26. ¿Y si nos casamos?

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L I V

—¿Crees que deba terminar con Daimon? —me digne en preguntarle aún ya sabiendo la respuesta. 

—¿Eres tonta o qué pasa por tu cabeza?

—Un poco —Él sólo gruñó como respuesta y yo continué—. ¡Era broma, obviamente terminaré con él!

—No lo sé, empiezo a dudar de si lo harás —después de eso entró a mi baño para terminar de ignorarme.

—¡Benibú es verdad si lo haré!

Desde adentro del baño habló:

—Cuando lo hayas hecho hablaremos.

Y sin más salió del baño para luego marcharse pero no sin antes decir:

—No me voy porque me haya enfadado —suspiró cansado para luego regresar a verme—, me voy porque Oliver está en el baño de mi habitación… y siendo sincero no quiero saber que está haciendo ahí pero debo ir a sacarlo.

𖤐༄

Estaba frente a la casa de Benibú.

Él no tardaría mucho en salir a traerme, de hecho ya venía. Una vez me vio sonrió con un idiota. 

—¿Qué te trajo a mí humilde morada? —preguntó. Aún cuando sabía que su casa de humilde no tenía nada.

—Te traje un regalo que se me olvidó darte en la mañana.

—Era más fácil que decir que me extrañabas pero está bien, pasa. 

Entramos a la casa para luego subir a su habitación. Una vez estuvimos ahí me di cuenta que en el baño se escuchaba todavía alguien.

—Es Oliver —comentó enseguida—, ¡Oliver saluda a Liv!

—¡¡Hola Ratatuelaaa!! —gritó desde adentro del baño para que se escuchará.

—¿Qué hace ahí todavía?

—Tiene vómito pero ya se le pasará —aseguró restándole importancia—. Ahora mi regalo.

—Aquí está, relájate. 

Le di una pequeña caja que tenía dentro un pequeño collar con un dije de la mitad de corazón pero en lego.

—¿Se verá muy intenso si la abro ya?

—No, no anda ábrela quiero ver si te gusta.

Solo espero que terminará de hablar para abrirlo.

A veces Benibú me llegaba a parecer un niño pequeño aún teniendo dieciséis años. Casi diecisiete. 

—Es muy lindo —murmuró—, pero le falta otra parte ¿no?

Asentí mostrándole la otra parte en mí cuello.

—Me gusta esto —sonrió—. ¿Me la pones?

—Sí. 

Después de colocarle el collar robamos licor a sus padres y subimos a su famoso tejado.

Ya llevamos un rato hablando y bebiendo.

Lo sabía porque empezaba a marearme el estar ahí.

—¿Qué harás después de que salgas de la preparatoria? —le pregunté mientras él le daba un enorme trago a la botella.

—Me gustaría irme lejos de todo el mundo —suspiró cansado—, pero sé que eso no será posible así que no tengo ni idea.

—¿Cómo no tienes ni idea de que vas a ser? —cuestione. 

Una historia fugaz ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora