Cap.43

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Nadie, absolutamente nadie sabe el dolor de perder un hijo tan bien, cómo lo sabe una madre...

El corazón le dolía demasiado,no había podido soportar la idea de no volver a ver a su hijo,y no saber su paradero que sólo una vez había intentado verlo. Ya habían pasado varios años,y para la gitana había sido una tarea muy difícil el poder escabullirse,primero de los suyos y después de la guardia del rey. Solamente había rogado porque esa mujer aún trabajará en el palacio. La gitana se había agazapado trás unos muros para vigilar el palacio,pero desde donde estaba sabía que era casi imposible que los guardian la mirarán,pero no su gente. Ella estaba en la cima de la catedral,en el último pico, dónde ningún guardia había llegado nunca a vigilar por el temor de caer,pero para su pueblo,los gitanos,esa no era una tarea difícil. Porque desde punto estaban más cerca de las estrellas. Entonces la vió salir,llevaba una canasta en una mano y en la otra traía a un niño pequeño de no más de 3 años. Rubio como el rey.

El corazón de la gitana dió un vuelco. Era su hijo,estaba segura de que era él. La vió avanzar por las calles,entonces con pasos ligeros trepó por la siguiente estructura. Para Los gitanos ,correr por los tejados había sido siempre tarea sencilla. Lo único que ella deseaba era poder ver su rostro,el color de sus ojos y la hermosura de su rostro,porque estaba seguro de que era el niño más hermoso que hubiera pisado la tierra,cómo cualquier madre pensaría. La anciana ya había caminado algunas cuadras lejos del palacio con el niño en mano,cuando Julianna se comenzó a desesperar y en un brinco había bajado para atajar el paso de la mujer.

Que, asustada,había soltado la manita del niño por un momento para después tomarla nuevamente con fuerza y esconderlo tras ella.

—¿Quién es usted? ¿Qué desea? No tengo dinero. La mujer movió el rostro asustada negando. Julianna iba vestida con pantalones de hombre,casaca y botas. Era lógico que la mujer tuviese miedo.

La gitana se bajó la casaca para pudiera verle el rostro y no tuviera miedo.

—Soy yo,Leatitia. La gitana.
La mujer ni siquiera sabía su nombre,no había querido que lo pronunciará,si algún día el rey daba con ella,no quería ser débil y revelar quien era.

—¡Niña,me has dado un susto de muerte!. No había sido su intención,la desesperación la había llevado a buscarla.

—Lo siento,no he querido hacerlo. ¿Es él mí...? No pudo siquiera continuar. La mujer asintió con los ojos llorosos.

—¿Por qué no se fue del Palacio? El niño corre peligro ahí de saber quién es. La mujer negó con tranquilidad,mientras con una mano se retiraba las lágrimas.

—Nunca le prestaría atención el Rey a una doncella de la limpieza,mucho menos a su vástago.— Además; continuó.
No tengo dinero niña,no podría alimentarlo sin el trabajo que hago en el palacio. Mi esposo es ciego,me resulta difícil alimentarlo bien algunas veces,pero no te preocupes.
Se adelantó al ver el gesto de la gitana—. Él come a diario,aunque sea el único que lo haga.

Julianna no había pensado en eso cuando decidió entregárselo. No quería que su pequeño sufriera hambres,pero tampoco con ella estaría mejor. Algunas veces los gitanos tampoco tenían alimento.

Entonces de su pantalón tomó un pequeño costal con monedas que había juntado de sus bailes y los pocos trabajos que había hecho y se los extendió en la mano a la mujer.

—Tome,no es mucho lo que tengo,pero puede servir para algunos días. La anciana iba a negarse,cuando escuchó los pasos de su esposo al golpear las paredes con una vara que usaba para guiarse.

El Color del Dolor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora