twenty-three

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CAPÍTULO VEINTITRÉS

Cassandra acababa de estacionar su auto frente a uno de los clubes más concurridos de Seattle, Sex Flower

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Cassandra acababa de estacionar su auto frente a uno de los clubes más concurridos de Seattle, Sex Flower.

Había pasado mucho tiempo desde que había estado en un club, mucho más desde la última vez que la había pasado bien en uno, y eso la hizo querer divertirse un poco y tal vez incluso ir allí cuando estuviera abierto y lleno de gente.

La discoteca era grande y su nombre brillaba en diferentes tonos de neón llamando la atención de los transeúntes, como aún era de día no había cola y parecía cerrado, pero eso no era nada que ella no pudiera resolver. Se bajó del auto y con calma buscó la entrada trasera, por suerte para ella, los clubes eran una especie de propiedad pública por lo que no necesitaba invitación para entrar. Cassandra forzó la puerta y la abrió revelando un pasillo oscuro y que apestaba a alcohol y vómito, los humanos borrachos eran los peores.

El hereje siguió por el pasillo que conducía a una sala llena de cajas de cerveza, cajas y cajas de whisky, vino, vodka y bebidas de colores sin nombre –ahí debería estar el caldo de licores–, yendo un poco más adelante Cassandra pudo ver la puerta del área de baile y bebida, que por suerte para ella, estaba vacía.

Cassandra se sentó en uno de los taburetes de la barra y se sirvió un trago doble de whisky y mucho hielo mientras esperaba que apareciera un humano para comenzar el espectáculo. Unos minutos más tarde apareció un chico moreno, alto y con ojos verde oscuro, que se sobresaltó al ver a la mujer sentada allí.

—Está cerrado.

—Lo sé. —Cassandra dejó su vaso en el mostrador, se levantó del banco y se acercó al hombre. —Solo quería un trago de whisky...

—William, William Fell.

—Hola Will, pareces demasiado guapo para ser un simple cantinero.

—Y tú eres demasiado bonita para ser una simple ladrona.

El hereje sonrió y colocó una mano sobre el hombro del niño mientras le susurraba al oído que era demasiado genial para morir: —No soy una ladrona, soy algo peor que eso.

—¿Y qué eres tú?

—Un vampiro.

Cassandra clavó con prisa sus colmillos en la piel del cuello del hombre que gritó y trató a toda costa de empujarla –pero fue en vano– en unos minutos su cuerpo comenzó a languidecer y el hereje se alejó mordiéndose la muñeca.

—Quiero que bebas mi sangre Will, si bebes el dolor desaparecerá, te lo prometo.

El humano tenía tanto sueño que necesitó la ayuda del hereje para beber la sangre, bebió hasta que el corte en la muñeca de la mujer sanó y dejó de sentir dolor.

𝑶𝑪𝑬𝑨𝑵'𝑺 𝑬𝒀𝑬𝑺, 𝚜𝚎𝚝𝚑 𝚌.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora