Cap.42

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—¿Qué es lo que estás haciendo?. La mujer se asustó en cuanto vió a la lavandera entrar. Su intención no era robar,pero la chiquilla le producía un sentimiento de lástima,llevaba días encerrada sin probar bocado,y en su estado eso podía ser muy peligroso.

—No es lo que imaginas,yo solamente quiero ayudar.

—El infierno está lleno de buenas intenciones,no sé qué es lo que planeas,pero no me involucres. Ambas mujeres eran amigas de muchos años. Laetitia pasaba ya los cincuenta años,y nunca había tenido el placer de ser madre,su piel se había secado con el trabajo pesado del palacio y sentía que su vida no tenía ningún sentido,nada podía perder al ayudar a esa chica,pero en cambio Paulette tenía mucho más que perder,ella si tenía hijos a los cuales velar.

—Quiero ayudarla,no me gusta verla de esa forma. La mujer buscó entre los vestidos que podían quedarle a la gitana y buscó uno que fuera de la cocina,las cocineras tenían permitido salir una vez por semana a buscar especies.

—Insisto,no me involucres,no quiero saber. Paulette era demasiado cobarde,pero también demasiado metiche para dejar pasar la oportunidad de ver en qué estaba metida su amiga,aunque eso le costará el cuello.

La vió alejarse con las prendas y en ellas llevaba un pedazo de pan para la chiquilla y simplemente negó con la cabeza, allá ella si deseaba morir por uno de esos.

Leatitia caminó hasta los calabozos,ella se encargaba de limpiar las celdas que nadie más deseaba hacer,con eso se ganaba unas monedas extras,así era como había conocido a la gitana que le había leído la mano,y le había asegurado que a su edad sería madre.

Julianna estaba en un rincón de su celda,medio desnuda y muerta de hambre. El frío ahí calaba en los huesos y la humedad del lugar hacia que su cuerpo temblará sin dejar de castañear los dientes. De pronto escuchó el sonido de su celda abrirse. Era ella,era la mujer que constantemente le daba mendrugos de pan.

—Anda niña,ven rápido antes de que los guardias vuelvan. Se acercó a la gitana,pero ella no se levantaba.—Niña por favor,vamos rápido,no tenemos mucho tiempo. La gitana llevaba horas con dolores en el cuerpo,ni siquiera había sido capaz de interpretar los dolores del parto,hasta que había sentido como su propio cuerpo se contraía de dolor.

—¡Ahhhggghhh! Había gritado, ni siquiera fue un grito,fue como un quejido lastimero.
Leatitia se acercó con horror.

—¡Niña! Estás en labor. La mujer jamás había estado en un parto,ni siquiera sabía que era lo que tenía que hacer. Cuando sintió la mano de la gitana estrujar la suya con fuerza.

—¡Ayúdeme! Por favor ¡Ayuda!
Su hijo estaba por nacer en aquel espantoso lugar. Tenía miedo por ambos,si el Rey se lo arrebataba sería la destrucción total de su pueblo.

—Está bien,todo va a estar bien. Leatitia giró el rostro para todos lados esperando que nadie se diera cuenta que la estaba ayudando. A esa hora los guardias andaban haciendo rondín por otros lados y a ella le dejaban la sucia tarea de limpiar,era tan espantoso el olor en ese lugar que los guardias no tenían problemas en dejarla hacer su trabajo e irse,pero no era mucho el tiempo que tenía.

—¡Toma mi mano niña! ...
Julianna la tomó,después apretó los dientes para ahogar un grito,su hijo estaba apunto de llegar,con dificultad había logrado ponerse de pie. La mujer colocó un par de mantas en el suelo para cuando saliera la criatura. Julianna tenía ambas piernas extendidas todo lo que su frágil cuerpo le permitía. Siguió apretando la mano de la mujer cada que un nuevo dolor le partía la cintura.

El Color del Dolor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora