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Drake no era ingenuo ni mucho menos ni sentía ni una pizca de remordimiento por
haber sacado a Evangeline del Impulse para subirla a su coche antes de que la chica
tuviera tiempo siquiera de pensarlo dos veces. Había pedido al chófer que los llevara
a su casa sin demora, una orden que Brady acató al instante. Para satisfacción de
Drake, el coche llegó en tiempo récord frente al rascacielos en el que tenía el ático.
Evangeline estuvo todo el trayecto a su lado, callada e inmóvil, como si se hubiera
quedado congelada. Tenía los ojos muy abiertos, parecía que no conseguía asimilarlo
todo por mucho que se esforzara. Aunque tal vez fuera porque estaba empezando a
darse cuenta de la envergadura de la decisión que había tomado. Bueno, en realidad
no le había dado opción porque no se lo había pedido, precisamente.
Sin embargo, no había conseguido tanto éxito en los negocios —ni en lo personal—
por haber dudado ante una buena oportunidad para mejorar. Cuando Evangeline
volviera más en sí, quería tenerla en su terreno, donde no pudiera huir. Sin
escapatoria. No podía desplegar sus armas de persuasión si ella no estaba en pleno
uso de sus facultades. Hubiera desaparecido si no se hubiera aprovechado
rápidamente de la sorpresa y su aturdimiento momentáneo.
Si eso lo convertía en un capullo… Bueno, la verdad es que lo habían llamado
cosas mucho peores. Al fin y al cabo, solo le importaba haber conseguido lo que
quería.
Evangeline. Ángel. Su ángel.
En su piso. Su cama. Bajo su firme ala y protección durante tanto tiempo como se le
antojara.
Por primera vez, no había impuesto un tiempo definido a una relación. Ni siquiera
pensaba que esto fuera algo casual. Se habían acabado los rollos de una noche o el fin
de semana ocasional que pasaba con una misma mujer para saciar sus deseos hasta el
lunes por la mañana, cuando empezaba su semana laboral.
Solo sabía que estaba allí con él a punto de entrar en su casa. Un lugar al que nunca
llevaba a una mujer, a ninguna, y no tenía intención de dejar marchar a esta.
Frunció el ceño porque no sabía cómo interpretar aquella revelación repentina. No
quería dar más vueltas al tema, conque dejó ese pensamiento a un lado para seguir
reflexionando sobre ello en otro momento, bastante más tarde. Cuando se hubiera encargado de Evangeline y hubieran aclarado este asunto de su relación.
Él le abrió la puerta del coche y le tendió la mano. Se apartó un poco en la acera
para ayudarla a salir y le pasó un brazo por la cintura. Ella no opuso resistencia.
Entonces la llevó deprisa hacia la puerta y entraron en el recibidor. El portero del
turno de noche les había abierto las puertas del ascensor.
Cortésmente, el portero extendió el brazo hacia el ascensor y murmuró un
respetuoso: «Buenas noches, señor Donovan». Sin embargo, Drake reparó en cómo
arqueaba una ceja cuando el hombre vio a Evangeline acurrucada a su lado.
Drake le lanzó una fría mirada que lo acobardó, mientras insertaba la tarjeta de
acceso que lo conduciría a su planta. Estaba seguro de haber sorprendido al portero,
ya que nunca llevaba mujeres a su casa, pero el hombre tendría que haber mostrado
más discreción para que sus pensamientos no se reflejaran en su lenguaje corporal.
Cuando el ascensor empezó a subir, a Evangeline le flaquearon ligeramente las
piernas y él se maldijo por dentro por esos zapatos que había tenido que ponerle a
pesar de tener los pies hinchados. Pero él se limitó a agacharse y acariciar uno de sus
delicados tobillos, haciendo caso omiso a su sorpresa cuando le levantó primero un
pie para quitarle el zapato y luego el otro. Ella tuvo que agarrarse a su brazo para no
perder el equilibrio.
Cuando ella fue a recogerlos, él se los colocó bajo el brazo antes de rodearle la
cintura con el otro para tenerla bien sujeta.
—No volverás a trabajar con estos zapatos —le dijo secamente—. De hecho, no
trabajarás más. Y solo llevarás los zapatos de tacón si sales conmigo o si quiero
follarte con ellos puestos.
Ella se puso rígida y le brillaban los ojos cuando inclinó la cabeza para que sus
miradas se encontraran. Abrió la boca para decir algo, pero justo entonces el ascensor
se detuvo, las puertas se abrieron y Drake la hizo salir al vestíbulo.
Solo habían dado unos pasos cuando Evangeline se paró de repente. Él la miró,
esperando la protesta que seguramente vendría. Tal vez hubiera vuelto en sí o hubiera
recordado lo que quería decir, pero no se hubiera atrevido antes por lo abrumada que
estaba. Pero ella se limitó a mirar con los ojos muy abiertos, aunque no a él. No le
estaba prestando la más mínima atención.
Boquiabierta, miraba el enorme apartamento diáfano, tipo loft. Cuando por fin
levantó la vista para mirarlo a los ojos, su mirada era de asombro.
—¿Este piso es tuyo? —preguntó en un susurro—. No sabía que hubiera pisos tan
grandes en Nueva York. A él le entraron ganas de darse una colleja. Si había tenido tanta prisa para traerla a
su apartamento era porque no quería que ella se sintiera abrumada, pero, al parecer,
ver su apartamento y estar en él la había dejado estupefacta.
Como no sabía qué más hacer o decir en ese momento, quiso estrecharla entre los
brazos para reconfortarla, pero solo pudo rozarla, ya que los interrumpió el interfono.
Evangeline dio un brinco y se dio la vuelta como si esperara ver a alguien detrás.
Drake estaba cabreado.
Se acercó en un par de zancadas a la pared donde estaba el interfono y pulsó el
botón con fuerza.
—¿Qué? —bramó.
Hubo un silencio y luego se oyó la voz de Thane en la sala.
—Esto… Drake, será mejor que bajes. Tenemos un problema.
—¿Qué problema? —preguntó él en un tono gélido—. Creo que he dejado bastante
claro a mis hombres que no debían molestarme bajo ningún concepto.
Thane suspiró.
—En cuanto te has ido, se ha presentado una mujer que quería verte. Me ha dicho
que, si no hablaba contigo inmediatamente, llamaría a la policía. La he traído para que
calle de una vez y no tengamos problemas innecesarios.
Se hizo otro silencio mientras Drake repasaba mentalmente su diccionario de
insultos.
—Y Drake, lo mejor será que venga también Evangeline.
Antes de que él pudiera responder ante semejante estupidez, se oyó el chillido de
una mujer y este hizo una mueca.
—Más vale que Evangeline esté con él para que vea si está bien o juro por Dios
que llamaré a la policía, denunciaré a Drake Donovan por secuestro y pienso echar el
piso abajo para encontrarla si es necesario.
Evangeline suspiró, consternada, y cuando Drake se dio la vuelta para mirarla vio
que tenía una expresión avergonzada. Era evidente que se sentía humillada, por lo que
a Drake le entraron ganas de pegar un puñetazo a la pared. No era así como tendrían
que haber ido las cosas, y esto no iba a disipar los miedos de Evangeline.
Cuando volvió a abrir los ojos, él arqueó una ceja con un aire interrogativo. Ella se
desinfló como un globo. Se tapó la cara con las dos manos, como si deseara estar en
otro lugar en ese momento. Drake notó como ella se alejaba y empezó a notar algo
parecido al pánico, y eso que él nunca sentía pánico ni inquietud similar. Que pasara
lo que tuviera que pasar. Pero, en ese instante, se le cortó la respiración por el miedo. —Es Steph —dijo en voz baja mientras se descubría los ojos—. Es una de mis
compañeras de piso. Y lo dice muy en serio; no la conoces. Es capaz de llamar a la
policía y mucho más. Tengo que bajar.
—No sin mí —dijo Drake en un tono algo más agresivo de lo que pretendía.
Volvió a pulsar el botón del interfono.
—Vigílala, Thane. Voy a bajar con Evangeline y espero que Steph esté ahí cuando
lleguemos.
Se dio la vuelta hacia Evangeline y le tendió la mano, esperando que ella la tomara.
Sintió una satisfacción enorme al notar el tacto de su piel, pero cuando le apretó la
mano para llevarla hacia el ascensor, notó que temblaba.
Intentó no fruncir el ceño para que no se asustara, la atrajo hacia sí y le rozó
suavemente la barbilla con los nudillos para que lo mirara.
—No estás sola, mi ángel —murmuró—. Estaré a tu lado en todo momento. Solo
tienes que decirle a tu amiga lo que quieres hacer.
Pero le ocultó que él también deseaba que se lo dijera en firme, porque no sabía si
lo escogería a él. Podría pasar que su amiga la convenciera para que se fuese. Apretó
la mandíbula al pensarlo. No pensaba dejar que se marchara. Valía la pena luchar por
ella.
Con esa idea en mente, le lanzó una mirada inquisitiva que ella supo interpretar.
Asintió con la cabeza: sí, estaba lista. Drake la arrimó más a él y le puso un brazo
alrededor de los hombros al entrar en el ascensor.
Bajaron en silencio y Evangeline no levantó la vista del suelo en todo ese rato.
Mierda. Necesitaba tiempo, unos días, para poder enseñarle el mundo en el que
estaba a punto de entrar. Pero no, justo habían entrado en el piso cuando había llegado
su amiga, y eso la devolvió a la realidad.
En cuanto salieron del ascensor, Drake vio como una pelirroja muy decidida
empezaba a acercarse; Thane iba detrás de ella con cara de cabreo. Ya eran dos.
—Evangeline, gracias a Dios —dijo Steph, que fue disparada hacia ellos.
Para sorpresa de Drake, Evangeline se le arrimó más como si buscara apoyo o
consuelo.
—¿A qué debemos esta interrupción a estas horas? —preguntó él.
Steph entrecerró los ojos.
—Quería asegurarme de que Evangeline estaba bien. Al llegar a casa y ver que no
estaba, hemos pensado que le había pasado algo malo.
—Bueno, pues ya ves que está bien —dijo con voz cansada—. Y ahora, si nos disculpas, ha sido un día muy largo.
Steph frunció aún más el ceño y lo fulminó con la mirada.
—Evangeline es perfectamente capaz de hablar por ella misma —le soltó, mordaz
—. Me gustaría saber qué quiere y, a poder ser, oírlo de su boca.
Drake notó que Evangeline se ponía rígida y que a sus ojos se asomaba una
expresión de vergüenza. Ya no había ese destello que la hacía tan fascinante. Maldijo
entre dientes, dispuesto a terminar con todo aquello de una vez, pero Evangeline
inspiró hondo y salió del cobijo de su cuerpo.
En ese instante, a Drake se le aceleró el pulso y tuvo que esforzarse por mantener el
aire de indiferencia. No dejaría que nadie viera su dolor, incluso si ella decidía
marcharse con su amiga.
—Como puedes ver, estoy bien —dijo con voz suave—. Siento haberte
preocupado, pero te he llamado y he dejado un mensaje de voz diciendo que no
volvería a casa esta noche. Os he enviado un mensaje a ti, a Nikki y a Lana. Y Drake
ha enviado a Maddox para deciros que estaba bien.
—Sí, un matón a sueldo que parece recién salido del trullo —dijo Steph con la voz
llena de rabia.
La mirada de Evangeline que antes demostraba vergüenza y derrota desapareció e,
inmediatamente, irguió la espalda. Miró a Steph directamente a los ojos y sin
acobardarse mientras se le encendían las mejillas, pero esta vez no era de vergüenza,
no; su ángel estaba muy enfadada.
Él hizo todo lo que pudo para esconder su reacción, su sorpresa, y se obligó a
quedar relegado a la figura de mero espectador y dejar que Evangeline librara sus
propias batallas, a menos que viera que empezaba a claudicar. Sin embargo, ella lo
sorprendió aún más: se plantó frente a su amiga para que no hubiera ningún
malentendido posible. Le puso un dedo en el pecho y Steph se quedó estupefacta,
como si Evangeline nunca le hubiera plantado cara, ni a ella ni a ninguna de las demás
amigas.
—No te atrevas a hablar así de Maddox —le espetó—. Ha sido la mar de amable y
paciente conmigo. Intervino en el Impulse cuando Eddie estuvo a punto de enviarme al
hospital. Se portó como un caballero, con amabilidad y respeto. Me llevó a casa, se
aseguró de que estuviera a salvo y me dijo que vendría la tarde siguiente a las siete
porque Drake quería verme. Como tenía que trabajar, me esperó en el bar hasta que
salí y me llevó al Impulse para ver a Drake, con quien hablé de una cuestión personal
que seguirá siendo personal. No tienes derecho a juzgar a Maddox, a Drake o a Thane, que se tomó la molestia de avisarte de que estaba bien, cuando no tenías ni idea.
Además, estás poniendo en duda mi sensatez, lo que quiero y lo que necesito, y te
recuerdo que todo eso es cosa mía, no tuya. Yo no te digo a ti cómo tienes que vivir tu
vida, Steph, y espero el mismo respeto a cambio.
Señaló a Thane, que la miraba con una expresión de sorpresa y también de
aprobación. Orgullo, incluso. Levantó la vista hasta Drake como si le dijera: «Buena
pieza te has agenciado». Drake se limitó a asentir.
—Te has presentado en el Impulse después de que te dijeran que estaba bien y lo
que iba a hacer esta noche y además has amenazado a Thane para que te trajera a
dondequiera que estuviéramos Drake y yo. ¿Te ha hecho daño? ¿Te ha amenazado de
alguna manera? Porque me parece que te ha tratado con más respeto del que tú le has
demostrado a él. Esperaba más de ti, Steph. Esperaba que confiaras en mis
decisiones. No necesito tu aprobación ni el permiso de Lana y Nikki. Yo no me meto
en vuestras vidas y vosotras sí lo hacéis en la mía cada dos por tres. Y que sepas que
yo no quería ir al Impulse. Era el último sitio al que quería ir, pero vosotras tres me
acorralasteis para que fuera y al final acabó siendo una noche humillante que nunca
podré olvidar.
Se estremeció y se agarró los antebrazos como si le hubiera entrado frío de repente.
Drake ya no se pudo contener. Dio un paso al frente, la abrazó y le frotó los brazos
para hacerla entrar en calor. Y para que supiera que estaba allí, a su lado.
Parecía completamente desconcertado y perplejo por cómo Evangeline le había
defendido a él y a Maddox. Sus ojos tenían una expresión distinta cuando miraba a
Evangeline; tenían un brillo de respeto, y eso que él no respetaba a mucha gente.
Drake la admiraba aún más porque no se había equivocado con ella o, por lo
menos, su instinto visceral había estado en lo cierto. Tras su apariencia femenina,
delicada y dulce, se escondía una mujer con una voluntad de hierro y el empeño de no
dejar que nadie —ni siquiera él— la pisara, por mucho que ella pensara lo contrario.
Se creía tímida y débil, no le gustaban las confrontaciones y seguramente no las
tuviera nunca, pero eso no quería decir que no supiera defenderse o luchar por lo que
creía correcto. Él le dio un apretón cariñoso en el brazo; estaba muy orgulloso.
También se sentía tranquilo, había escogido bien; no se había equivocado con ella.
Steph se había quedado boquiabierta tras el arrebato de su amiga. Miró a Thane y a
Drake como si tuviera delante a dos asesinos en serie y luego volvió a mirar a
Evangeline con expresión de incredulidad. Fue a responder, pero esta se le adelantó,
aprovechando que tenía cierta ventaja. —Estoy bien, Steph. Si ya te habían dicho que no volvería a casa esta noche, o esta
mañana o lo que sea, ¿para qué has venido a montar la escenita? Ya os llamaré a ti, a
Lana y a Nikki mañana o en un par de días para contároslo todo. Hasta entonces, me
gustaría tener un poco de intimidad y que no vuelvas a montar un circo a estas horas
de la mañana.
Steph la fulminó con la mirada, una que Drake pensó que solía intimidar a
Evangeline en otras ocasiones, solo que esta vez, su ángel no parecía dejarse pisotear.
—Sí, hazlo —espetó su amiga—. Porque como no tenga noticias tuyas dentro de las
próximas veinticuatro horas, volveré con la policía.
Furiosa, miró a Drake, que la observaba como si fuera un estorbo.
—Mira, no hay sitio en esta ciudad en el que puedas esconderte de mí, así que como
se te ocurra hacerle daño a Evangeline, te cortaré las pelotas y haré que te las comas.
—Como eso no va a pasar, puedes ahorrarte la amenaza —dijo él en tono
despectivo, un tono que le decía que ya era hora de que se fuera.
Drake lanzó a Thane una mirada de disculpa. Este articuló una palabra, pero Drake
supo lo que acababa de decir y casi no pudo reprimir la risa. Thane había dicho
«joder».
—Thane te acompañará a casa —dijo con voz formal Drake, que se mantenía frío y
distante con esa mujer que había estado a punto de arruinarles la noche. Y bien podría
haberlo hecho, porque no tenía ni idea de lo que le pasaba a Evangeline por la cabeza.
Para no dar más pie al drama o al teatro, Drake atrajo a Evangeline hacia sí y la
acompañó hacia el ascensor. Ella mantuvo los ojos cerrados durante todo el camino; y
su rostro mostraba que se moría de vergüenza.
La hizo pasar a su apartamento y esta vez no le dio tiempo para pensar en lo grande
y elegante que era su casa. La llevó directamente al dormitorio, donde ella empezó a
temblar a su lado. Se le derritió el corazón; era una sensación incómoda y ajena a la
que no estaba acostumbrado.
Parecía tan cansada, perdida y confundida que se limitó a acogerla entre sus brazos,
lo que quiso hacer antes de que los interrumpiera su compañera de piso. Al principio
la notaba tensa, pero como no hacía más que abrazarla y acariciarle el pelo de forma
tranquilizadora, al final ella le rodeó la cintura con los brazos y se relajó.
Apoyó una mejilla en su pecho y él notó que suspiraba. Ese sonido conseguiría que
cualquier hombre hiciera lo que fuera para hacerla feliz.
—Venga, prepárate para acostarte, mi ángel —dijo con brusquedad—. Estás
cansada, te duelen los pies y estos dos últimos días han sido muy largos. Ahora mismo lo que más necesitas es dormir. Pero dormirás conmigo, en mi cama. Lo harás cada
noche sin excepción.
Ella asintió lentamente y notó que su mejilla le rozaba el pecho arriba y abajo.
—No me malinterpretes —murmuró—. Nada me apetece más que pasarme la noche
haciéndote el amor para que cuando te despiertes sepas a quién perteneces. Pero estás
muerta de cansancio, y por ahora, tenerte mi cama, entre mis brazos, es mucho más de
lo que haya soñado nunca.

sometida "los ejecutores"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora