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Evangeline estaba como pez fuera del agua y lo único que quería era que se la
tragara la tierra. Estaba muy cortada y aunque Justice, el canguro de turno, parecía un
poco bruto, sabía perfectamente cómo desenvolverse en las tiendas más exclusivas;
elegía o descartaba ropa como si tal cosa.
Evangeline se enamoró de un vestido reluciente que parecía sacado del mismísimo
baile de Cenicienta; desde el momento en que lo tocó y sintió su tacto exquisito…
hasta que vio lo que costaba y lo soltó como si quemara. ¡Madre mía! ¿Sería todo tan
sumamente caro en esa tienda? ¡Un simple vestido costaba lo que ella ganaba en un
año!
Se dio la vuelta, mordiéndose el labio, asombrada. Estaba fuera de su zona de
confort, ese no era sitio para ella. Ella no pertenecía a ese mundillo y se engañaba si
creía que podría llegar a formar parte de él.
Justice, tras observar la reacción de Evangeline con el vestido, buscó la mirada de
la dependienta, que enseguida cogió el vestido más que dispuesta a envolverlo y a
colocarlo al lado de las demás cosas que Justice había comprado para Evangeline.
Al principio, este se había preguntado qué narices le habría hecho a Drake para
cabrearlo tanto como para tener que arrastrar de compras a una mujer que parecía no
querer ni necesitar nada. Joder, no era la primera vez que le tocaba llevar de compras
a una de las chicas de Drake, pero en los otros casos solo tenía que esperar y mirar
como la susodicha caminaba por la tienda y elegía ropa a diestro y siniestro,
dejándole a él la tarea de pagar. Esto ocurría en cuestión de minutos.
Pero para Evangeline parecía que fuera un suplicio, sobre todo desde que había
visto el precio de aquel vestido que miraba con tanto detenimiento mientras
acariciaba la seda de la que estaba hecho. Por el amor de Dios, ni siquiera era uno de
los más caros. Menos mal que Drake había llamado antes a los de la tienda para
facilitarles una lista detallada de los artículos que quería que le prepararan, para que
él solo tuviera que pagar. Como Evangeline se enterara de lo que costaban aquellos
vestidos, le daría algo.
Suspiró ante el día de mierda que le esperaba; ir de compras con una mujer solo
podía empeorarlo. Lo que tenía que hacer por ese tío al que llamaba hermano…
Aunque no sabía por qué, le estaba costando enfadarse con Evangeline; parecía diferente de las demás. Era la primera vez que Drake elegía a una mujer como ella y
también era la primera vez que se comportaba de una manera tan sumamente posesiva.
En parte, entendía el motivo. Había algo especial en ella. Le costó saber lo que era,
pero en cuanto se dio cuenta lo vio claro. No se trataba de la típica tía manipuladora
dispuesta a sacar a Drake todo lo que pudiera durante el tiempo que estuviesen juntos.
Evangeline era inocente, ingenua y dulce hasta la médula; era auténtica. Era amable
y, por lo que le había contado Thane, era leal e implacable al defender a los demás,
incluso a aquellos a los que no conocía. Había echado una buena bronca a su amiga
por menospreciar a Maddox y a Thane, lo que aumentaba en gran medida el respeto
que sentía por ella. Mujeres como ella no daban la cara por alguien como él y mucho
menos delante de sus amigas.
Pero según Thane, Evangeline había actuado como una leona al proteger a sus
cachorros, se enfureció cuando su amiga prejuzgó a Maddox y a Thane y le bajó los
humos diciéndole bien clarito que no le importaba un comino lo que ella opinara.
Era complicado no respetar a una mujer dulce y amable a la que parecía que se
podía intimidar con facilidad, pero que sacaba las uñas para defender a cualquiera
que recibiera un trato injusto.
A Justice nunca le impresionaron mucho las mujeres que Drake frecuentaba.
Tampoco le preocupaba mucho, ya que este nunca estaba con la misma más de tres o
cuatro días, pero, a todas luces, parecía que Drake saldría con Evangeline una larga
temporada. Nunca había vestido a una de sus mujeres de pies a cabeza. Normalmente
les regalaba algo caro, casi siempre una joya, para después darles la patada. Justice
notó como le crecía un extraño instinto protector y llegó a sentirse muy molesto ante la
idea de que Drake la despachara sin piedad cuando se hartara de ella. Si no era capaz
de ver la diferencia entre Evangeline y las demás putitas con las que se había
enrollado, entonces era imbécil. Si se le ocurría dejarla, pensó Justice, él mismo
estaría más que dispuesto a tratarla con el respeto y el cariño que merecía.
Antes de empezar con las compras, la había llevado a uno de sus restaurantes
favoritos. Parecía tan incómoda en aquel restaurante lujoso como lo había estado en
las tiendas de marca. Se pasó un buen rato repasando la carta, concentrándose tanto
que parecía que le iba a estallar la cabeza. Cuando él se dio cuenta de que había
elegido uno de los platos más baratos de la carta, ignoró su petición y le dijo al
camarero que le trajera un bistec Wagyu. Evangeline, horrorizada, soltó un chillido y
le dijo con un bufido que costaba doscientos dólares. ¡Un bistec! Justice se limitó a
sonreír y le dijo al camarero que él quería lo mismo. A continuación, preguntó a Evangeline cómo quería la carne. Ella no contestó, ya que aún estaba asombrada por
el precio, por lo que decidió no jugársela y lo pidió al punto para ella y poco hecho
para él.
Cuando llegó la comida, Evangeline se quedó mirando el pequeño trozo de carne,
mientras agitaba la cabeza en señal de desaprobación.
—Tú pruébalo —instó Justice—. Se deshace en la boca. Es la mejor carne del
mundo, ya lo verás.
—¿Tan buena como para que cueste doscientos dólares? —espetó ella, escéptica—.
Con estos doscientos dólares mis compañeras de piso y yo comemos durante un mes.
Él le contestó con una sonrisa y se dispuso a empezar su filete; observaba en
silencio cómo ella cortaba con cautela una porción minúscula del suyo, como si la
sola idea de consumir algo tan desorbitadamente caro le produjera repulsa. Cuando
comenzó a masticar con delicadeza el primer bocado, se le cerraron los ojos y un
sonido casi gutural escapó de entre sus labios, lo que hizo que Justice tensara la
mandíbula y olvidara por completo su filete mientras veía la expresión de placer
absoluto en la cara de ella.
—Madre mía —exclamó con un gemido—. Está delicioso.
—Ya te lo he dicho —contestó él con aires de suficiencia.
—Aunque no tan delicioso como para pagar doscientos dólares —masculló ella.
Él le respondió con una sonrisilla y continuó comiéndose su filete. Apenas lo
saboreaba, lo que era un auténtico crimen, ya que estaba absorto con la primera
experiencia de Evangeline con aquella carne espectacular.
Cuando acabaron, le dijo que iban a ir de compras, cosa que haría las delicias de
cualquier mujer. Al menos de cualquiera de las mujeres con las que había estado
Drake hasta entonces. Sin embargo, por la cara que puso ella parecía que fueran de
entierro.
Ya casi habían terminado, solo les quedaba hacer una parada más.
A Justice casi se le escapa la risa cuando Evangeline se dio cuenta de que al
siguiente establecimiento al que iban era una tienda de lencería. Pero no una tienda
cualquiera, sino la que tenía los artículos más exclusivos, seductores y sensuales, que
volverían loco a cualquier hombre.
Evangeline se ruborizó mientras miraba a Justice con ojos suplicantes y él mismo
tuvo que masajearse el pecho para aliviar la sensación de desazón que le producía
verla tan avergonzada.
—Puedes esperar fuera —susurró ella—. No hace falta que entres. Drake ha hecho encargos específicos en las otras tiendas, seguro que aquí también.
Y a continuación volvió a sonrojarse. Seguramente se acababa de dar cuenta de que
Drake habría llamado a la tienda y le habría pedido a la dependienta lo que quería
con todo lujo de detalles y ahora ella tendría que mirarla a la cara sabiendo que este
habría sido muy explícito con sus deseos.
Le sonrió con ligereza mientras le daba unas palmaditas en los hombros.
—No tienes nada de lo que avergonzarte. Y sí, habrá un montón de cosas
esperándonos en el mostrador. Mira lo que vamos a hacer. Yo me voy a la caja y
espero mientras tú das una vuelta por si ves algo que te llame la atención. Cuando
termines, traes a la caja lo que hayas cogido, te prometo que no miro. Lo pago y me
doy la vuelta. Pero no puedo dejarte entrar sola en la tienda. Drake me cortaría las
pelotas si te dejara desprotegida durante un segundo. Quiere que estés acompañada
todo el rato.
Se puso roja hasta las cejas y a él le dio un vuelco el corazón al pensar que no era
capaz de hacer tal cosa. Le acarició brevemente la mejilla.
—Conmigo no tienes que avergonzarte, Evangeline, no tienes por qué. Me gustaría
que a partir de ahora me consideraras tu amigo.
Justice casi se ahoga con sus propias palabras. ¿Amigos? Estaba claro: había
perdido el juicio. Él no tenía amigos, a excepción de aquellos a los que llamaba
hermanos y desde luego no buscaba ser amigo de ninguna mujer. O bien las daba por
perdidas, por ser unas zorras posesivas o se las llevaba a la cama y se aseguraba de
que ambos disfrutaban a tope. Y ahora se veía balbuceando no sé qué hostias de ser
amiguito de una chica a la que la mayoría se habría cepillado a las primeras de
cambio. Aquello le iba a salir caro a Drake.
—Así que ve a ver si te gusta algo mientras voy recogiendo lo que haya encargado
Drake y, como te he dicho antes, cuando termines, le entrego la tarjeta a la
dependienta y me doy la vuelta. Te prometo que llevaré las compras al coche sin
cotillear.
Ella le regaló una sonrisa que hizo que durante un instante se le parara el corazón.
En ese momento fue aún más consciente de por qué Drake estaba tan fascinado con
ella. Era una chica fuera de lo común, una especie desconocida dentro de los círculos
en los que ellos se movían. Auténtica al ciento por ciento. Darse cuenta de eso lo dejó
estupefacto. Comenzó a invadirle un sentimiento hasta ahora desconocido para él, los
celos, que le oprimían el pecho. Se maldijo y maldijo a Drake y a la puta suerte que
había tenido de haberla encontrado antes que cualquiera de los demás que trabajaban en el Impulse.
La miró mientras recorría dubitativa las estanterías, fijándose bien en algunas
prendas, que examinaba con más detenimiento antes de soltarlas como si dieran
corriente al ver lo que costaban. Justice miró a la dependienta y cuando Evangeline
pasó a la siguiente sección, la dependienta cogió rápidamente aquellos artículos a los
que Evangeline había dedicado más tiempo, pero que no había cogido por su elevado
precio.
La dependienta puso en una bolsa las cosas que Evangeline se había apresurado en
descartar, por lo que no se enteró de que las habían comprado. Después, calculó el
total y tendió el tique a Justice. Cuando terminaron, él se encargó de recoger todas las
bolsas y acompañó a Evangeline hasta el coche que los estaba esperando.
—¿Ya hemos acabado? —preguntó recelosa.
Justice le sonrió.
—Sí, ya nos vamos a casa.
La ayudó a acomodarse en el coche y después se dispuso a rodear el vehículo para
entrar por la otra puerta y sentarse a su lado. Cuando se incorporaron a la circulación,
Evangeline miró por la ventana. Parecía fascinada por la ciudad, casi como si fuera la
primera vez que visitaba Nueva York. No era la reacción que se esperaba de alguien
que trabajaba y vivía en la ciudad.
Como si le hubiera leído el pensamiento, desvió la mirada hacia él y le sonrió con
timidez.
—No me hago a la idea de estar aquí —confesó mientras movía la mano en
dirección a la ventana—. No creo que me acostumbre nunca.
—¿Cómo? —preguntó Justice.
—El ajetreo, la marabunta de gente, los rascacielos, las tiendas, los coches, los
edificios amontonados… Me recuerda a cuando era pequeña y nos dedicábamos a
destrozar hormigueros; a las hormigas que salían corriendo como pollos sin cabeza.
Él soltó una carcajada al percatarse del suave arrastrar de las palabras del acento
sureño. Le resultaba encantador.
—¿De dónde eres, Evangeline?
—De Misisipi —respondió con melancolía.
—¿Y cómo acabaste en Nueva York?
El dolor centelleó en sus ojos un momento y Justice se arrepintió al instante de
haberle hecho aquella pregunta que, de entrada, parecía inofensiva. Ella se giró hacia
el paisaje cambiante, a la vez que los cláxones y los ruidos de la ciudad los iban envolviendo.
—Necesitaba ganar más dinero para poder ayudar a mi familia —contestó
parcamente.
Por la manera en que lo dijo, no daba lugar a más discusión, así que no la presionó,
aunque se moría de curiosidad por saber por qué se habría mudado a Nueva York
para ayudar a sus padres económicamente.
Por lo que él sabía, trabajaba a turnos en un bar de Queens. Tenía que haber
mejores trabajos que aquel en Misisipi. Y al oírla hablar de su tierra, parecía que
tuviera morriña y que no fuera feliz en la gran manzana.
Frunció el ceño. Le gustaría preguntar a Drake por el pasado de Evangeline, pero
sabía que a él no le haría gracia. A Drake ni siquiera se le pasaba por la cabeza que
alguno de sus hermanos intentara pisarle el territorio, porque lo que era de Drake, era
suyo y de nadie más. Joder, si eran todos iguales. Puede que por esta razón todos los
que trabajaban con o para Drake tuvieran un vínculo de unión tan fuerte. Tenían
muchísimas cosas en común y sabían lo que querían. Querían privacidad por encima
de todo y no tener que dar explicaciones a nadie, salvo entre ellos. Un acuerdo que
funcionaba muy bien y que les proporcionaba múltiples beneficios.
De repente, se dio cuenta de algo: si Evangeline se enterara alguna vez de qué iban
los «asuntos de Drake» seguramente saldría corriendo. A las otras mujeres que habían
estado con Drake les importaba muy poco lo que hiciera, siempre y cuando sacaran
algún beneficio. Sin embargo, Evangeline no parecía la típica mujer a la que se podía
comprar con cualquier tontería. Era tan honrada que no se la podía imaginar haciendo
la vista gorda ante un acto delictivo.
Las mismas cualidades que la diferenciaban de manera abismal de cualquier otra
mujer que hubiera estado con Drake eran también las que podían hacer que la
perdiera. Aunque, a juzgar por el historial de Drake, Evangeline no aguantaría tanto
tiempo a su lado. Justice quería creer que duraría más que la mayoría, pero
probablemente no lo suficiente como para hacerse a la idea de a qué se dedicaba
Drake. Drake y todos los demás. Y se atrevía a afirmar que no aprobaría su manera de
administrar la justicia. Joder, como se enterara de que su exnovio se estaba
recuperando de una paliza, merecida, pero paliza al fin y al cabo, le daría algo, por
mucho que lo odiara.
Él suspiró. Esta vez, Drake se había pillado los dedos. Evangeline no era como las
demás y eso le acarrearía muchos problemas. Siempre y cuando no la dejara antes de que pudiera convertirse en un problema. Evangeline no dejaba de lanzar miradas furtivas a Justice. Él no la quería mirar
directamente para evitar una situación incómoda. Prefería estudiarla desde un segundo
plano. En reiteradas ocasiones, ella tomó aire y abrió la boca, como si fuera a hablar,
pero, después, parecía que se lo pensaba mejor y permanecía callada, mirando por la
ventana.
Obviamente quería preguntar o decir algo, pero la frenaba su extremada timidez. No
sabía por qué, pero eso le parecía encantador, aunque la idea de que ella le tuviera
miedo no le gustaba tanto. Y ese pensamiento era de lo más paradójico, ya que al
igual que sus hermanos, se esmeraba en infundir miedo y respeto a los demás. Pero de
ahí a que la chica de Drake no se atreviera a decirle algo… Solo pensar en ello le
revolvía las tripas.
—¿Evangeline?
Ella giró la cabeza con sentimiento de culpa y sus miradas se encontraron durante
un instante, antes de que ella bajara nerviosa la cabeza y fijara la vista en el espacio
vacío que los separaba.
Impulsivamente, él se estiró y la tomó de la mano, notando como ella daba un
respingo en respuesta a su contacto. Intentó no reflejar su disgusto ante su gesto al
darle un apretón para tratar de reconfortarla.
—Evangeline, mírame.
Aunque era una orden, su voz sonó suave y tranquilizadora.
Ella levantó la barbilla con cautela, de manera que sus profundos ojos azules
enmarcados por unas oscurísimas pestañas se encontraron con los de él.
—¿Me quieres preguntar algo? No muerdo. Bueno, a menos que me lo pidas con
educación —añadió con media sonrisa.
Evangeline parpadeó, sorprendida por el comentario burlón y entonces, para
sorpresa de Justice, se echó a reír.
Dios, en ese momento estuvo tan celoso del maldito Drake que estuvo a punto de
decir al conductor que los llevara a su casa y una vez allí lo habría dado todo para
que Drake Donovan fuese un simple recuerdo. Le diría a Drake que la señorita había
cambiado de opinión. Justice se abofeteó mentalmente para quitárselo de la cabeza.
Drake era su hermano, así como todos los que estaban a su alrededor. Pero si Drake
se mantenía fiel a sí mismo y esto era solo una pequeña aventura, él estaría esperando
en un discreto segundo plano. Aunque algo le decía que esta vez sería diferente y que
Evangeline iba a marcar un antes y un después en la vida de Drake, aunque este no lo
supiera. —¿Evangeline? —insistió, al ver que no contestaba, aunque sus ojos brillaban con
júbilo.
—Dígame usted… —Lo miró con expresión confundida.
—Llámame, Justice, anda —dijo él—. Ya que nos vamos a ver con frecuencia,
dejémonos de «usted».
A la vez que sopesaba sus palabras, la alegría desaparecía de su mirada pizpireta y
dio paso a la inquietud y a la confusión. No tenía ni idea del lugar que ocupaba en la
vida de Drake. Este tendría que aclarárselo cuanto antes.
—Claro, Justice. ¿A qué hora llegará el señor Donovan, quiero decir Drake, a casa,
es decir, a su apartamento?
La incertidumbre de Evangeline iba a acabar con él. Le entraron ganas de abrazarla
para que se sintiera cómoda y segura, pero como lo hiciera, no podría asegurar que
llegara al apartamento de Drake. Él lo mataría o, al menos, lo intentaría.
Siempre había creído que ninguna mujer valía la pena como para interponerse entre
hermanos, pero en ese momento pensó que, en algunos casos, se podían hacer
excepciones. Volvió a reprenderse mentalmente y dejó de hacer castillos en el aire.
—Drake llegará a las seis y me ha pedido que te diga que no tienes que preocuparte
por la ropa esta noche, ya que tiene planeado que cenéis en casa.
Evangeline lo miró con una expresión de pánico y le soltó la mano. Comenzó a
restregarse las manos de manera compulsiva. Se mordió el labio inferior con el
cerebro a mil por hora.
—Necesito parar en un supermercado —soltó—. ¿Podría ser?
Justice se la quedó mirando, sorprendido por la petición inesperada y porque estaba
visiblemente preocupada por algo. Él se encogió de hombros. Sus órdenes eran hacer
feliz a Evangeline y permitir que hiciera lo que quisiera, siempre y cuando no fuera
peligroso y él permaneciera a su lado. Apretó el botón del intercomunicador y le
indicó al conductor que parara en el supermercado más cercano, para alivio de
Evangeline. A saber qué le preocupaba tanto.
Unos minutos más tarde, habían parado frente a una famosa tienda gourmet
conocida por la gran calidad de sus productos y la amplia gama de comida étnica.
Evangeline prácticamente se tiró del coche en marcha —antes incluso de que a Justice
le diera tiempo de rodear el coche y abrirle la puerta— para abalanzarse hacia la
entrada. Tuvo que aligerar el paso para alcanzarla.
Cuando se puso a su altura, ella lo miró frunciendo el ceño.
—No hace falta que me acompañes, no tardo nada. Puedes esperarme en el coche, ya que imagino que hoy ya has sobrepasado tu cupo de compras.
Justice le devolvió la mirada a la vez que tensaba la mandíbula.
—Sí que hace falta.
Ella puso los ojos en blanco, claramente contrariada.
—Como veas —masculló mientras entraba.
Cogió una cesta para meter las cosas, pero él se la arrebató con diligencia, con lo
que se ganó otra de sus miraditas reprobatorias. A continuación, hablando por lo bajo
consigo, se dispuso a recorrer deprisa los pasillos, con cara de estar sumamente
concentrada.
Justice se preguntaba a qué narices venía esa inesperada visita al supermercado,
pero tras echarle un vistazo rápido se dio cuenta de que se encontraba al borde de un
ataque de nervios y lo último que quería era que le diera un patatús. Así que se quedó
calladito y la siguió por los pasillos, cogiendo las cosas que le daba y metiéndolas en
la cesta.
Para su sorpresa, no elegía los artículos más baratos, sino los más caros y de las
marcas más reconocidas. Los comparaba meticulosamente antes de decantarse por uno
o por otro. En la carnicería, ella se concentró de tal manera en los productos que a él
le pareció ver cómo le salía humo de la cabeza mientras se mordía el labio, pensativa.
Al final, se decidió por un pescado fresco y tras dar a Justice el paquete para que lo
metiera en la cesta, se dirigió a la bodega.
Allí fue donde pasó más tiempo, estudiando y comparando las diferentes
propuestas, hablando para sí. La mañana de compras había sido demasiado para ella,
porque parecía que había perdido la chaveta.
Al final, eligió dos botellas: la primera era un vino tinto caro y la segunda un vino
blanco igualmente caro y de calidad.
Después de esto, llegó a pensar de verdad que estaba perdiendo la chaveta cuando
se tiró otros quince minutos en la sección de repostería. No pudo evitar echar un
vistazo a la selección de ingredientes que Evangeline había elegido y se le hacía la
boca agua solo de pensar en los distintos postres exquisitos que se podrían preparar
con ellos.
—Ya está —dijo, aunque de nuevo torció el gesto al mirar al interior de la cesta,
como si tratase de pensar si olvidaba algo.
A continuación se dirigió a la caja, donde Justice vació la cesta. Una vez que el
cajero hubo pasado todos los artículos, Justice observó que Evangeline ponía cara de
preocupación mientras se sacaba del bolsillo un fajo de billetes de veinte perfectamente doblados. Miró con ansiedad la pantalla que indicaba el total de la
compra y el dinero que tenía en la mano, como si le preocupara tener suficiente para
comprarlo todo. Contó los billetes con parsimonia y una sensación de alivio se dibujó
en su rostro cuando supo que no solo le llegaba, sino que le sobraban veinte dólares.
Justice se puso muy serio y la cogió por la muñeca justo cuando ella iba a dar el
dinero al cajero. Le lanzó una mirada reprobatoria mientras alargaba la mano para
pagar con la tarjeta de Drake.
Evangeline no parecía muy contenta con su decisión, pero ni de coña iba a ser él el
que le contara a Drake que su chica había intentado pagar una compra que ascendía a
varios cientos de dólares. Una chica que vivía, o había vivido, en un apartamento
cutre y tenía un trabajo de mierda que a duras penas le permitía llegar a fin de mes.
Justice sabía lo que era el orgullo, como todos sus hermanos, y lo respetaba. Pero a
Drake le sentaría fatal saber que su chica había apoquinado un montón de dinero, que
obviamente necesitaba, para pagarle la cena a él.
Justice cogió las bolsas, negándose a que las cargara ella y ambos se dirigieron a la
entrada.
—Tercos como mulas —murmuró—. Otro estúpido requisito más.
Al llegar al coche, el conductor le cogió las bolsas a Justice y este se giró hacia
ella con una expresión interrogante.
—¿De qué requisitos hablas?
Ella se sonrojó como si la hubieran pillado haciendo algo malo. Estaba hablando
para sí misma, no con la intención de que la escucharan.
—De los requisitos básicos para trabajar en el Impulse.
Justice arqueó una ceja.
—¿Cómo? ¿A qué te refieres exactamente?
—A ver, tienes que estar bueno y ser un malote para trabajar en el Impulse. Me
explico, no hay nadie que trabaje en el Impulse que no sea despampanante o un chungo
de cuidado y ahora mismo me acabo de dar cuenta de que hay otra condición
indispensable para trabajar allí: ser cabezón.
Justice rio con ganas, echando la cabeza hacia atrás. Aún reía entre dientes mientras
la acompañaba hasta la puerta del coche, sacudiendo la cabeza al sentarse a su lado.
—¿Ves? Otro requisito —masculló.
—No sé si quiero saberlo…
—Tenía en la lista el no sonreír nunca, junto con estar superbueno y ser un chungo
testarudo, pero te acabas de saltar esa regla a la torera, así que supongo que podréis sonreír de vez en cuando.
A Justice volvió a entrarle la risa, mientras negaba con la cabeza.
—¿Podemos irnos ya a casa de Drake? —preguntó, exasperado.
Evangeline lo miró, contrariada.
—Si tuviéramos más tiempo, te haría ir de compras el resto de la tarde, solo por
verte sufrir.
Él intentó contener la risa, pero le fue imposible. Le gustaba Evangeline y le
causaba mucho respeto su capacidad de mantener la cabeza fría bajo presión, ya que
era consciente de que el día se le había hecho eterno, por no hablar de lo mucho que
detestaba que alguien le pagara algo.
—Ya lo harás, ya —dijo de manera afectuosa—. Ya lo verás.
—Eso espero —refunfuñó ella—. No me gustaría causar mala impresión a un
malote testarudo y buenorro.
Él volvió a soltar una risilla y pidió al conductor que los llevara a casa de Drake.
Para cuando terminó de dar las indicaciones, el tiempo para las bromas se había
terminado y Evangeline permaneció el resto del viaje callada y taciturna; tiesa como
un garrote. Parecía que la estuvieran llevando a la horca.

sometida "los ejecutores"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora