30- El Mensaje del Senador

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—¿Por qué no puedo ir? —preguntó Dinah, mientras miraba a Normani moviéndose por la cocina con aquella sensualidad innata que después de los años seguía volviéndolo loca.

Le había hecho el amor la noche anterior, la había despertado con caricias al amanecer para volver a amarla antes del desayuno y después la había echado de menos durante toda la mañana. A veces aborrecía el trabajo de su esposa, que la mantenía lejos la mitad de cada uno de los días que pasaba en casa.

—Explícame por qué no puedo ir a ver a una amiga con problemas —repitió ante su silencio.

—Porque no puedes ir —contestó Normani volviéndose hacia ella con una graciosa sonrisa—. Porque con quien tiene que arreglar las cosas es con su mujer, no contigo, y porque ya lo está haciendo —concluyó, arrugando la nariz.

—Veo que Ally se ha dado prisa en pasarte el informe —bromeó.

—Un informe bien completo —precisó con misterio, mientras pasaba a su lado y se dirigía al salón.

Dinah fue tras ella, intrigada. La vio sentarse en el sillón y abrir el periódico que ella había comprado por la mañana.

—¿Qué has querido decir con eso?

—Que vuelven a empezar. Que ella no tendrá en cuenta sus infidelidades y que...

—¿Infidelidades? —la interrumpió, sin poder creer que Ally lo hubiera descubierto.

—Sí, infidelidades —confirmó mientras seguía ojeando el diario—. Lauren ha intentado confesárselo y ella le ha dicho que si van a seguir juntas no quiere saberlo.

—¿Y...?

Normani levantó los ojos del periódico y la miró como si no la comprendiera.

—Y ahora están viviendo su reconciliación y no necesitan que ninguna amiga vaya a interrumpirlas con consejos.

—No me has entendido —dijo sentándose a su lado—. Quiero decir que de dónde sacáis vosotras lo de la infidelidad si Lauren no lo ha mencionado.

—Si Ally dice que ella le iba a confesar que le ha sido infiel, es que le iba a confesar que le ha sido infiel —replicó con satisfacción—. Recuerda que tenemos una sensibilidad especial para captar esas cosas.

—¡Esto es ridículo! —exclamó Dinah inquieta—. Lauren intenta explicarse, ella le dice que no hace falta que lo haga, ¿y el hecho queda igual que si hubiera confesado una infidelidad?

—Unas cuantas —aclaró ella.

—¿Unas cuantas? —Se levantó, nerviosa, y se palpó los bolsillos buscando la cajetilla de tabaco—. Me dais miedo.

—Está en la mesilla.

Dinah la miró con el rabillo del ojo, preguntándose cómo había sabido ella lo que buscaba si no había apartado la atención del periódico, y fue al dormitorio a por un pitillo que le calmara la agitación interna que le habían provocado sus absurdos e inquietantes comentarios.

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Sabía que le ocurriría durante mucho tiempo, tal vez siempre, pero la frustró comprobar que, una vez más, su primer pensamiento al despertar fue para Camila. Evitó mirar a su esposa para protegerse esa vez del corrosivo sentimiento de culpabilidad, y apartó las mantas para abandonar con sigilo la cama.

—¿Adónde vas? —preguntó la somnolienta voz de Ally. Lauren se dejó caer de espaldas en el colchón.

—Buenos días, preciosa —dijo, rozándole el cabello con los dedos—. Voy a buscarte el desayuno.

Donde Siempre es Otoño (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora