fifty-one

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CAPÍTULO CINCUENTA Y UNO

Durante todo el camino a la casa de la hereje, Leah no podía pensar en otra cosa que no fueran los ojos avellana de Marie, lo que la hacía bufar cada cinco segundos

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Durante todo el camino a la casa de la hereje, Leah no podía pensar en otra cosa que no fueran los ojos avellana de Marie, lo que la hacía bufar cada cinco segundos.

—Una moneda por tus pensamientos.

—¿Hmm?

—Te daré una moneda por tus pensamientos. —Leah aún no lo había entendido. —Quiero saber qué te hace bufar cada cinco segundos Leah.

La loba se sonrojó, olvidó que Cassie estaba allí: —N—no es nada.

—Creo que ese "nada" tiene nombre. —El hereje fingió pensar. —Marie, ¿tal vez?

Leah se tiró de nuevo en el banco y asintió con la cabeza: —No puedo dejar de pensar en ella y... eso es tan... frustrante.

—Relájate Leah, ella es tu impronta, esto debe ser normal.

—¡Sé que lo es! ¡Por esto es tan frustrante!

—Debe ser extraño ver que tu mundo comienza a girar en torno a una persona prácticamente desconocida.

—Sí, es horrible.

A Cassandra no le gustaba ver a la loba deprimida, pero no tenía mucho que hacer, trató de distraerla de ese tema: —Tú madre y Seth fueron a Londres hoy.

—¿Mi madre y Seth?, wow, incluso había olvidado que estaban aquí.

El hereje se rió: —¿Anne se puso tan pesada en el ensayo que incluso te olvidaste de tu familia?

—¡No te rías! ¡Casi me mata! —Leah se volvió hacia la hereje que ahora se reía aún más de ella. —Me hizo desfilar unas cincuenta veces y cada vez que lo hacía mal me lo hacía saber. ¡Fue una tortura!

—¿Solo cincuenta?

Leah abofeteó al hereje, como una broma, pero aún así fue una bofetada: —¡¿Solo?! ¡Cassie!

—¡Cálmate! Solo pensé que es raro, ¡no tienes que intentar matarme por eso!

—¡Ella me odia!

—Anne no te odia Leah, solo está tratando de ayudarte.

Leah se encogió de hombros y susurró muy suavemente: —Pues no me ayuda gritándome al oído.

—Puedo pedirle que no te grite tanto, pero no sé si ayudará.

—Oh, lo siento. —Leah olvidó que el hereje podía oírla. —Olvidé que me escuchas.

Cassandra se encogió de hombros: —Muy bien, pasa.

El hereje le sonrió al sr. Wilson, su portero, y entró el coche a casa. Leah y ella se bajaron del coche, sin abrir la puerta de la casa ya podían oler el increíble olor de la comida de la tía Sue.

𝑶𝑪𝑬𝑨𝑵'𝑺 𝑬𝒀𝑬𝑺, 𝚜𝚎𝚝𝚑 𝚌.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora