36.- Los desconocidos que habían llegado

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Tomó tiempo para que ambos se acostumbraran al pueblo.

Akane solía aislarse de los demás, era muy callada, estaba muy pegada a Mika, quien la protegía ante toda costa. Los dos no se separaban por nada en el mundo, eran como uña y carne. Se protegían entre ellos, se limitaban a hacer conversaciones con los demás: solo asentimientos; salían, comían, dormían, caminaban juntos. Nunca se le veían separados.

A veces, cuando alguien los tomaba desprevenidos respondían con agresividad, como un acto inconsciente y automático de defensa en ellos. A los demás se les hacía extraño, más no decían nada, solo seguían con lo suyo, aunque de igual manera no le quitaron importancia, al contrario: sin que Mika y Akane lo supieran, Krul había hablado con todo el pueblo para investigarlos, pidió que por mientras el trato hacia ellos fuera igual y que sean delicados, pues los dos niños parecían tener algo traumático y vulnerable que los hacía apartarse de la gente, algo más fuerte que como según Mika había dicho: «ser atacados a su pueblo» Algo que Krul no creía.

¿Quién? ¿Quiénes los atacaron? Se preguntaba Krul mientras salía de la taberna esto es algo muy inusual ¿por qué no ha salido en el periódico? Y se detuvo al ver a los causantes de sus dudas: a la distancia, pudo contemplar a Mika y Akane paseando sobre el camino de piedras que se extendía por todo el pueblo; ambos estaban tomados de las manos, y Akane estaba mirando el suelo mientras pasaban: absorta en tocar las piedras con sus pies, parecía contarlos.

Al cabo de un momento, alguien más hizo presencia entre ellos: Yoichi gritó el nombre de Mika, provocando que este se detuviera y volteara en su dirección. Se miraron en silencio un momento, luego, Yoichi rápidamente bajó la mirada y tomó sus manos entre su espalda, apenado, y dijo en voz baja:

⸺Y-Yo solo quería pedirte disculpas por...por haber llorado...p-p...⸺alzó su talón y lo giró con pena⸺, por lo de la comida...no importa si comes más rápido, pienso que eres increíble de hecho, me gustaría que me enseñaras o habláramos más...pero...solo...perdón.

Y Yoichi alzó la cabeza, encontrándose con la mirada confundida de Mika, que entreabrió los labios sin saber qué responder.

⸺¿Perdón?

Yoichi asintió efusivamente.

⸺¡Si! Espero puedas perdonarme, no fue mi intención.

El silencio seguido fue muy largo, muy extenso: Mikaela lo observaba con el ceño fruncido, algo molesto, sin llevarle la corriente. Pensaba que se estaba burlando de él, que estaba jugando con palabras desconocidas solo para confundirlo, que solo quería crear un alboroto como la anterior vez, pensaba hasta que los encajes en su cabeza comenzaron a funcionar a toda velocidad. Se quedó inmóvil, atónito.

Y tan rápido como lo entendió apartó la mirada, casi sonrojándose.

Krul lo observó todo, Krul contempló cada detalle sobre ese momento: las reacciones de Mika, su actitud, la respuesta, la forma de evitar...entendió que lo que dijo Yoichi fue algo inesperado para él, pero lo que no supo fue el por qué. Lo que no se enteró Krul fue que Mika pasó días y días pensando en esa platica mientras su mente repetía y repetía:

«Alguien acaba de pedirme perdón»

Tratar con Mika no había sido tan sencillo. Para Krul, el entablar una conversación con él ya era más que suerte, era un avance. Cuando ella tenía la intención de preguntarle algo o acercarse, Mika se alejaba lo más rápido posible, dejándola ahí sin más, no obstante, Krul había encontrado una extraña solución a ello: por más raro que sonara, un día que intentó acercarse de nuevo él se levantó con la clara intención de alejarse, algo que Krul reconoció, por lo que debido a su cansancio decidió solo mirarlo sin intentar pedirle que se quedara. Lo que conllevó a que Mikaela se quedara quieto mirándola también. Ambos en silencio.

Príncipe y príncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora