Capítulo 26. Tarde de té.

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Felissa

Hoy decidí dormir hasta tarde, todos los días lucho una feroz batalla contra una graaan enemiga -y rn verdad es muy feroz- llamada "alarma" y solamente dos días a la semana soy capaz de ganar esa batalla, extraño un poco cuando mi vida no dependía de horarios para ir a la escuela y hacer los deberes, eso no durará mucho tiempo en un par de semanas cuando mucho me habré ido, dejando todo esto atrás, pero no sé si es bueno o malo, y el hecho de que cada que pienso en volver a lo que era antes siento un hueco en el estómago me asusta mucho, nunca he sentido la necesidad de establecerme en un lugar y menos el dolor de la partida, de no ser porque me tengo que levantar temprano esta vida me agrada, tan tranquila... claro que también están los dinastics que intentan amenazarme con fresas, suena tan estúpido, podría carcajearme en sus caras si los tuviera enfrente, y si no fuera alérgica a las fresas, claro. Hoy eran las doce del mediodía y yo seguía en la cama con Chubaca a mi lado, es increíble que esa perrita duerma tanto, si hasta parecía que había entrado en coma, la cargaba y sus peludas extremidades se dejaban caer como si estuviera muerta, ni siquiera se molestaba por el sol que entraba desde mi ventana, pero eso sí, en cuanto me levanté de la cama y la dejé sola comenzó a llorar largo y tendido, incluso me ladraba, así que tuve que volver por ella para que me siguiera adonde fuera que yo iba, no me deja ni a sol ni a sombra.

Ahora que ya es la una de la tarde, sé que me tengo que levantar de la cama, me levanto con la mayor pereza que puede tener una chica de dieciséis años de edad que ha vivido por dos siglos de mi cama, había quedado con Abi de llegar a las cinco en punto, aún faltan cuatro horas, podría seguir durmiendo... mi cama se ve taaan deliciosa, toda acolchada y suave ... pero ni modo que llegue con las manos vacías, se me ocurre que puedo hacer algún postre, ya sea pay de limón o pay de galleta oreo, ambos me encantan y los he hecho muchas veces porque Werner-quien no es fan de los dulces en absoluto- extrañamente también los adora y se los hago de vez en cuando para endulzarle la existencia... se me hace muy difícil escoger... me encanta el ácido del limón... y el chocolate del de oreo... bien, el chocolate es mi debilidad, mil por mil... me decido por el de galleta oreo, chocolate vas a matarme un día de estos. Voy a la cocina arrastrando los pies descalzos, el pisode madera está duro y fresco, desearía tanto volver a la cama, a ver si tengo todos los materiales, lo primero que hago es buscar la receta en mi celular, recuerdo que lo guardé en una nota que decía "postres yomi", siempre revuelvo los ingredientes de postres diferentes o no le calculo bien a las porciones, es por eso que las tengo todas guardadas, un día podría confundir el azúcar con sal... no, no soy tonta. Reviso en el refrigerador, en la alacena tengo todo, o bueno, casi todo lo que necesito según mi receta, me faltan las galletas oreo, lo más importante, es como sacar a escena una obra pero sin la protagonista, no tiene ningún chiste, sería un desastre total y a nadie gustaría. Pues bueno, hay que ir al supermercado, como si no tuviera flojera de mover siquiera un pie, ahora tengo que manejar hasta el mall y hacer las compras.

Voy corriendo a mi recamara-bueno, corriendo es una metáfora- y me pongo unos pants grises, una blusa blanca de algodón ajustada, y unos tenis deportivos Nike, como si fuera a ir a correr o al gym, eso denota mi flojera al extremo. Tomo mi bolso de la mesita de centro que está en la sala.

-Quédate aquí y no hagas desmanes-le advierto a Chubaca con las llaves del coche en mi mano izquierda y con la derecha señalándola amenazadoramente.

Salgo de mi casa y me meto al coche en dirección al mall.

Ya en el mall voy por las galletas oreo, pero soy de esas personas que no pueden sólo comprar una cosa e irse, no, Felissa nunca ha podido mantener las manos quietas... me paro en cada pasillo para ver cualquier tontería, la compra que debió haberme tomado cinco minutos se lleva una eternidad, para cuando llego a la caja para pagar voy arrastrando un carrito con chocolates, yogures, un bálsamo labial, kleenex, revistas, galletas de todo tipo, golosinas, golosinas y más golosinas, sin olvidarme de las galletas oreo, casi las olvido, pero por fortuna logré recordarlas a tiempo, sería un estupidez tener que regresar por un descuido de ese tipo, mi carrito está repleto de puras cosas que seguramente no me van a servir de nada y olvidarme del producto por el que venía es inconcebible. Estoy a punto de pagar cuando un hombre me queda viendo, analizo la situación: va arrastrando un carrito con dos niñitos rubios de no más de cuatro años de edad dentro, ¿serán sus hijos? El tiene unos veinticinco años, ligeramente más alto que yo, cabello negro, piel aceitunada, ojos negros, nada impresionante a decir verdad, su cuerpo trabajado denota que más bien abusa de los anabólicos y esteroides, y una señora mayor a él se acerca y atiende a los niñitos, así que seguramente son sus hermanitos y la señora es su mamá, dudo un instante y le sonrío de vuelta, no por otra cosa, solo que me gustan las personas agradables, pero luego él cambia su mirada por una más... ¿Cómo decirlo?... ¿Sugerente? ¿Lujuriosa..? Yo no estoy interesada, aún así sigo su juego y me muerdo el labio inferior provocativamente, ¿por qué? simple: siempre disfruto de causar deseo y expectación entre la comunidad masculina que me rodea, y esto es nada comparado con lo que realmente puedo provocar, en ese momento uno de los niñitos le grita "Papá", me congelo en mi sitio y me dan escalofríos, algo tira dentro de mí, muy hondo, muy hondo, arcadas vienen a mi estómago sin ser llamadas... No sé ni dónde esconderme, me da tanta vergüenza, quisiera ser un avestruz para enterrar la cabeza en el suelo. Volteo a ver un estante lleno de revistas y finjo que estoy sumamente interesada en ellas, lo cual me deja en mayor vergüenza cuando me doy cuenta de que es una XXX. El cajero tarda una eternidad en atenderme, todo porque una señora que iba justo delante mío no podía hacer que su hija se decidiera entre una my scene y una Barbie, todo para terminar llevándose ambas, decisión que a mi parecer pudieron haber tomado desde un principio, y yo sigo muriendo de pena mientras siento la mirada de aquel hombre ¿Cómo puede siquiera voltearme a ver delante de su familia? me recuerda a aquellas mujeres sinvergüenzas que coqueteaban con mi papá estando yo delante y que no les importaba el hecho de que él ya les había dejado muy en claro que no estaba para nada interesado, ahora me siento como una de ellas, a lo mejor sus hijitos lo interpretan de esa manera, una ramera de dieciséis años queriendo conquistar a su papá... claro que no, los niñitos no se dan cuenta de esto porque aún son muy chicos, espero que para cuando crezcan su papá ya haya recapacitado.

BrujaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora