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Cuando Evangeline se despertó, se dio cuenta de dos cosas. La primera era que
Drake ya no estaba en la cama con ella y la segunda, que era ya media mañana.
Seguramente era mediodía incluso, pero aún notaba cansancio y solo quería
acurrucarse entre las sábanas para volver a dormir.
Se acomodaba para encontrar la postura más cómoda, se dio la vuelta hacia donde
Drake había dormido y pasó la mano por la cama en busca de algún rastro de calidez
que le demostrara que no había sido un sueño. Reparó en un trozo de papel doblado
que llevaba su nombre.
Se incorporó, se sentó con las piernas cruzadas y cogió la nota, que abrió temerosa
porque no sabía qué habría escrito. Al ver lo que decía, frunció el ceño.
Tus cosas están en el salón, ponlas donde quieras. Pero para que lo sepas, solo te he traído algunos recuerdos.
He tirado la ropa, los zapatos y los accesorios. Uno de mis asistentes vendrá para llevarte a comprar todo lo que
necesites, y espero que lo hagas, que compres todo lo que quieras. Mi asistente tendrá una lista de todas las
prendas y accesorios necesarios. Cuando salgas, los dependientes de las tiendas ya habrán recibido mis
instrucciones, así como tus medidas, y habrán seleccionado algunas prendas para que les eches un ojo.
¿Sus medidas? ¿Y qué le pasaba a su ropa? ¿Por qué lo había tirado todo sin
consultárselo antes? ¡Qué derroche! Su ropa no era cara, pero había tenido que
ahorrar para comprársela y nunca había podido hacerse un buen fondo de armario.
Solo se compraba unos vaqueros, una camiseta o un par de zapatos cuando tenía los
medios para hacerlo. Enviar dinero a sus padres era lo primero; su comodidad estaba
mucho más abajo en esa lista de prioridades. Le dolía que, sin pensárselo dos veces,
hubiera tirado esa ropa que tanto esfuerzo le había costado conseguir. ¿Qué más daba
si la había comprado en una tienda de segunda mano o en las rebajas del centro
comercial? Lo había pagado todo con su dinero, nadie le había regalado nada y ella se
enorgullecía de eso. Sus compañeras de piso nunca habían tenido que pagarle su parte
del alquiler, porque ya se aseguraba de que después de enviarle el dinero a su familia,
tuviera suficiente para pagar el alquiler y la parte proporcional de la comida.
También solía cocinar, así que no gastaba dinero comiendo fuera, lo que significaba
que podía ahorrar más dinero para sus necesidades. Estaba claro que Drake se
avergonzaba de ella, y eso la carcomía. Tenía su orgullo. Sabía que no era un bellezón
y seguía sin entender cómo había acabado en su apartamento con instrucciones para que se comprara ropa nueva y renovara así su armario en el que una sola prenda
seguramente costaría más que todo lo que Drake le había tirado con tanta
despreocupación.
Se sentía… humillada.
Dio un brinco con el pulso acelerado cuando sonó un teléfono a su lado, en la cama.
Buscó el origen del ruido, recelosa, y vio un móvil de última generación para el que
debería ahorrar un año entero y supondría un gasto de lo más frívolo. Siguió leyendo
la nota; Drake le decía que el teléfono era para ella y que la llamaría más tarde.
Cogió el móvil con cuidado para no equivocarse de botón y respondió con un
«¿Sí?» vacilante. Él fue directo al grano, como si hablara de negocios.
—Justice va de camino. Puede que ya esté ahí. Él te llevará de compras.
Sintió una pizca de decepción al saber que no sería Maddox. Se había portado muy
bien con ella y no la intimidaba tanto como algunos de los hombres con los que
trabajaba Drake. Sacudió la cabeza; estaba loca. Todos eran peligrosos y unos
completos desconocidos para ella, y aun así estaba dispuesta a confiar en ellos
porque Drake se lo pedía.
Vaciló y se mordió el labio inferior, algo molesta por tener que ir de compras. Si no
era lo bastante buena para él tal como era, no pensaba cambiar solo para cumplir sus
requisitos. Fueran los que fueran, ya que no había sido precisamente claro.
Él reparó en ese silencio repentino, y Evangeline se preguntó si lo de leer mentes
estaba también en su lista de logros. Parecía que no había nada que este hombre no
pudiera conseguir o hacer. El dinero, tener tanto dinero, parecía venir con un conjunto
de reglas y parámetros completamente distintos a los de los demás.
—¿Qué te pasa? —preguntó con voz suave, lo que sugería que no le haría gracia ni
la creería si ella se limitaba a contestarle que no le pasaba nada o le decía que eran
imaginaciones suyas. Sería un insulto a su inteligencia.
Hizo un mohín; no quería contarle lo que la preocupaba.
En un hilo de voz, respondió:
—¿Por qué me has tirado toda la ropa, hasta la interior y los zapatos? Si no soy
buena para ti tal como soy, ¿por qué quieres cambiarme y que sea alguien que no soy?
No sería real… A menos que sea eso lo que quieres y que todas las mujeres hagan.
Una mujer con la que jugar a los disfraces como una muñeca y que sea lo bastante
buena para que te vean en su compañía. Estoy orgullosa de quien soy y también de lo
que soy —dijo con vehemencia—. He pagado por todas las prendas que tú has tirado
tan alegremente. Me gustaban y, lo más importante, nadie me las ha comprado o me las ha dado. He trabajado por todo lo que tengo y al tirarlo me estás diciendo
claramente que no soy lo bastante buena para ti y que me envías a uno de tus gorilas
para que vaya de compras y no te avergüence delante de los demás.
Se hizo el silencio al otro lado de la línea y ella se puso tensa porque casi podía
notar su enojo por teléfono. Nerviosa, tragó saliva y cerró los ojos, pensando que tal
vez se habría enfadado tanto que se desentendería de ella y la dejaría volver a casa.
Sin embargo, él suspiró. Se lo imaginó pasándose una mano por el pelo y apretando
los labios en ese rictus que le daba un aire tan intimidador.
—La ropa que tienes es una mierda. No me malinterpretes, con lo guapa que eres,
todo te queda bien, a las demás nunca les sentará bien este tipo de prendas. No tiene
nada que ver con que puedas avergonzarme, y ya te digo que aún menos con no ser lo
bastante buena para mí. Tiene que ver con que eres mía ahora y me ocupo de lo que
me pertenece. Lo que significa que todo lo que lleves, ya sean zapatos, vaqueros,
vestidos y, sobre todo la ropa interior, lo pagaré yo. Quería tener un detalle contigo y
necesitas ropa más bonita, no esos andrajos que habrás comprado en una tienda de
segunda mano. Mi mujer nunca llevará nada que haya llevado otra persona. Y punto.
Así que quítate de la cabeza esa tontería de que no eres lo bastante buena para mí o de
que me haces pasar vergüenza o te aseguro que me voy a cabrear, porque es una
tontería tremenda y no quiero que pienses en eso cada vez que te pongas algo que yo
te haya comprado.
Boquiabierta, Evangeline se quedó inmóvil al borde de la cama. Por suerte, esta vez
él no interpretó su silencio como enfado, como sí había intuido antes. ¿Cómo sabía
ese hombre lo que le pasaba por la cabeza cuando no estaba a su lado ni podía
interpretar su lenguaje corporal o sus expresiones faciales?
—Ahora tengo que colgar, me voy a una reunión importante. Justice debe de estar al
caer, si es que no está ahí ya, será mejor que estés presentable porque no pienso dejar
que otro hombre vea lo que es mío. Te llevará a comer y luego de compras. No quiero
que pases hambre.
¡Y ella que creía que no podía estar más nerviosa!
—Necesito saber que me entiendes —dijo Drake impaciente—. Dímelo, mi ángel.
Di que aceptas.
—De acuerdo.
Oyó la satisfacción en su voz.
—Ahora ve a vestirte para que Justice no vea lo que no debe y tenga que darle una
paliza. Pensaba que ya había colgado cuando oyó su última frase:
—Y que te quede claro: no quiero que rechaces ninguno de los artículos que te he
pedido.
Evangeline colgó y dejó que el teléfono cayera en la cama, luego cogió la nota, que
aún no había terminado de leer. Volvió a empezar por el principio y leyó las partes
que le quedaban por leer. Al final, con esa letra tan característica de Drake, había
escrito:
Y llama a tus amigas para darles tu nuevo número de teléfono y que así mis hombres no tengan que traerlas
aquí de nuevo a las cinco de la mañana.
Se echó a reír y se sentó acercándose las rodillas al pecho y abrazándose las
piernas mientras miraba alrededor, maravillada. ¿Todo aquello era real? ¿Habría
entrado en una madriguera y salido por una realidad alternativa?
Se quitó de encima esa sensación abrumadora de estar fuera de control y llamó
primero a Steph, porque de ningún modo quería que la policía entrara en el piso de
Drake para rescatar a una mujer secuestrada. Para su alivio, sus tres amigas estaban
en casa, así que activaron el altavoz y no tuvo que repetir la misma historia tres veces.
En el tono más tranquilo y pausado que pudo, les explicó los acontecimientos que
habían desembocado en su llegada al piso de Drake. Sus reacciones fueron
explosivas.
—¿Te has vuelto loca? —chilló Nikki—. Vangie, pero ¿sabes algo de este tío? ¿Y
si desapareces y no volvemos a saber de ti?
Ella suspiró.
—¿Es demasiado pedir un poco de confianza de mis amigas?
—Solo creemos que deberías darte más tiempo, tiempo lejos de él donde no te
abrume tanto —dijo Lana con diplomacia—. Tienes que reconocer que es muy
precipitado y nada propio de ti.
—Bueno, también fue precipitado ir al Impulse, pero no os importó obligarme a
hacerlo —les espetó.
Hasta ahora, Steph había estado callada, y eso tendría que haberle dado a entender
que lo peor estaba por llegar.
—¿Y cuánto crees que va a tardar este Drake en cansarse de ti y dejarte tirada?
¿Qué harás entonces, eh, Vangie? No puedes depender así de ningún hombre, sobre
todo si tiene tanto poder.
A Evangeline se le partió el corazón y seguramente oyeron su grito ahogado, a
juzgar por el silencio que siguió. Pero lo que le molestaba más era que Steph hubiera dado en el clavo, que hubiera acertado en esa inseguridad de no saber hasta cuándo
duraría esto que tenía con Drake.
—Eso ha estado muy fuera de lugar, Steph —recriminó Lana, enfadada—. Te estás
portando como una celosa y no es bonito. Déjala en paz. Nunca ha hecho nada para
ella. Ya es hora de que lo haga y viva un poco.
—Tengo que colgar —susurró Evangeline—. Tengo que vestirme, que salgo dentro
de diez minutos.
—Espera, no cuelgues aún —dijo Nikki rápidamente—. El inquilino ha venido esta
mañana para darnos un recibo y un contrato de alquiler. Han pagado el alquiler de dos
años por adelantado y en el contrato nos garantizan que no habrá ningún aumento
durante los próximos diez años. ¡Es una locura!
—Drake no quería que mi marcha os supusiera un problema económico —explicó
en voz baja—. Por suerte para vosotras, si me echa, aún tendréis un lugar en el que
vivir por la cara y la garantía de que durante mucho tiempo no os subirán el alquiler.
Y dicho eso, colgó el teléfono, todavía molesta por el comentario de Steph.

sometida "los ejecutores"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora