Finnick hizo la mayor parte de su trabajo. Al hablar con ella toda la noche, debo haber estado manteniendo lejos a los merodeadores. Porque tan pronto
como me sumergí en el trabajo, sirviendo bebidas, los hombres la inundaron, tratando de coquetear con ella. Finnick no alejó exactamente a los perdedores,
pero en realidad no tuvo que hacerlo ya que ella los alejaba por su cuenta. Dios la bendiga.
Me dije a mí mismo que no significaba nada. Ella había recibido bien mi atención y prácticamente me preguntó cómo me gustaba tomar a mis mujeres, pero rechazaba a los otros. Eso no significaba... tal vez sí. Incluso borracha, me prefirió sobre los demás.Cuando le preguntó a Finnick donde se encontraba el baño y desapareció
en la parte trasera, toda fibra de mi ser quería que la siguiera. Pero mi maldito y molesto compañero de trabajo me agarró del brazo.—Me dijiste que no te dejara ir, hombre.
Tiré mi brazo de su agarre y le envié una mirada sucia, pero me quedé detrás de la barra como un buen chico. Pero cuando ella no regresó a los cinco minutos, me encontraba listo para morderme mi propio brazo.
—¿Y si alguien la atrapó allí atrás y la está acosando? —le gruñí a Finnick, necesitando comprobar su seguridad, lo que malditamente me sorprendió. Aparte de mis hermanos y hermana, y bien, tal vez mis compañeros de equipo
en el campo, oh, y posiblemente mis compañeros de trabajo, nunca me había sentido protector por nadie. No por una chica que deseaba.—Veré como está —dijo Finnick, levantando las cejas en ese modo paternal, diciéndome que retrocediera. Lo fulminé con la mirada mientras prácticamente lo empujaba hacia el pasillo. —Bueno, ve, entonces. Se fue y volvió casi de inmediato.
—Está bien —fue su única respuesta.
Abrí la boca para demandar más detalles. ¿Bien, cómo? ¿Con otro chico? ¿No vomitaba? ¿Dormía pacíficamente e intocable en la oficina trasera? Necesitaba saber más. Todo. Pero llegó la última llamada, y el trabajo robó mi atención durante la siguiente media hora. Seguí buscándola, pero no volví a verla. Debió haberse
deslizado entre la gente cuando yo no miraba. Lo que me irritó muchísimo. No pude ni siquiera darle un último vistazo en ese inolvidable vestido sin espalda.
Finnick encontró un par de chicas borrachas y se ofreció a llevarlas a casa, dejándome para que limpiara detrás de la barra. Más personas se fueron, y las camareras se hallaban ocupadas barriendo y ordenando el área principal.Limpiaba la barra cuando vi a alguien por la esquina de mi ojo yendo a los tropiezos por el pasillo que conducía a los baños. Ya que cerramos hace diez minutos y el lugar se hallaba vacío de clientes, eché un vistazo para decirle
a quien quiera que fuese que debía irse. Pero Katniss Everdeen se encontraba demasiado ocupada excavando en su bolso y sacando un set de llaves para notarme.
Mi boca se abrió. Aún no se había ido. La observé otra vez, tan ocupado con mi escrutinio que me tomó un segundo darme cuenta de lo que hacía. Cristo, no iba a conducir en su condición, ¿o sí?
Rebuscando en el anillo lleno de metales hasta que encontró la llave que buscaba, tropezó con sus tacones, chocando contra el costado de una mesa, y luego enderezándose antes de dirigirse hacia la puerta.Oh, diablos, no. —¡Oiga! —grité—. Dra. Everdeen. No me escuchó, o simplemente me ignoró.
Cuando salió, maldije. —Vick. —Me giré hacia una camarera que sacaba
cuentas y contaba en la caja registradora—. ¿Están bien aquí, chicas? Ni siquiera detuvo su cuenta, sino que asintió y me hizo señas con su mano. —Sí. Puedes irte.—Gracias. —No esperé a que cambiara de opinión. Poniendo una mano sobre el mostrador, salté sobre él y corrí hacia la puerta.
El aire fresco del viento atravesó mi camiseta tan pronto como salí y me
recordó que dejé mi chaqueta dentro. Pero no me importó; la recogería más tarde.
Buscando a mi profesora y localizándola de inmediato, puse las manos alrededor de mi boca.
—¡Katniss! Vaciló y giró, dejando caer sus llaves en medio de la calle. Un coche acababa de doblar, pero ella no pareció notar su aproximación mientras se
agachaba para recoger su llavero, sorprendiéndome con una vista de cuán bien lucía su culo en ese vestidito corto. El pánico saltó en mis venas cuando me preocupé por el auto que estaba a punto de convertirla en un panqueque.
Saltando de la acera, corrí hacia adelante, agarré su codo y la puse en posición vertical al tiempo que ella agarraba el manojo de llaves. El próximo auto desaceleró cuando nos atrapó con sus faros, pero la saqué del camino de todos modos.
Apartó mi mano tan pronto como llegamos a la zona de estacionamiento y el coche aceleró, pasándonos.—¿Qué crees que estás haciendo? —demandó.
Puse las manos en mis caderas y me cerní sobre ella. —Trato de
averiguar que mierda crees tú qué haces. Intentó mantenerse en pie, endureciendo los hombros, pero acabó tropezando un paso a la izquierda.—Yo...
—Hizo una pausa para hipar. Maldita sea, ¿por qué tenía que pensar que las chicas borrachas con hipos eran tan adorables?—. Voy a casa. El bar cerró. Mi... mi cita me plantó. Una arruga se formó entre sus cejas cuando lo confesó. Lució confundida y dolida.Suspiré. Mierda. Mierda, mierda, mierda.
—Pero no ibas a conducir a casa, ¿o sí? Se giró para mirar su auto como si estuviera considerando su respuesta. Luego evadió descuidadamente.
—Bueno, seguramente no me llevará volando a mi casa.
—Querido Dios. —Froté mi frente—. ¿Cómo puedes tener un doctorado a
los veintitrés y ser tan ingenua?
Con un suspiro, presionó la palma de su mano contra el pecho. —¿En qué estoy siendo ingenua?—¿En qué crees? No puedes conducir a casa borracha. ¿Qué si tienes un accidente? ¿Qué si te detienen? Irías a la cárcel y perderías tu trabajo. Entonces
nunca serías capaz de darle a un pobre idiota como yo otra D en tu vida.—Tienes razón —admitió. Luego giró los ojos en mi dirección y
pareció tan perdida que quise alejar todos sus problemas—. ¿Pero cómo se supone que vaya a casa? —Sus hombros cayeron—. Solo quiero ir a casa. Suspiré. Maldita sea. Si tan solo no hubiera habido un temblor en su miserable y abatida voz.—Te llamaré un taxi —ofrecí, ya hurgando en mi bolsillo. Después de
trabajar en el bar por tantos meses como lo he hecho, tenía el servicio de taxi favorito enumerado en el marcador rápido.—Pero no puedo dejar mi auto aquí. —Sonó horrorizada.
Hice una pausa, cerniendo mi pulgar sobre el botón de llamada.
—Está bien. La gente lo hace todo el tiempo. Este es un estacionamiento bastante seguro. Puedes regresar y recogerlo en la mañana, no hay problema. Mordiendo su labio inferior, miró su Sedan oscuro con preocupación.—Maldita sea —murmuré bajo y guardé mi teléfono—. De acuerdo, bien.
—Jesús, no podía creer que fuera a ofrecer esto—. Dame tus llaves, y te llevaré a casa.
Se giró hacia mí con esperanza en su expresión, incluso cuando dijo—:
¿Pero qué hay de tu auto? ¿Cómo irás a casa? Sacudiendo la cabeza, traté de no estar encantado sobre el hecho de que todavía se encontraba bastante consciente para pensar en mí. —Me quedaré contigo.—¿Qué? —Tropezó lateralmente mientras abría la boca. Reí. —Es broma. Llamaré un taxi desde tu casa y haré que me traigan de
vuelta.Está bien, así que me encontraba demasiado avergonzado para decirle que no tenía un coche. Ya que solo vivía a ocho cuadras, planeé caminar a casa. Pero podía llamar a un taxi desde su casa si tenía que hacerlo.
Parpadeó, y el movimiento la hizo parecer un búho. El maldito búho más lindo que he visto. Mirando lejos porque ella aún me sostenía bajo el asilo de su encanto con su cara bonita y ropa sexy, solté un suspiro, medio esperanzado de
que declinara y me dejara llamarle un taxi, pero a la vez de que pudiera pasar otros minutos en su compañía mientras se encontraba así.—¿Harías eso por mí? —Las palabras arrastradas sonaron extrañas al salir de su perfecta boca porque su habla siempre era tan concisa en clases. Era como si ella fuera una persona completamente diferente. Una persona a la que
estaba permitido desear—. ¿Por qué lo harías? —Me miró, perdida y confusa de nuevo—. Tú me odias.—Yo no... —Cuando sacudí la cabeza, tuve que apartar mi cabello de mis ojos—. No te odio —dije, más suave está vez. Lejos, lejos de ello.
Sus labios se separaron y quise morderlos —especialmente el más lleno, el inferior— luego chuparlo dentro de mi boca y lamer para alejar el ardor.En silencio, me tendió las llaves. Una oleada de conciencia se desató a través de mi sistema.
No debería hacer esto. Era peligroso. Tentador. Todavía tenía un lado de su cabello levantado, aunque después de las últimas horas en el calor del bar y en medio de la presión de tanta gente, había comenzado a ceder en algunos
lugares. Todavía... lucía tentador, como si alguien hubiera tenido sus manos en él. Si solo esas pudieran ser mis manos.Cediendo a su atracción, tomé las llaves y contuve el aliento cuando sus dedos rozaron los míos. Dios, esto iba a ser malo. Ya podía decirlo.
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La Dra. Everdeen.
RomanceTercer año en la universidad. Atleta estrella. La constante atención del sexo opuesto. Hasta que una persona vislumbra al verdadero yo. Nunca esperé conectar con alguien así o querer más allá de una noche. Esto podría ser algo real.