37.- Amando en silencio

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Mika jamás se había sentido de esta forma. Jamás, en toda su vida había sentido tantas cosas por alguien.

Y todavía, después de tantos años, se preguntaba cómo Yuu podía hacerlo sentir así.

Pensaba que el sentimiento sería temporal, que se desvanecería al conocerlo: pensaba que tal vez resultaría una decepción tratar con él que solo verlo en una imagen sobre papel. Pensaba que solo era una idealización. Pensaba, pensaba y pensaba.

Y al final se equivocó.

Yuu resultó ser todavía más mejor en persona que en una imagen.

Creyó que podría sobrellevarlo.

Al principio lo hizo bien, trató con él de manera adecuada (exceptuando las palabrotas), convivió y supo más de su vida personal porque el mismo se lo contaba. Había aprendido que a Yuu le gustaba hablar mucho, aprender cosas nuevas, imitar diferentes voces, ser un completo arriesgado con trepar arboles sin tener el más mínimo interés en lastimarse; esto incluía más cosas. Amaba tirarse al pasto y quedarse ahí, mirando el cielo mientras señalaba las nubes.

Mika aprendió tantas cosas de Yuu que ni siquiera le era necesario anotarlos en su cuadernillo.

El tiempo juntos iba transcurriendo perfectamente: Yuu seguía a salvo y sin ningún peligro. Poco a poco se veía más despreocupado con respecto al tema de su familia, sus padres. Ya no tuvo que preocuparse tanto por ellos.

Luego surgió el problema: Mika no fue consciente de que se estaba acercando a Yuu más de la cuenta, más de lo que él se había permitido. No se percató. Lo incitó a apoyarse en su hombro, le dio repasadas, le sujetó de la cadera, lo abrazó. Lo tocó; había recorrido su palma, su marca y juntado sus...meñiques en una promesa silenciosa.

Dejándose llevar, no fue hasta un día en el que Yuu le platicaba sobre su predicción del libro de La Canción de Aquiles que se percató que estaban más cerca de lo normal. Y no solo eso, sino que estaba mirando a Yuu de una manera tan diferente e intensa que cuando dejó de explicar y se quedó callado, Yuu rio nerviosamente y apartó la mirada, con un leve sonrojo en sus mejillas tan notorias para Mika que le hicieron entrar en razón.

El sentimiento seguía creciendo, cada vez se hacía menos posible de sobrellevar. No soportaba tener a Yuu tan cerca y actuar con normalidad. No sabía cómo disiparlo, sin embargo, era consciente de que tenía que hacer algo.

Debía pararlo.

Mika decidió mantener distancia.

Ya no se acercaba tanto a él, ya no le daba la atención suficiente; trataba de distraerse pensando en otras cosas, intentando despejar su mente, no obstante, lo único que consiguió fue recordar a su familia, lo que provocó que empezara a decaer brutalmente.

La situación se le salió de las manos.

Desde entonces, últimamente su mente cayó en un pozo profundo y vacío que le hizo perder conciencia de la realidad, como un muñeco inexpresivo que solo miraba un punto fijo todo el tiempo. Contemplaba el cielo, siempre, en cada momento, como un recordatorio de la gente que perdió. Porque ahí estaban. Y ahí estaba Krul también.

En su mente le hablaba de todas las cosas nuevas que pasaban en su vida para que estuviera al pendiente. Un día decidió contarle sobre Yuu, pero no algo que ya sabía, sino algo reciente. Salió de su balcón, se sentó en la techumbre de losas y una vez más, admiró el paisaje.

«Estoy perdiendo la cordura por Yuu» había dicho. Mika era muy consciente de ello.

«Nunca me he sentido así. He experimentado el perder el control sobre mis emociones, hace muchos años cuando me ganaba la ira y me sentía fuera de mi mismo, pero perder el control...por alguien...es...simplemente diferente, no lo esperaba»

Príncipe y príncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora