forty-five

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CAPÍTULO CUARENTA Y UNO

CAPÍTULO CUARENTA Y UNO

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Cassandra se rió.

Se rió de la cara que hizo Leah cuando el hombre se acercó a ella y comenzó a susurrar mientras medía. Se rió cuando Seth le gruñó descaradamente a Óscar mostrando que no le gustaba cómo se acercaba a su hermana, y se rió de la tía Sue, que acababa de ver la escena sentada en un taburete mientras desayunaba.

—¡Atrás! —Leah se apartó del humano y gruñó suavemente. —¡¿Quien diablos eres tú?! ¡¿Y qué diablos estás haciendo?!

Óscar no se dejó amedrentar por la amenaza de la mujer y en vez de asustarse se echó a reír. Se rió como si hubiera escuchado el mejor chiste del mundo, se rió tan fuerte que le dolía el estómago y tuvo que apoyarse en la mesa para no caerse al suelo.

—¡Ella es mala! —Óscar señaló a Cassie y respiró hondo, dejando de reír lentamente. —Y tú, tú... bruja inmortal adicta a la cafeína... ¡¿dónde diablos encontraste esta rara gema?!

La hereje tomó un sorbo de café y se encogió de hombros: —Dije que era perfecta.

—¡Ella es más que perfecta! ¡Es una mezcla exótica de guerrero indio y nórdico! —El hereje le dio la espalda agarrando la bolsa que estaba con las galletas, tomó una taza de café y volvió a la habitación donde estaba antes. —¡Espera a que las otras chicas la vean, se morirán de envidia!

Cassandra negó con la cabeza y terminó de tomar su taza de café, agarró otra taza y luego dejó a los demás desayunando, yéndose con una breve advertencia de que se iba a su oficina, la cual estaba hecha un completo desastre. Había montones de telas desechadas, dibujos arrugados y montones de envoltorios de caramelos tirados en el suelo, además de una pequeña montaña de papel sobre la mesa, que estaba segura de que se suponía que era lo único desordenado allí.

Cassandra había hecho algunos cálculos antes de irse de Londres y sabía que estaría fuera por mucho tiempo, lo que resultaría en una buena pila de papeles para ordenar cuando regresara, pero el hereje nunca pensó que sería tanto. Al revisarlo, Cassie vio contratos, documentos, dibujos y carpetas con fotos –que estaba segura de haber guardado en el armario–, había dejado ese lugar ordenado cuando se fue, ¿por qué no estaba como lo dejó cuando se fue?

—Esto es una mierda.

La hereje dejó su café en la mesa y comenzó a recoger los envoltorios de los dulces –lo cual no le tomó mucho tiempo ya que es un vampiro–, después de que todos los envoltorios estuvieran en la basura, Cassandra comenzó a mover sus manos y en segundos las telas que estaban en el piso volvieron de nuevo a su lugar, todo estaba empezando a ponerse en orden de nuevo.

—Creo que encontraste tu regalo de bienvenida.

La hereje mostró sus colmillos y empujó a Óscar contra la pared: —¡¿Qué te dije cuando me fui?! ¡Que nadie entre en mi oficina!

𝑶𝑪𝑬𝑨𝑵'𝑺 𝑬𝒀𝑬𝑺, 𝚜𝚎𝚝𝚑 𝚌.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora