Cap.29

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El hombre entró con cautela en las entrañas de la vieja catedral, sus ojos se posaron en cada rincón momentos antes, lo que menos deseaba era encontrarse con Solan en ese momento y tener de nuevo una riña con él. Lo creía un traidor, y quizá estaba en lo correcto. Haberle ocultado ciertas cosas lo volvía un indeseable ante sus ojos, pero ¿Qué esperaba? Tampoco había mucho que esperar de su parte, pero también era consciente de que haber ocultado al soldado era algo peligroso. Suspiró irritado y abrió la puerta falsa por la que siempre entraban los gitanos. No se dio cuenta de que había alguien observándole.

—Ya era hora de que aparecieras, creí que te quedarías en esa choza tuya.
Volvió el rostro para encontrar a Jeremiah con los brazos cruzados sobre el pecho y una expresión que no era de camaradería precisamente. No tenía las ganas de responderle como se merecía por meterse en asuntos que no eran suyos, pero tampoco deseaba empeorar la situación con los suyos.

—Este es mi sitio, le guste a quien le guste. Jeremiah no respondió de inmediato.

—Ya,eso es lo que crees.

—No vine para escuchar tus discursos.

—¿Entonces? ¿A qué has venido? No, mejor no me digas, no quiero saber. Cuando caigas no quiero hacerlo contigo.

Malaquías no respondió, pero supo algo. Jeremiah era mas peligroso de que lo había creído.

(...)

El anciano escuchó unos golpes en la puerta. No sabía que era o quien podía ser, pero estaba bastante seguro de que era muy entrada la noche. Colocó los pies descalzos sobre el frío suelo, sus manos temblorosas buscaron la vela que aun seguía viva. Con una mano restregó sus ojos. ¿Quién sería tan tarde?. Avanzó unos pasos lentos y se colocó tras la puerta, esperando que volvieran a llamar pero ahora mas atento después de que su sueño fuera espantado. De nuevo escuchó un golpe suave, y después de ese uno mucho mas fuerte y brusco, quizá eran varias personas.

—¿Quién vive? Preguntó el anciano con voz temblorosa. Tras la puerta, Gabrielle se notaba casi pálido, ni siquiera se escuchaban sus golpes y Horas, ya con desesperación golpeó la puerta con fuerza.
Escuchó al padre de Gabrielle preguntar y él fue el primero en responder.

—Buena noche buen hombre, vengo a traerle noticias de su hijo.
El anciano se quedó perplejo unos segundos. ¿Acaso había escuchado bien? Alguien tenía noticias de su pequeño, su hijo.
¿Sería verdad? Quizá alguien le estuviera jugando una broma cruel.

—¿Quién es ud? ¿Porqué viene a estas horas? No le permito jugar de esa forma con mi dolor. Gabrielle solo restregó sus dedos con nerviosismo.

—Vaya que tu viejo es quisquilloso pajarito—Gabrielle no le respondía nada—¡No señor, no es una broma, de verdad vengo a traerle noticias de su hijo,abra por favor!...

El viejo se tomó su tiempo, pero decidió que valía la pena el riesgo si de verdad alguien le traía noticias sobre su hijo. Abrió la puerta despacio, lo primero que sus ojos vieron fue a un enorme hombre parado en su puerta.

El anciano retrocedió despacio. Sintió temor por aquel enorme hombre, pero éste ensanchó la sonrisa al verlo. No se había percatado de la persona que estaba detrás del gigante hombre.

—Padre...
Gabrielle habló con una pequeña voz entrecortada.

Isaiah se agitó un momento,su torpe y vieja humanidad podía estarle jugando una broma de mal gusto, aun así, tenía la esperanza de que fuese cierto, su pequeño Gabrielle, cuanto le había extrañado.

—Hi... Hijo—habló con la voz temblorosa y la garganta casi cerrada por la impresión, lo ojos empezaban a picarle por las lágrimas que comenzaban a salir y llenarle las mejillas. Gabrielle no aguantó mas, corrió los pocos pasos que le quedaban y lo apretó entre sus brazos, no había mejor sensación para él en esos momentos que la de volver a tener a su padre cerca. Le besó las mejillas, la frente y se llevó ambas manos a los labios también.

El Color del Dolor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora