Le encantó. Katniss no dijo nada en voz alta, pero todo lo que tenía que
hacer era observar las expresiones que revoloteaban en su rostro para saber que la experiencia le fascinó.—Oh, Dios mío. Mira. De verdad venden algodón de azúcar en los
carnavales. Creí que eso podría ser solo un cliché de las películas.
Cuando ella me jaló con la mano para salir corriendo, apresurada hacia el puesto de comida, me sentía como un paseador de perros siendo arrastrado por todas partes por mi mascota sobreexcitada. Reí y me apuré para mantener el paso. Era tan malditamente adorable cuando dejaba libre a su niño interior. Mientras ordenó una gran bola rosada de algodón de azúcar, yo compré una Coca-Cola porque sabía que necesitaría un trago pronto.—Oh, guau. —Apretó los labios después de la primera prueba y arrugó la nariz—. No me di cuenta de que se derretiría tan pronto como tocara mi lengua. Pero, guau, en serio es pura azúcar, batida en una bola esponjosa, ¿verdad?
—Toma. —Le ofrecí el trago y me agradeció con amabilidad antes de arrebatármelo y tomar la mitad del contenido. Comió del algodón de azúcar mucho más lento luego de eso, y juntos, subimos a las gradas del carnaval, mirando una corta función de marionetas antes de que otro vendedor nos llamara incitándonos a probar su tiro de pelota. Katniss me golpeó en las costillas. —Vamos, señor Mariscal de Campo —provocó—. ¿Por qué no nos muestras lo que tienes?—Oye, tú eres la campeona del tiro de pelota ahora; tuviste un día entero de práctica. ¿Por qué no tratas? —Ohh. —El vendedor nos miró con deleite—. Huelo un desafío. ¿Quieren ir uno contra otro? Entonces, hicimos el tiro de pelota. Pateé su trasero, por supuesto, y me dijo que un mal ganador. Me encogí de hombros y le dije que se lo pondría fácil cuando decidiera ponérmelo fácil calificando mis ensayos. Murmuró—: Touché. —Luego rodó los ojos, riendo. Cuando el vendedor me felicitó y puso un conejito de peluche azul con orejas colgantes rosadas en mi pecho, lo miré como si hubiese perdido la cabeza.
Katniss se agarró el estómago y rió más fuerte. —Ahhh. Lucen tan lindos juntos. Y mira, su pelaje es casi del mismo color que tus ojos. Creo que es una combinación hecha en el cielo.—De acuerdo, listilla. Mejor tomas esta cosa porque es seguro que no lo llevaré por todos lados.
Cuando lo empujé hacia ella, lo miró como si tuviera la rabia.—Pero... yo nunca he tenido un animal de peluche. Sus brazos se enredaron alrededor de él para evitar que se cayera.
—Nunca sé es demasiado viejo para comenzar —dije, sintiéndome
engreído por haber podido darle el conejito sin ser cursi al respecto.
Seguía luciendo completamente aturdida. —¿Pero qué hago con esto? —Demonios, no sé. Ponlo en tu cama con todos los cojines que tienes.—Bueno. —Aún actuaba indecisa, pero podía ver el anhelo en sus ojos.
La niña quería su peluche. Al final, cedió con un calmado y sincero—: Gracias.—Pestañeó, y lo juro por Dios, si dejaba caer una sola lágrima, iba a arrastrarla al primer tranquilo y oscuro rincón y la besaría sin sentido. Pero, en serio, ¿qué clase de padres no les compra animales de peluche a sus hijos? Incluso mi rara madre, un año para navidad, me lanzó un peluche de perro mutilado, con una oreja arrancada.
Necesitando alejarnos de todo lo emocional, tiré de su mano.—Eso es todo. Es tiempo de llevarte a dar un paseo y ver cuán resistente es tu estómago.
—Oh, yo no... No, eso está bien.
—Con ojos bien abiertos y expresión
cautelosa al instante, negó con la cabeza y se resistió a mí.—¿Qué? No estás asustada, ¿verdad? No te preocupes. Comenzaremos con algo sencillo. ¿Qué te parece la rueda de la fortuna? —¿La rueda de la fortuna? —Sus ojos se abrieron incluso más—. Pero esa es la cosa más grande y alta en todo el parque.
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La Dra. Everdeen.
RomanceTercer año en la universidad. Atleta estrella. La constante atención del sexo opuesto. Hasta que una persona vislumbra al verdadero yo. Nunca esperé conectar con alguien así o querer más allá de una noche. Esto podría ser algo real.