27- Viento de Otoño

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—No existen esos informes —le dijo Lauren a Dinah esa misma noche, en un pequeño bar de Morningside Avenue—. Se han pagado cantidades desorbitantes por estudios de asesoramiento que nadie ha visto.

—¿Así que esas empresas han cobrado por análisis que no hicieron?

—Tampoco existen tales empresas.

—Entonces, ¿qué y a quién están pagando las grandes industrias?

—Están financiando la campaña del senador Thompson.

—No es necesario crear compañías ficticias para eso.

—Sí, si pretendes que no quede constancia de esa ayuda. Las donaciones se registran como financiadas por esas empresas fantasma y si Stephen resulta elegido, las entidades reales que lo están apoyando podrán cobrarse sus favores sin levantar la sospecha de que sean pagos políticos.

—Y las promesas hechas a los votantes se olvidarán, como siempre.

—Como siempre —repitió Lauren—. Y éste es también el motivo por el que el tipo ese nos ha filtrado la información.

—¿De qué motivo hablas?

—Del pago de favores. Cuando el gobierno de George Bush promulgó esa ley que daba inmunidad a las grandes farmacéuticas, fue en pago por sus generosas aportaciones a su campaña. Y volverá a pasar. Siempre pasa. —Negó con la cabeza con gesto de impotencia—. A las madereras les conceden permisos para talar árboles centenarios con la absurda disculpa de aclarar los bosques para que no se produzcan incendios. Las petroleras llevan años persiguiendo que se les abra a la explotación la reserva natural de Alaska y que se flexibilicen las leyes sobre protección de la naturaleza y sobre emisiones contaminantes. Es para conseguir que se aprueben esas intolerables leyes para lo que apoyan las campañas políticas. Son magníficas y seguras inversiones.

—Y el coordinador ha visto en el pacto de Stephen a la poderosa industria farmacéutica que arruinó la vida de su hija y que ni siquiera quiso indemnizarlo, y no ha podido soportarlo.

—Exacto —opinó Lauren—. Conoce en carne propia el daño que esos pagos políticos pueden hacer y no quiere formar parte de eso.

Lauren bebió un trago largo de su cerveza mientras se preguntaba cuántos políticos mediocres, incluso totalmente ineptos, habían llegado a ocupar la presidencia gracias a tratos como ésos y se le revolvió el estómago. El caso de Stephen era diferente. No le cabía duda de que era un gran político y que llevaba en su programa propuestas de cambios importantes y necesarios. Cambios que probablemente sí llevaría a cabo de salir elegido. Al menos, los que no entraran en conflicto directo con las promesas hechas a las grandes compañías.

—¿Qué vas a hacer? —preguntó Dinah.

—Recopilar todas las pruebas que pueda conseguir.

—Quiero decir, ¿qué vas a hacer después, cuando las tengas todas? ¿Vas a hacerlo público?

—Sigo dándole vueltas. —Se frotó el rostro con la mano con gesto de impotencia—. Está por medio Ally y está... —Se mordió con fuerza los labios y rectificó—. Está Ally. Sufrirá con todo esto.

—Sabes bien que va a ocurrir de todos modos. Sólo tienes que decidir si quieres ser tú la que lo saque a la luz o dejar que lo haga cualquier otro periodista. Porque no dudes de que tiene otros nombres para el caso de que tú te eches atrás.

—¡Lo sé, lo sé! —dijo con impotencia.

—¿Está implicado tu suegro?

—Juraría que sí, que está directamente implicado en la creación de las empresas y en la malversación de fondos.

Donde Siempre es Otoño (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora