El hombre tomó una bocanada de aire para luego soltarlo de golpe,giró la cabeza hacia ambos lados,pero sólo alcanzó a escuchar los bullicios de París. ¿Dónde estaba? ¿Qué diablos habían hecho con ella?. La desesperación empezaba a agolparse en su cuerpo y la angustia se clavó en su pecho como espina. No quería creer que fuera a perderla de esa forma,no quería imaginarlo,no deseaba pensar en ello,pero qué diablos,si sencillamente era imposible dejar de hacerlo. No había pista de ella,no se sabía nada y por el dios del cielo que iba a cortar cabezas si no la encontraba pronto. Su hermana siempre había sido una testaruda y había puesto su vida en riesgo mas de una vez,pero ¡joder! Que ésta si había sido innecesaria. Clavó las uñas en las palmas y apretó los dientes contenido mas maldiciones por no poder encontrarla,cuando escuchó un murmullo, se detuvo por un momento creyendo que serían de nuevo esos malditos que le había impedido seguir buscado. Pero escuchó una voz y un quejido de mujer.
—Ten cuidado soldado,me haces daño.
Se quejó Julianna arrastrando un pie y llevándose la mano a la pierna.—No eres precisamente la persona indicada para quejarse,te recuerdo que no estarías en esta situación si no fuera por tu mala cabeza. La volteó a ver y ella le regaló una sonrisa. La primera en lo que iba de la noche que no le pareció forzada.
—Lo mismo opino.
A ambos le cambió la expresión al ser sorprendidos por un Horas que lo menos que deseaba ahora era hacer bromas.Ella se apartó de repente de Parminius y éste dio un paso atrás al ver que Julianna lucía angustiada. No deseaba que ella tuviera más problemas de los que sola podía acarrearse,pero tampoco sentía ningún placer en entregarle a ese hombre a Julianna.
—Horas...Horas...yo.
—No. No es el momento.
Él la detuvo de seguir hablando y contarle alguna sarta de mentiras que él estaba seguro no tenía nada que ver con lo que estaba viendo en ese momento. Ni siquiera era necesario ser muy listo para darse cuenta de que algo se estaba cocinando entre esos dos,algo que por supuesto debía detener de una vez.Parminius subió el mentón al ver al gigante hombre acercase a él con el rostro rígido y la mandíbula tensa. Sus ojos parecían dos rejillas oscuras,amenazantes y dispuestas a verlo desaparecer. Horas también le miró. Desde sus botas perfectamente impecables hasta su uniforme de comandante. Entonces resoplo. Con las manos sobre la cintura y un gesto de soberbia,Horas le habló a Julianna sin dejar de ver a Parminius.
—Se supone que es este el momento en que digo ¿gracias?.
El comandante no bajó la vista. ¿Quién diablos era ese hombre? ¿Y porqué ella se veía temerosa por primera vez? Ni siquiera cuando él mismo la atrapó vio ese gesto en el rostro de ella. Y ahora podía darse cuenta lo frágil que era,le temía a ese hombre.— No es necesario, ya ella agradeció lo suficiente.
Entonces Horas entendió menos. ¿Acaso trata de decirle que...?.—¿Cómo?.
Él gruñó y avanzó sólo dos pasos, porque ella fue mas rápida y logró colarse en medio de ambos.—Basta,por favor—Se giró para ver a Parminius y le lanzó una advertencia. Él entendió y rendido bajó los brazos que ahora estaban en jarras como los de Horas. Sin embargo el gigante no pensó dejarse engañar y quería una respuesta al verlos juntos.
—Quiero saber qué mierdas está pasando y por favor—se giró a verla—No omitas ningún detalle. Ella giró la cabeza a un lado y evitó verlo a los ojos,lo que le dio la respuesta que esperaba. No,de verdad que no podía ser tan tonta como para estar enredada de nuevo con uno de su tipo.
Horas estuvo a punto de lanzarse Contra Parminius,sin embargo no le fue posible,todos alcanzaron a escuchar las fuertes pisadas de un grupo de soldados que estaban a punto de dar con ellos,entonces supo que no era momento de entrar en alegatos absurdos con su hermana y mucho menos podía darse el lujo de desfigurar el rostro del soldado como era lo que estaba deseando ahora.
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El Color del Dolor
Lãng mạnSinopsis: Gabrielle es un joven soldado ingenuo y noble, que tras una dura pelea cae en manos del delincuente mas despiadado que ha pisado las calles de París, entregado a su venganza de hacer pagar a los malditos que marcaron su cuerpo y alma de do...