Cap.2

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El choque del acero de espada con espada fue lo último que Gabrielle escuchó. Sus ojos se negaban a cerrarse y dejar de ver quienes eran sus captores,así que con el aliento pausado volvió a empuñar su espada y soltar un certero golpe contra el tipo que lo tenía en el suelo. El hombre cayó de pronto y Gabrielle se levantó un poco aturdido. Tras él la pelea estaba casi acabada y para su mal augurio ellos iban perdiendo. Amerís se encontraba a unos metros suyos empuñando su espada contra uno de los pillos que los estaban apresando,Gabrielle sacudió su cuerpo y volvió a erguirse.

-¡Mueran todos los malditos!-escuchó que gritaron a lo lejos. Y se le secó la garganta al escuchar esas palabras. Eran verdad y lo sabía, cualquier soldado de su majestad que cayera en manos de el fantasma sabía que ese era su destino, morir por el hierro de su espada o en el peor de los casos ser torturado hasta pedir clemencia y con ella venía la muerte como un dulce tónico.

Gabrielle estaba aterrado,tan sólo tenía dieciocho años y no había conocido lo que era tener una mujer aún,ni mucho menos soñado con casarse y formar una familia.

Jamás volvería a ver a su padre, que con mucho orgullo desfilaba por el muelle contando a sus amigos que su valiente hijo era ahora un soldado más de su majestad.

Dispuesto a huir y aunque le creyeran cobarde corrió, corrió tanto que casi lograba escapar de esos delincuentes.
le dolieron las costillas y se llevó una mano al costado,volteó el rostro levemente atemorizado y pudo ver al tipo que corría tras él. Quiso seguir corriendo pero el hombre lo alcanzó y tiró de él,Gabrielle le lanzó una patada y el hombre tomó su tobillo, con el pie libre lanzó otro golpe y acertó en el rostro de su atacante,el hombre se llevó la mano a la nariz y ésta escurría sangre a borbotones.

-¡Maldita alimaña!-gritó furioso. Gabrielle se arrastró hasta llegar a la orilla del río. Pero el hombre lo interceptó antes de que lograra escapar y le propinó un golpe en la nuca. El chico cayó casi desmayado,sin fuerza para sostener su cuerpo y seguir avanzando.

El hombre tras él soltó una risotada de triunfo,con una patada aventó el cuerpo inerte de Gabrielle hasta la orilla del muelle. Aun le quedó algo de fuerza en los brazos, que lograron sostenerse de la orilla con sólo tres dedos,el hombre asomó el rostro y notó que el chico seguía sostenido de los dedos y con un duro golpe de su bota hizo que uno de sus brazos cayera a los lados.

-¡Ríndete escoria! Tírate y muere con dignidad ahora,o sino después sufrirás una terrible muerte en manos de el propio "fantôme" eso es algo que tus ojos no querrán ver.

En medio de esa verbata supo que el hombre tenía razón, había escuchado los suficientes cuentos de la gente del pueblo decir que el fantasma era despiadado, disfrutaba de atormentar a los suyos hasta la muerte,sus gritos era musica de fondo después de un día de vandalismo. Era algo que le aterraba,algo que lograba helarle la sangre y empezar a suplicar piedad. Entonces fue cuando vio mejor a su atacante,era lo último que sus ojos iban a ver. El hombre media por lo menos dos metros y era muy fuerte, las botas de cuero le llegaban hasta los muslos y las puntas estaban gastadas,tenía la frente muy amplia,el cabello canoso y sus dientes eran grandes y amarillentos. Era el hombre mas intimidante que jamás había visto,mas criatura demoníaca que hombre, pero no era el fantasma por lo que pudo entender.

Las fuerzas le fueron abandonando poco a poco y sus ojos le pesaron como dos enormes rocas,sus dedos adormilados se fueron soltando uno a uno de la orilla,el hombre se giró de pronto y volteó a verlo de nuevo.

-Te dije que era mejor morir con dignidad-.Movió el rostro negando y se alejó de él. Cuando su último dedo se negó a seguir aferrado y se soltó,de pronto sintió una mano que tomó su muñeca y estiró su cuerpo de nuevo a la superficie. A pesar de que los ojos le pesaban alcanzó a ver a su salvador. Lo que vio lo dejó maravillado,unos ojos color azul cielo y el cabello más negro que hubiera visto,casi como la noche. Los labios del ángel aquel eran delineados de forma que suplicaban ser tocados y Gabrielle quiso poder extender su mano y hacerlo. Tocar a el ángel que el señor había mandado en su ayuda para lograr que la imagen del demonio del hombre no fuera lo último que sus ojos vieran. Entonces fue cuando sus ojos se cerraron.

El Color del Dolor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora