Peeta

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El club se encontraba más lleno de lo habitual. Con una toalla blanca
sequé el sudor de mi frente mientras miraba el enjambre de cuerpos que inundaban el otro lado de la barra.

Cuando una camarera apareció con una bandeja redonda llena de
botellas vacías, levanté mi barbilla a modo de saludo. —¿Alguna buena propina esta noche?

—Oh, sí. —Movió las cejas antes de tirar los envases vacíos en el cercano contenedor de basura. El familiar tintineo y el quiebre de cristales casi me consoló porque había llegado a ser tan común. Pero ése era el único consuelo que sentí esta noche.

Debía tener la noche libre, sin embargo en los últimos nueve días desde que renunciaron los gemelos, había estado atrapado detrás de la barra del Forbidden todos esos putos días. Planeé reunirme con Tianna y su amiga Marci en la fiesta de la fraternidad de esta noche, para un esperado trío. Pasaron casi
seis semanas desde que estuve dentro de una mujer. Ese fue un gran período de sequía para mí.
Tal vez fue lo que me hizo pensar en cosas sucias sobre mi profesora de inglés. Últimamente, he pensado en ella justo antes de irme a dormir. Cuando mi cabeza se encontraba recostada en la almohada y mis ojos acababan de cerrarse, era cuando ella llegaba vacilante a mi subconsciente hasta que tenía
oficialmente más de un sueño húmedo sobre ella.
Seguía sin poder creer que casi la besé en su oficina ayer por la mañana. Tenía que ser lo más vergonzoso y horripilante que jamás había hecho. Era imposible decir si ella se hizo la tonta después, o si honestamente no tenía ni idea de lo cerca que estuve de inclinarme y devorar su boca. Agradecía que no hiciera un problema de eso. Pero añadía una razón más por la que realmente necesitaba encontrar una mujer para una agradable y satisfactoria liberación. Y pronto. Excepto que,
Jessie, maldita sea, justo tuvo que llamarme para venir a trabajar. Con Gale fuera de la ciudad visitando a su familia y el chico nuevo, Lowe, haciendo una cosa u otra con su novia, nos dejaba con Finnick trabajando involuntariamente en nuestra noche libre.

—¿Qué te daremos, cariño? —preguntó Finnick a la camarera cuando ella apoyó los codos contra la barra y tomó una respiración profunda y vigorizante como si también necesitara un día libre.

—Necesito un ron doble con cola y dos botellas de cerveza Coors. Y tomaré valium si tienes uno.

—Ah, no puede ser tan malo. —Finnick se inclinó sobre el mostrador para masajear las sienes de la camarera mientras cogía un vaso para preparar su pedido.

Me reí entre dientes. —Sí, deberías trabajar en la noche de mujeres por
nosotros alguna vez. Entonces te escucharé hablar acerca de un mal turno. Me lanzó una mirada sucia solo para cerrar los ojos y gemir cuando Finnick tocó una zona sensible. Sacudiendo mi cabeza por la forma en que sin esfuerzo él siempre hacía suspirar a las chicas, puse el ron con cola en una servilleta de cóctel y cogí las cervezas de la nevera.
Sosteniendo el cuello de las dos botellas en una mano mientras quitaba las tapas con un abridor, miré hacia Finnick y la camarera justo cuando una mujer cruzó mi línea de visión entre las personas detrás de ellos. Apenas alcancé a
ver su perfil, pero fue suficiente para estirar el cuello un poco más y tratar de verla de nuevo.

Ella usaba un vestido oscuro, sin espalda, cuya falda se ensanchaba
desde su diminuta cintura y terminaba justo por encima de las rodillas. Sus delgados y delicados hombros eran color crema pálido y atractivos. Y su pelo...  guau, su pelo era oscuro, pero no negro. Tal vez un profundo caoba con toques
de marrón. Lo había peinado con raya a un lado y lo juntó en un rizo suelto, mientras que el otro lado lo dejó cayendo por su espalda.
Me encantaba cuando las mujeres hacían eso, dejando un lado todo
misterioso y escondido bajo una recompensa de ricos rizos, mientras que la otra mitad me tentó con una vista abierta de carne desnuda. Siempre quise hacerlos a un lado e inclinar la cabeza para besar el hombro descubierto mientras sumergía mis dedos por la parte que fluía libre para acariciar lo que
se ocultaba debajo. Lo mejor de ambos mundos.
Y con esta dama que llevaba un vestido sin espalda, mi mente ya
desenterraba visiones de cómo podría simplemente seguir besando, haciendo un camino hacia abajo, hasta esos hoyuelos gemelos en la parte superior de su trasero.
Me estremecí por el repentino peso que ajustaba mis pantalones y puse a ciegas las dos botellas en la bandeja en espera al lado de Finnick.

La Dra. Everdeen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora