Cap.38

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La gitana detuvo su baile.
No le gustó ver los rostros de aquellos niños,de alguna manera le recordaban a su hijo. Las estúpidas lágrimas amenazaron con aparecer,pero se las tragó con orgullo y levantó el rostro para darles una sonrisa y así dejarán de estar tristes por la historia que Melchor acababa de contar. De pronto sus ojos se encontraron con los de él,Parminius.

No había forma de que escapara esta vez,y se sorprendió a si misma al darse cuenta de que no quería hacerlo.

Él se apresuró a su encuentro antes de que ella se escapara y no le permitiera acercarse. Desde el mismo día en que la había conocido ella no dejaba de rondar su mente y sus pensamientos. Esa mujer lo estaba volviendo prácticamente loco y poco le importaba. Solamente deseaba poder tenerla cerca otra vez, y porqué no,poder besar sus labios rojos que venían atormentandole.

—¡Julianna!.
Se apresuró el comandante. La gitana se detuvo dándole la espalda,deseaba hablar con él desesperadamente,pero también supo que en esos momentos él no quería hablar de amor, él querría saber su historia. Y eso era lo que precisamente había estado guardando tantos años,su vergüenza y su pérdida.

No respondió de inmediato,pero tampoco se fue. Parminius entendió que lo que ella necesitaba en ese momento no eran palabras,y la atrajo a su pecho mientras acarició su cabello. La gitana empezó a llorar de pronto y se maldijo por hacerlo delante de él,de Parminius. Pero sus manos eran demasiado hábiles,acariciaban su cabello con tanta delicadeza que le fue imposible apartarse un centímetro.

Se odió,se odió por mostrar su debilidad al mundo,por esas estúpidas lágrimas que acababan de traicionarla. Quería gritar,gritar muy fuerte de dolor,pero no podía. Ni siquiera era libre para caminar por las calles de París de día,mucho menos de poder gritar a los cuatro vientos la rabia que tenía por dentro.

—¡Shhh!—Tranquila.
Susurró el hombre. Él podía darse cuenta perfectamente del estado en el que la gitana se encontraba, vulnerable.
No quería forzarla a decirle nada,porque él no era nadie para hacerlo. Ella subió los ojos buscando los de Parminius,y los encontró cargados de amor.

—¡Lo siento mucho!
Murmuró en un quejido que terminó en nuevas lágrimas. De pronto él subió su rostro por la barbilla,buscando en su mirada.

—¿Qué es lo que sientes? ¿Ser una mujer maravillosa? ¿O,el que hayas robado mi corazón sin aviso?.
Ella se quedó quieta por un momento,para después sacar una pequeña sonrisa que no llegó a ser tan fuerte.

—Es un robo Parminius,¿Quién avisa que va a robar?. El comandante sonrió también. Pero volvió a esconder la mirada cargada de vergüenza. Estaba claro que se contuvo a preguntar,pero en algún punto tendría que revelarlo de seguir en una relación.

¿Relación? ¿Por qué pensaba siquiera que podía tener algo como una relación? ¡Con qué derecho! Si su hijo estaba solo en algún lugar de París.

—No pienses mujer. Ahora comprendo que tú mayor problema es que le das demasiadas vueltas a todo. Y eso era cierto,ahora era de esa forma. Pero debió haberlo hecho en su momento,cuando el rey llegó para arruinar su vida.

—Tengo mis motivos para ser de esta forma Comandante. Su mirada retadora no dejó lugar a la duda. Y para Parminius ese tipo de cambios le sorprendían cada vez más. Porque era obvio que debajo de esa altivez y esos ojos soberbios existía una buena mujer que ya había sufrido lo suficiente,y él quería ser el hombre que la protegiera por el resto de la vida.

—Yo puedo entender cualquier cosa mujer,y también puedo hacerme cargo de cualquiera. Julianna sonrió,y él pensó que acababa de dar un nuevo paso hacia ella,pero no. La gitana puso sus manos sobre las caderas e hizo un gesto de negación con sarcasmo.

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