12- La Fotografía

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Un largo viaje de novias por Europa y unas vacaciones veraniegas en la mansión familiar de Los Hamptons, mantuvieron al reciente matrimonio Jauregui alejado de Manhattan hasta bien entrado el mes de julio. Que Lauren pudiera hacer su trabajo aunque viajaran al otro extremo del mundo, era el lado positivo que Ally le encontraba a ese absorbente oficio de escritora y periodista. Eso le compensaba por las horas eternas en las que Lauren estaba ausente, escribiendo su columna de opinión, documentándose siempre para la siguiente novela o entretejiendo en su mente la nueva historia que la llevaría, un año más, a pasar el otoño en la soledad de Crystal Lake.

En un año de elecciones, el mes de julio era el momento en que los partidos políticos recuperaban fuerzas y se preparaban para comenzar el duro camino hacia la Casa Blanca, y lo hacían sobre la marcha, sin gozar apenas de descanso. El nombramiento oficial del elegido por el partido como su candidato a presidente de la nación marcaba el fin de las primarias y era también el pistoletazo de salida para una nueva campaña más dura y agotadora que la que dejaban atrás.

Y esta vez, Dinah iba a estar en primera línea, lista para apresar con su cámara toda imagen que pudiera contribuir a la captación de votos para el senador Thompson.

El Coffee Legends, un local con la atractiva apariencia de un viejo vagón de tren, estaba poco concurrido a media mañana y Dinah y Lauren hablaban con tranquilidad en una mesa, junto a la cristalera que daba a Broadway.

—¿También hoy te has desayunado a Normani? —preguntó, al verla devorar con placer el cruasán que mojaba en café con leche.

—Me la desayuno cada mañana que despierto en casa —dijo Dinah con satisfacción—. Pero hoy he madrugado mucho. La he dejado en la cama y no he querido hacer ruido en la cocina para no despertarla. Mi casa no es como la tuya. Lo que haces en un extremo se oye con precisión en el opuesto. —Rió mientras separaba con los dedos otro pedazo de cruasán—. Me había citado con el gerente de la galería de arte para lo que te conté. Está satisfecho con la acogida que está teniendo la exposición y quiere alargarla tres meses más.

—Felicidades. —Alzó su taza de café igual que si brindara con champán—. Y felicidades también por esa segunda tirada del libro. A este paso pronto te veré viviendo en la Quinta Avenida, al lado de mis suegros.

—¡Eso nunca! —exclamó su amiga en el mismo tono de broma—. Mani se casó conmigo porque le prometí que despertaríamos «al lado de la mañana» durante el resto de nuestras vidas.

—¿Y cumples todas las promesas que le haces? —preguntó Lauren irónica.

—Casi todas. —Frunció el ceño mientras mojaba el último trozo de cruasán—. En realidad, todas menos una. ¿Qué promesas le estás cumpliendo tú a Ally? — preguntó, con la boca llena y una sonrisa mordaz dibujada en los labios.

—Todas —respondió satisfecha.

—No te creo —dijo con asombro—. No conseguirás hacerme creer que el matrimonio te ha vuelto una mujer fiel.

Lauren tenía una explicación con la que sin duda la hubiera convencido, pero la guardó para sí y soportó con humor su retahíla de bromas.

No estaba acostándose con otras, era cierto. Pero tampoco le estaba siendo fiel a Ally. Porque no era ella a quien tenía en el pensamiento a cada segundo del día, ni siquiera mientras compartían un rato de sexo. No. No le estaba siendo fiel, porque no era el pensar en ella lo que le quitaba el deseo de acostarse con otras. De hecho, era añorar y desear a Camila lo que la ayudaba a amar a su esposa con apasionado arrebato cada noche. Sí; era a Camila a quien en realidad estaba guardando una estúpida e ingrata fidelidad.

—... y aparecerán mañana en todos los medios de comunicación —oyó que decía Dinah.

—Las fotografías —dijo Lauren, consciente de que había estado perdida durante unos segundos.

Donde Siempre es Otoño (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora