capítulo 48

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Unos hombres venían custodiando una carreta.

Ésta estaba cubierta por una enorme manta en color cielo. Era ya muy entrada la noche cuando se detuvieron antes de llegar a la catedral de Barberino. Éste, permaneció quieto, escondido dentro de la carreta,junto con el comandante Parminius y con su mano derecha Amerís.  Era sencillo,habían tenido a un muy buen informante que les había había hablado de un cargamento para la iglesia. Y este hombre había sido atracado ya varias veces por el mismo Fantôme,pero jamás había podido ser apresado. Monseñor había insistido en ir a ese atraco,porque quería definitivamente atrapar al Fantôme,y le había dicho al comandante que no deseaba la recompensa,lo único que quería era poder testificar si era o no el hombre que tanto buscaban.

La carreta estaba quieta,un hombre bajó de ella y apretó los nudos de las cuerdas,en gesto muy descuidado para el hombre que había estado observando todo desde el tejado de una de las casas mástiguas de París. El hombre llevaba una camisa blanca,y una capa negra. Se notaba su cabello largo igual de negro que la noche.

Estaba agazapado esperando el momento preciso para poder abordarlos antes de que llegaran a la catedral. Justo cuando pasaron por largo pasillo entre unas calles angostas,el Fantôme había brincado a la carreta,le había dado un golpe y el rostro al conductor y lo hizo caer al piso. Éste agarró las riendas de la carreta y las estiró rápidamente. Los caballeros relincharon en protesta,pero corrieron tan rápidamente como si un Demonio los persiguiera.  Eloen se metió entre calles pequeñas, rápidamente jalando de las riendas y haciendo que los caballos se agazapadan en cada vuelta que daba con la huida.

De pronto se detuvo en un callejón muy lejos,pero cerca de Sena. El ladrón se quitó el antifaz que cubría su rostro y se dejó ver en la noche. El ladrón con su espada cortó los nudos de la lona que cubría la carreta y la dejó caer a un costado para ser sorprendido por un grupo de soldados.

—¿Pensaste que está vez también sería tan fácil, fantôme?.

El rostro de Solán se quedó quieto,viendo con mucho odio al comandante Parminius.

—¿Y tú eres?.

Preguntó con desinterés.

Pero de pronto vió que de la carreta salía un hombre con túnica negra,llevaba las manos unidas y una sonrisa socarrona en los labios.

—¿Me recuerdas, Solán?.

Solán se giró para ver a Monseñor Barberino y toda la furia que había estado acumulado por años casi lo traiciona.

—Pero a quién tenemos aquí. Al secuas del Rey,al hombre más corrupto de París. Monseñor Barberino.

Parminius se adelantó con su espada,y varios soldados tomaron los brazos a Solán, éste puso resistencia,pero eran más fuerte y más soldados que él.

—¿Es éste el hombre que lo atacó su señoría?. Parminius estaba muy involucrado en su papel,justo como lo estaban todos.

—Es él. ¡Arrestenlo!.

Solán giró el rostro para ambos lados,se encontraba solo. Quiso poner resistencia,sin embargo eran más los soldados de su majestad. Barberino se quedó quieto un momento meditando la situación. Había sido demasiado fácil atrapar al delincuente,algo no le gustaba de eso,cuando de pronto un grupo de gitanos saltaron sobre los soldados. Uno era enorme,parecía un animal salvaje y Barberino lo reconoció de inmediato. En el pasado ese mismo gitano lo había atacado y había ayudado a Solán a huir de él.

Así que todos esos años habían permanecido juntos...

—¡A ese gitano,arrestenlo también!.

Horas lo miró y sonrió para el clérigo con esa sonrisa aterradora que le brindaba a sus enemigos antes de hacerlos caer. Pero ese momento no era para resistirse mucho. Todo debía salir de acuerdo al plan. Solán y Horas debían ser apresados por la guardia del Rey,ser llevados hasta los calabozos y ahí Horas debía ayudar al padre de Gabrielle a escapar. Todo iba saliendo según lo planeado,Barberino se notaba complacido al ver a los gitanos caer uno a uno,y haber podido atrapar a Solán de una vez por todas. Y todo habría salido perfecto,si es que Gabrielle no hubiera intervenido.

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