32.- Huida

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El mismo día que tuve la confrontación con mi padre por lo de Akane me prometí que saldríamos de ahí cueste lo que cueste. Me dispuse a planear todo, desde principio y final, con detalle y sin parar. Todo ese transcurso fue un infierno: diario escuchaba los gritos de mi hermana, diario podía entender su agonía, su angustia, diario podía percibir lo rota y desgastada que se hallaba su voz por cada grito que poco a poco dejaba de ser esperanzado.

Al inicio, cuando nos encontrábamos en el comedor, ella corría hacia mí sin pensarlo, intentando buscar un refugio al abrazarme. Sus ojos seguían brillando, eso me alentaba a seguirme esforzando, a seguir planificando nuestra huida. Pasaban los días y Akane dejó de correr hacía mí, dejó de ir varias veces a comer, le daba miedo que yo me acercara, su mirada se convirtió a una alertada en todo momento.

Sus ojos estaban vacíos, su brillo fue extinguido, y con ello su inocencia también.

Sentía como si una daga me atravesara el pecho cada mañana: despertaba y lo único que pensaba era «la estoy perdiendo» mientras me tapaba la boca ahogando mis sollozos. La pequeña llama de furia que había en mi interior se fue aumentando tan velozmente que hasta lo demostraba; cuando me tocaba entrenar terminaba lastimando más de la cuenta a los maestros, quienes me pedían que parara y yo solo fingía no escucharlos. Me desquitaba con ellos, quería descargar todo mi enojo en algo o alguien. Todos formaban parte de este infierno interminable. Por eso yo no tenía piedad por ninguno, mi único pensamiento era Akane.

Hubo un día en el que me encaminé hacia donde se hallaba mi padre para pedirle que me dejara verla, la puerta estaba entreabierta, me acerqué a paso lento, antes de entrar me detuve al oír unas voces. Era un maestro más.

⸺¿Qué buenas noticias dices que traes para mí? ⸺Mi padre indagó, con un tono áspero e impaciente.

⸺Su hija, la princesa. ⸺Se corrigió, también con las palabras atropelladas y la notoria emoción en su voz⸺. Finalmente ha respondido ante nosotros.

Me asomé un poco, y vi el claro destello en sus ojos. Se levantó mi padre, también el maestro, que se encontraba arrodillado ante él.

⸺¿En serio?

⸺Por supuesto, hemos logrado que intentara defenderse, tardó un poco más que el príncipe, pero lo suficiente para estar a tiempo.

Papá sonrió.

⸺Es perfecto, lo tenemos que celebrar pronto.

Regresé a mi cuarto, con el creciente nudo en la garganta y el corazón bombeando más de lo normal. Me mordí el labio con tanta fuerza para reprimir el impulso de llorar y gritar, con el pasar de los segundos, pude saborear mi propia sangre, la sensación metálica en mi boca que fluía sobre mis labios. No me importó.

En el festín, toda la multitud se encontraba festejando y abucheando por doquier. Yo me sentía pequeño, lo era entre tantos adultos, estaba buscando a Akane con la mirada, por todas partes hasta que por fin di con ella: se encontraba sentada en la mesa, agarrando el tenedor débilmente y mirando su plato, que seguía intacto dando a entender que no lo había probado todavía.

⸺Akane...⸺susurré para que ella no se espantara, lo hizo pero no tanto.

Me observó, y arrugó el labio intentando hacer algo con su boca, soltando un quejido de repente. No dijo nada, volvió a tomar postura y miró su plato, picoteando la carne con pesadez.

La tomé de la mano, ella se tensó, más no se apartó. La llevé a mi habitación con cautela, mientras veía lo distraído que estaban nuestros padres hablando con sus subordinados mientras bebían de su copa.

«Borrachos» pensé y los maldije.

La senté en mi cama, ella solo se dejaba guiar por mí, solo me miraba y yo no podía hallar nada en esa vacía mirada.

Príncipe y príncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora