Pasaron cuatro agotadores, horribles, e increíblemente largos días. Y no vi a Peeta ni una vez. Creo que él me torturaba a propósito. Sabía que mi fuerza de voluntad era nula. Él sabía que tendría que verlo pronto. Y honestamente, mañana —cuando fuese a mi clase de literatura americana—, parecía no llegar lo suficientemente pronto. Necesitaba mi dosis de Peeta. Ahora.
Golpeé ligeramente mi barbilla con mis dedos, incapaz de concentrarme en mi trabajo mientras miraba con nostalgia el celular que había puesto en la
esquina de mi escritorio. Cuando comencé a estirarme para tomarlo, pensando en enviarle un mensajito de texto, solo para saludarlo, me abofeteé a mí misma mentalmente y golpeé mis dedos en mi teclado.No. Mala Katniss.
Volví mi atención a la pantalla de mi ordenador en el que ingresaba las puntuaciones en el sistema de calificaciones, y no pude concentrarme en una sola cosa. Odiaba ingresar las calificaciones. Podría tener que dejar de usar el
papel solo para evitar la monotonía de ingresar las puntuaciones.
La única clase hasta el momento en que decidí eliminar el papel era la de Peeta. E iba sorprendentemente bien. Después de que comenzamos nuestra relación, les pedí a los estudiantes de su clase que me mandaran los ensayos electrónicamente. De esa manera, no veía nombres cuando leía sus trabajos. Solo los leía de la forma más justa posible, asignaba la calificación al terminar, y eso era todo, estaban instantáneamente en el sistema. Esa parte, me encantó.
La parte que me asustó fue cuando me di cuenta de que no había tenido
la menor idea de la nota que le puse a mi novio, porque no había sido capaz de discernir cual ensayo era el suyo. Después de terminar con todos en la clase, Peeta y yo comprobamos juntos su puntuación. Creo que casi exprimí sus dedos,
estuve tan nerviosa hasta el momento en que vimos que había conseguido una B.
Casi lloré porque no le di una A como yo esperaba. Pero él se rió, me dio un abrazo y me dijo que estaba bien. Estaba teniendo un promedio de C en la clase. Todo lo que tenía que hacer era sacar otra B en el último ensayo, y estaría bien. Había sonado tan seguro de sí mismo que me relajé. Pero, Dios, no tenía ni idea que salir con uno de mis estudiantes me daría tanto estrés en mi trabajo. Cuando comenzamos esto, estuve segura de que podría separar la escuela y la vida personal. Pero no podía. Quería darle a Peeta la A más grande posible. Alguien se aclaró la garganta, sacándome de mi ensoñación. —¿Dra. Everdeen?
Alcé mi rostro de la pantalla de mi computadora para encontrarme a una bonita pelirroja de pie en la puerta de mi oficina. Me resultaba familiar, pero no sabía con seguridad donde la había visto antes. Girando mi silla para mirarla,
esbocé una sonrisa, siempre emocionada cuando un estudiante me buscaba. —¿Sí?
Se mordió el labio, luciendo un poco nerviosa. —Soy Marci Bennett. Me
gustaría hablar con usted acerca de mi nota.—De acuerdo. Pasa. —Puesto que ya estaba en el sistema, rápidamente
escribí su nombre para sacar su archivo—. Estás en obras maestras del mundo, ¿cierto?—Eso es correcto. —Ella entró y cerró la puerta detrás de sí. Me tomó por sorpresa porque los estudiantes normalmente no lo hacían cuando me reunía con ellos. Por lo general, mantenían la puerta abierta, o era yo la que la cerraba. Solo Peeta era el que siempre lo hacía, lo que me hizo sentir más
inquieta con Marci. Pero ignoré mis aprensiones y continué sonriendo.
Tan pronto como se sentó, su actitud cambió. Su timidez se desvaneció para ser reemplazada por una sonrisa de suficiencia. Confundida por la transformación, deslicé mi mirada sobre ella, observando toda la imagen. Su
cabello era una característica brillante, pero era de un rojo brillante que me hizo preguntarme si se lo teñía. Sus pechos parecían grandes, pero de nuevo, no era nada que un buen sujetador no ayudara a hacer. La mayor parte de ella se veía falso y mejorado.—¿Cómo puedo ayudarte?
Cruzó las manos, precisamente, en su regazo, recordándome a uno de
los movimientos de mi madre.
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La Dra. Everdeen.
RomanceTercer año en la universidad. Atleta estrella. La constante atención del sexo opuesto. Hasta que una persona vislumbra al verdadero yo. Nunca esperé conectar con alguien así o querer más allá de una noche. Esto podría ser algo real.