Peeta

212 19 2
                                    

—Has vuelto. —Las palabras resonaron en mi cabeza. Regresó. Mierda. Katniss había vuelto a Forbidden. Me devolvió la hoja de papel.

—Sí, yo... yo...

—¿Tienes ganas de tomar más Bud Light Lime? —sugerí, asegurándome de que mis dedos tocaran los suyos cuando recuperé la nota. Se ruborizó y me lanzó una mirada horrorizada. —Dios, no. —Pero aún cuando negó con la cabeza, sus dedos parecieron deslizarse deliberadamente por la parte externa de mi pulgar cuando retiró su mano. Santo Dios. Me encogí por la obscena cantidad de placer que me causó—. No creo que pueda volver a beber ese veneno en un tiempo. Solo tomaré un refresco de cola. —Cuando se sentó, diciéndome que planeaba quedarse un rato, mi corazón casi se agrietó al golpear con tanta fuerza contra mi pecho. Asentí y lancé la nota de trabajo a un lado antes de poner mis manos en el mostrador entre nosotros.

—Sabes que hacen un refresco de cola genial justo al cruzar la calle, en ese restaurant sin alcohol de ahí. También es más barato. Asintió y se deslizó de su taburete, levantándose.

—Tienes razón. No sé...
no sé lo que hago aquí. Debería irme.

Oh, demonios, no. Atrapé su mano cuando tocó la barra para alejarse.
Atrapado contra el mostrador, esperé hasta que levantó la vista, sorprendida.

—No te vayas. Lo siento. No debí haber bromeado. Solo quería escucharte admitir que te encontrabas aquí por mí.
Sus ojos se entrecerraron. —¿Por qué? ¿Por qué te gusta torturarme?

—No. —Sacudí la cabeza, sintiéndome lo bastante torturado por ambos—. Porque eso me habría alegrado todo el día. Alejó la mirada. Cuando se perdió completamente y buscó su celular en el bolso, la decepción casi me comió vivo. Probablemente le decía a su cita que se apresurara porque no quería estar atrapada conmigo un segundo más de lo debido.
Si hubiera accedido a darle otra oportunidad al Dr. Chaplain, aún cuando él ya se encontraba comprometido, maldición, no sabía cómo lo tomaría. Creo que muy mal.
Pero tan pronto como alejó su teléfono, mi trasero vibró. Confundido, lo saqué de mi bolsillo y fruncí el ceño ante el número desconocido. Curioso por
ver quién me enviaba un mensaje, lo abrí y mi boca se desencajó cuando leí lo que estaba escrito.

ESTOY aquí por ti.

—Oh. —El aire se liberó de mis pulmones. Mierda. El placer, el anhelo y la ansiedad que rugieron en mí eran mucho más intensos de lo que quería. La miré.

Se mordió el labio y miró hacia atrás, y esa abrumadora sensación rugió a la vida dentro de mí.
Dios, tenía que hacer eso, ¿no? —Ya sabes, me encontraba totalmente
preparado para dejarte en paz. Me convenciste de que era mala idea. No iba a arriesgar toda tu carrera solo por mi propio placer. Pero que vengas esta noche...

—Exhalé y sacudí la cabeza—. Es demasiado tentador para resistirlo.
Sus ojos se llenaron de pánico. Levantando su barbilla con elegancia, dijo—: No hay nada malo en ir a un bar a tomar un trago.
Me incliné hasta que pude sentir su aroma a lavanda. Luego ladeé la
cabeza y sonreí.

—No, no hay nada de malo en ello, para nada. Se sentó lentamente, con la mirada desconfiada, como si sospechara de mis motivos ocultos. Le di una sonrisa inocente, pero simplemente estrechó más la mirada. Mujer paranoica. Amaba lo fácil que era hacerla sospechar.

—Ya regreso con tu... refresco.

Alejándome, tarareé para mí mismo mientras agarraba un vaso y abría el contenedor del hielo.

—Pensé que habías dicho que no te acostabas con tu profesora.
Levanté la vista para encontrar a Lowe lanzándome una mirada curiosa al tiempo que metíamos hielo en los vasos. Alzó las cejas.

La Dra. Everdeen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora