada porque me vio al pasar y casi se tropezó con sus pies. Miró boquiabierto un segundo antes de
acercarse a mí.

—D...Dra. Everdeen —saludó. Mierda. Mi cubierta estaba arruinada—. ¿Necesita un trago?

—No. Yo... —Comencé antes de callarme. Genial, si no necesitaba un trago a mitad de precio en la noche de chicas, entonces, ¿qué razón tenía para estar aquí? Así que abrí la boca para ordenar algo, cualquier cosa, cuando él señaló con su cabeza a la parte trasera del club—. Peeta está trabajando en el
bar esta noche. Quedé boquiabierta. —Yo... ¿perdón? —Fruncí el ceño como si estuviera confundida. Por dentro, mi sistema nervioso se volvió loco de pánico. Pero, ¿por qué demonios me diría automáticamente donde estaba Peeta? No debería saber que me encontraba aquí para ver a Peeta.
Como si se diera cuenta que había hablado de más, amplió los ojos.

—Es decir... —Tosió en su mano. Imaginé las ruedas en su cerebro girando, tratando de idear una cubierta—. Es decir... mi amigo, Peeta, fue al bar... sabe, en caso
de que cambie de parecer y quiera ordenar algo. Puede ir allá, sin problema, y ordenar algo... si quiere... más tarde.

Él debía ser el peor mentiroso de la faz de la tierra. Una instantánea capa de sudor ya había cubierto su rostro y sus ojos abiertos como si me rogaran que le creyera. Pero al menos parecía saber que estaba atrapado porque se alejó antes de que pudiera responder y se perdió en la multitud de personas. Lo observé, mi corazón latiendo fuerte. Él sabía. Sabía acerca de Peeta y yo. Mis instintos de huida se activaron. Quería correr hacia la puerta y continuar corriendo, porque si este chico sabía, entonces, ¿quién más lo sabía? El compañero de cuarto de Peeta sabía. Más se acabarán enterando. De repente me sentí como si estuviera en frente del tictac de una bomba. Esto iba a terminal muy mal. No parecía haber forma de salir de esto.

—Hola, ¿dama hermosa? —dijo una voz a mi derecha, regresándome al
presente—. ¿Puedo conseguirte un trago? Me di la vuelta lentamente, para ver a otro mesero acercándose. Este tenía un tatuaje a un lado de su cuello, otros más a lo largo de ambos brazos y demasiadas perforaciones para contar. Lo miré pero no lo observé realmente.
La certeza de mi inminente perdición me abrumada, y no podía respirar bien. Pero el mesero sonrió y chasqueó su dedo como si me reconociera. —Estuvo aquí hace unas pocas semanas, coqueteando con Mellark, ¿cierto? Él está trabajando en la barra esta noche. —Serpenteando su brazo alrededor de mi cintura, aplicó la más minina presión en la base de mi espalda y me incitó hacia adelante mientras me acompañaba al bar. No estaba presionando, sino siendo considerado, por lo que sabía que
podía retroceder y escapar si quería. La parte mala era que sí quería escapar. No estaba segura de si podía enfrentar a Peeta ahora. Mi mente daba vueltas y el objeto de mi bolso parecía calentarse a través del cuero y quemar mi pierna.
Dejé que el compañero de Peeta me guiara de todas maneras. Se inclinó
ligeramente para hablar en mi oído.

La Dra. Everdeen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora