11.- Albergando en mis pensamientos

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No supe si arrepentirme por haberme quedado dormido, pero cuando desperté Yuichiro no estaba. Salí de mi cuarto y grité su nombre para confirmarlo y así fue: se había ido.

No fui a buscarlo, no era mi deber. Y yo ya había hecho lo que tenía planeado hacer. Solo lo salvé, no fue nada del otro mundo, yo le advertí, y si él tomo la decisión de irse ya no quedaba de otra.

Salí del castillo, me quité mi sudadera y llevé conmigo uno de mis libros, uno que no me cansaba de leer; este trataba de un hombre que escribía varías historias, su imaginación no tenía límites. Y un día que fue a una editorial no le aceptaron, fue a otra...y tampoco, y así sucesivamente, pero él no se rindió, siguió escribiendo y buscando lugares que le aceptaran. Hasta que lo logró, publicó su primer libro y seguidamente muchos más.

Por eso era mi libro favorito, y también mi motivación: anhelaba desde pequeño escribir una historia, y lo hice, inicié el año pasado, a mis dieciséis. Aún no lo terminaba pero en mis notas estaba todo ahí. Tenía muchas libretas, muchos libros que prioricé en traer aquí al castillo. Y con ello expandí la biblioteca del castillo, era mi lugar favorito aparte de mi habitación.

Lástima que no pudiera publicar mi historia cuando la terminara, ni mostrársela a nadie. La única persona a quien lo hice fue a Krul, ella me incitó a seguir, me dijo que mientras a mí me gustara escribir que lo siguiera haciendo. Le hice caso, no me detuve, y me satisfacía a mi mismo cada que leía lo que yo escribía.

Era mi propio lector.

Hacía mucho frio cuando salí del castillo, de hecho, cuando desperté ya estaba empezando a anochecer. Con eso me di cuenta de que dormí todo el día.

«Tal vez se aburrió y por eso se fue»

Y lo comprendía la verdad si esa fuese la razón. A mí me costó adaptarme a estar solo, vivir sin compañía de nadie, cuidarme, alimentarme, ¿jugar?....sin nadie. Me sentía en una soledad tan grande, tan fuera de mi mismo, no sabía que hacer después de todo, pues solo tenía quince años. Luego con el pasar del tiempo fui acostumbrándome a todo esto; ya no lloraba cada noche, ya no me estresaba ni atormentaba, y poco a poco dejé de sentir, o fui yo el que me hice esto, pero mis emociones se encogieron por más que quisiese.

Fue lo mejor para mí.

Me pasé el día sentado en la hamaca leyendo, con mi bolillo y unas manzanas como una cena. Luego de un tiempo puse el separador en el libro y lo dejé en suelo, me acosté y suspiré. Miré las estrellas y dejé que el frio me recorriera por todo el cuerpo, no me importaba. No lo sentía.

Desperté en la noche aún, pero porque estaba tronando: iba a llover, así que me dio tiempo de meterme junto con mis cosas.

Después de eso ya no logré dormir de nuevo, no supe si la razón era porque estaba muy pensativo o porque seguía buscándome a mi mismo, o seguía buscando un propósito mayor o porque lo acababa de perder... No supe y solo me quedé sentado a lado de ventana mirando como las gotas chocaban contra el suelo, mirando como me reflejé en una gota que caía en sus pensamientos atormentados. 

Príncipe y príncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora