Cap.30

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Solan,desconcertado y molesto, azotó nuevamente la puerta de la que era su habitación. Se estaba volviendo una fea costumbre arremeter contra lo que se pusiera en frente. Pero no podía evitar querer golpear algo, lo que fuera que encontrara y le ayudara a bajar la furia que recorría su sangre como veneno ardiente. Algo le escondía ese maldito y él iba a averiguar qué era. Sacudió el cabello con sus dedos y lo agarró en una coleta,en un rincón había una botella de vino abandonada sin más. Iba a tomarla y perderse en ella cuando escuchó unos golpes en la puerta. En ese momento sintió la necesidad de estrellar la botella que traía en las manos contra la puerta y así hacer que quién estuviera fuera lo dejara en paz, pero no pudo, la voz de Adasius lo sacó de sus bajos pensamientos.

-Solan, voy a entrar. Le dijo y giró la perilla de la puerta y se introdujo con pasos lentos. Podía notarse en su rostro el peso de los años, la vergüenza y la ira acumulada. El mismo matiz del que estaba hecho el rostro de todos en ese lugar. Fue y se sentó en un rincón de la habitación y escondió el rostro entre sus rodillas. El hombre se notaba cansado, pero mas que cansancio se notaba afligido.

-¿Qué sucede? Preguntó Solan con voz ronca. No era muy común ver a Adasius de esa forma. Quizá en esos momentos quien mas necesitaba la botella era el gitano.

-Estoy melancólico supongo. Su voz se escuchaba ligeramente cortada, como alguien que logra reprimir un nudo.

Solan le sostuvo la mirada y recordó la primera noche que conversó con ese hombre.

Había estado tirado en un rincón de la habitación y recordó que Adasius fue el primero en llevarle algo de comer. Llevaba una charola con pan, algunos frutos y un poco de agua. Pero no podía comer, su estómago estaba cerrado. Tantos días le habían afectado, ni siquiera tenía la fuerza para sostenerse y beber el agua, sin embargo, Adasius le contemplaba como a un animalillo asustado.

-Espera,déjame ayudarte. El gitano le sostuvo de la frágil espalda y acercó el tarro de agua hasta sus labios ya agrietados, le hizo beber en pequeños sorbos, pero el agua se sentía mas espesa que la sangre, tan entera que costaba tragarla.

-No.. no puedo señor. Le había respondido el chico, un niño apenas de quince años con la mirada mas lastimera que el gitana hubiera visto. Solan aun les observaba con admiración o fascinación era difícil distinguir sobre esos ojos del color del cielo, tan hermosos como tristes. El chico tenía los ojos puestos a sus ropas y argollas, a los zarcillos en sus orejas y hasta en sus botas gastadas.

-Se te cansarán los ojos de tanto ver muchacho. Le dijo con una risita, pero el chico se puso mas serio de pronto sintiéndose avergonzado al ser descubierto por Adasius. Estiró su cuerpo y desvió la mirada.

-No era mi intención ser impertinente señor, solamente que... Jamás había visto hombres como ustedes.

<<Hombres como ustedes>>

Adasius trató de averiguar qué significaba esas palabras. Porque hace algunos años tenían un significado diferente para él y para su pueblo.

—¿Qué sucedió contigo?. El gitano ignoró la respuesta del chico cambiando de tema como solo él podía hacerlo, mientras daba una mordida a una manzana. Entonces se dio cuenta de que algo iba mal, el chico se había quedado nuevamente callado y sus ojos se habían cristalizado. Se sintió un idiota ¿cómo podía ser tan estúpido para no darse cuenta de que algo iba mal y tener tan poco tacto?...

El muchacho iba a responder, pero el gitano hizo una señal de silencio y trató de restar importancia de nuevo, ya sería Horas quien le contara la historia del niño aquel.

—No es necesario que me digas nada chaval,aquí todo se sabe y poco se puede guardar, en este nido de ratas al que nos han exiliado... Nada se le escapa. El chico sorbió un par de lágrimas y extendió la mano para tomar una fruta, el hombre le daba confianza y por alguna razón empezaba a creer que ahora estaba en casa.

El Color del Dolor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora