Capítulo XVII✅✅

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La habitación quedó en silencio, solo interrumpido por el suave ronroneo de los gatitos y el zumbido constante de la maquinaria oculta en el laboratorio. Damara miró a Yago con intensidad.

—¿Te importaría quedarte un poco más? —preguntó Damara, su voz suave pero con un matiz de autoridad que no admitía objeciones.

Yago asintió, sintiendo la presión de la mirada de Damara sobre él—. Por supuesto, mi señor. Haré lo que me pidas —respondió, mientras María se acercaba a la cama, sintiendo el peso del deseo de Damara sobre ella.

Damara sonrió con satisfacción, acariciando a Sol, Luna y Levieathan con ternura antes de extender la mano hacia María, atrayéndola hacia sí—. Eres mía, María. Solo mía —murmuró, sus labios rozando los de Maria en un beso cargado de posesión.

María asintió sumisamente, permitiendo que Damara la envolviera con su dominio. Aunque una parte de ella temía su lado oscuro y posesivo, otra parte se sentía inexplicablemente atraída hacia él, como si estuviera hipnotizada por su presencia.

—Soy tuya, Damara —susurró María, con una mezcla de resignación y deseo en su voz.

Damara sonrió satisfecho, sintiéndose poderoso y completo al tener a María a su lado. Acarició suavemente su mejilla antes de volver a dirigir su atención hacia Yago.

—Quiero que asegures la seguridad de María y de nuestros preciosos compañeros peludos. No permitas que nadie se interponga en nuestro camino —ordenó Damara, su tono dejando en claro que no toleraría ninguna interferencia.

Yago asintió, comprendiendo la seriedad de la situación—. Lo haré, mi señor. Protegeré a María y a los gatitos con mi vida —prometió, mientras se preparaba para cumplir con las órdenes de su amo, aunque en lo más profundo de su ser, temía por el destino de María bajo el control de Damara.

Mientras tanto, María se aferraba a Damara, sintiendo una mezcla de miedo y anhelo por lo que el futuro les deparaba. Sabía que estaba atrapada en la red de obsesión de Damara, pero por alguna razón, no podía evitar desear estar a su lado, incluso si eso significaba sacrificar su propia libertad.

María suspiró, sintiendo cómo la obsesión de Damara la envolvía por completo. A pesar de su sumisión hacia él, también se sentía cautiva por la intensidad de su deseo. Sabía que no podía escapar de su control, pero algo dentro de ella anhelaba ser parte de esa obsesión.

Yago observó la escena en silencio, consciente de que cualquier intento de intervenir sería inútil. Damara era implacable en su búsqueda de posesión, y María parecía estar completamente entregada a él.

Mientras tanto, Sol y Luna continuaban jugando alrededor de la habitación, inconscientes del drama humano que se desarrollaba a su alrededor. El bebé kraken Leviathan, tranquilo en los brazos de Damara, emitía suaves burbujas de felicidad, ajeno al conflicto entre Damara y ama.

En ese momento, Damara se sentía completo. Tenía a María, a sus adorados gatitos y al increíble bebé kraken. Para él, eran su familia, su mundo entero. Y no permitiría que nada ni nadie se interpusiera en su camino para proteger lo que consideraba suyo.

María suspiró, sintiendo cómo el control de Damara sobre ella la envolvía por completo. Aunque su sumisión era un hecho, también había un destello de deseo en sus ojos mientras se dejaba llevar por la intensidad del momento.

Yago, observaba con discreción, se sintió incómodo ante la dinámica entre Damara y María. Aunque estaba acostumbrado a cumplir las órdenes de su amo sin cuestionarlas, no podía evitar sentir una punzada de preocupación por María.

Sin embargo, sabía que no podía interponerse entre Damara y lo que él consideraba suyo. Con un suspiro resignado, decidió permanecer en la habitación, asegurándose de estar disponible para cualquier cosa que Damara pudiera necesitar.

El Vínculo de Morgan y María [saga: la flor divina #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora