Peeta

161 13 0
                                    

Y así es como perdí a la mujer que amaba.

Después de amenazarme, Frenetti me ordenó que me fuera de su oficina. Caminé hasta la casa de Katniss. Se hallaba a alrededor de tres kilómetros del campus. Hice el viaje una serie de veces antes, pero hoy, no podía moverme lo suficientemente rápido, no podía llegar a ella lo suficientemente pronto. Cuando llegué allí el lugar se encontraba silencioso y abandonado, su auto se había ido y todo estaba oscuro. Golpee la puerta de enfrente sin éxito. También le escribí y llamé a su teléfono, pero la línea fue directamente al buzón
de voz. Si no fuera por el vacío en mi pecho, podría haber sido capaz de convencerme de que ella no existió en absoluto.

Me salté el resto de mis clases esa semana. El semestre se acercaba
rápidamente a su cierre; sabía que no debía arruinar todos mis progresos. Pero no podía actuar adecuadamente. Quería a Katniss de vuelta. Los chicos de Forbidden reorganizaron nuestros horarios, así que tampoco tenía que trabajar. Demonios, incluso mi hermana paró de llamarme. Debí haberla herido demasiado cuando le grité después de descubrir lo de su bebé. Y no importa cuántas veces me disculpé por enojarme con ella, sentí que
perdimos algo vital en nuestra relación. Probablemente debí haberla llamado para comprobarla, dado que hacía tiempo no me llamaba. Pero no podía encontrar fuerza de voluntad. Entonces,
no hice nada, solo me quedé en el recinto, viendo mi teléfono, esperando a que Katniss finalmente respondiera uno de mis mensajes.
Con el paso de dos días, reduje mis mensajes a solo citas para su
colección. Ya le dije todo lo que podía pensar en decirle acerca de todo lo demás. Ahora solo tenía que recordarle que seguía aquí. Esperando.

Amándola.

Cuando un golpe sonó en la puerta de mi apartamento el sábado en la
noche, salté, sin aliento. Probablemente lucía como una mierda. No me bañaba desde hace al menos tres días, quizá cuatro. Y llevaba los mismos pantalones
de chándal y remera desde... quien sabe cuándo. Tal vez perdí mi rasuradora para siempre. Pero si Katniss se hallaba aquí...

En mi prisa por llegar, trepé sobre la desorganizada mesa de café,
rebosante con bebidas energéticas y envoltorios de bocadillos. Después de golpear mi rodilla contra la esquina, avancé cojeando y al fin tomé el pomo de la puerta, abriéndola.

Pero no era Katniss.

Entrecerré los ojos a Finnick, con la desilusión hiriendo mi pecho.
—¿Qué demonios haces aquí?

Rodó los ojos. —Aparentemente soy tu niñera. Gale y el virgen están
preocupados y aterrorizados por ti. Piensan que no es seguro que estés solo ahora, y dado que ambos trabajan esta noche. Fui elegido para cuidar de tu inestable trasero.

—¿No es seguro que esté solo? —repetí con incredulidad—. ¿Qué
demonios piensan Gale y Hamilton que voy a hacer? ¿Lastimarme?

—Oye, les dije que eras un chico grande, pero... —Se encogió de
hombros—. Gale insistió. Creo que el chico tiene un viejo enamoramiento contigo.

Con un fuerte suspiro, di un paso atrás y abrí la puerta para él.

—Bueno, sería bueno que entres si no te irás.

—Uh... —En lugar de dar un paso hacia adelante, Finnick dio uno hacia atrás—. En realidad, en lugar de eso podrías venir conmigo. Tenía planes antes de que la Batiseñal apareciera para que viniera corriendo a tu lado. Resoplando, dejé escapar una risa, negando con la cabeza. —De ninguna manera, amigo. No te iré contigo a alguna cita obscena. No juego a la tercera
rueda.

Rió entre dientes.

—Contrario a la creencia popular, no tengo un revolcón cada noche de la semana. Y por suerte para ti, me atrapaste en una noche libre. Mason necesitaba que lo ayudara a reparar una basura de auto antiguo que compró. Me dirigía hacia allí para comprobar que funcionara.

La Dra. Everdeen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora