Prólogo

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Una tarde como cualquier otra, un pequeño niño de cinco años bonito y de mejillas abultadas jugaba en un parque acompañado de su nana. Subía y bajaba de la resbaladilla, su juego favorito. -Cuidado Ji-Seok- le decía su cuidadora al ver que se arrojaba cada vez más rápido y descuidadamente pero manteniendo una sonrisa que le hacía cerrar sus ojitos avellana. 

Ji-Seok subió de nueva cuenta por las escaleras y se lanzó, pero al llegar al suelo se dio cuenta que su nana ya no estaba. En su lugar había un hombre vestido de negro con lentes oscuros. Algo en él le dijo que corriera y así lo hizo, pero al ser tan pequeño fue fácilmente alcanzado por el adulto quien se lo llevó cargando debajo de su brazo como si fuera un paquete y quizá lo era pues lo utilizarían como moneda de cambio pidiendo rescate por él a sus millonarios padres. 

El niño fue subido a un auto con vidrios tintados y un gran blindaje, escoltado por aquel hombre hasta llegar a su destino: una bodega a las afueras de Seúl donde lo bajó del auto, lo arrojó al suelo en un cuarto lleno de cajas y salió cerrando la puerta con llave. 

-¡Quiero a mi mamá! ¡Me quiero ir!- gritaba el pequeño mientras comenzaba a llorar. De pronto se escuchó algo de ruido detrás de algunas cajas y otro pequeño salió -Hola. No llores...- y se acercó a tocarle la cabeza tratando de consolarlo. 

Ji-Seok volteó a verlo -gracias...- y pudo notar que el niño era un poco más alto y gordito que él, tenía cabello negro y unos ojos muy grandes y bonitos. Ambos se sonrieron. -Ven- dijo el más alto guiando al bajito hacia donde él había estado investigando para descubrir una rendija que daba a la calle, su pasaje a la libertad -Yo no cabo... tú estas chiquito- 

-Te prometo que regresaré por ti- dijo con convicción y abrazó al otro como si fueran grandes amigos para arrastrarse en el suelo a través de aquel pequeño espacio donde apenas él cabía pero que lo llevó fuera de ese lugar y una vez que se puso en pie comenzó a correr lo más rápido que le daban sus pequeños pies. 

-Así es, tenemos a su hijo Ji-Seok así que ustedes nos darán veinte millones de dólares para poder volver a verlo con vida- decía uno de los secuestradores a los padres del niño de mejillas lindas. Otro secuaz ya había hecho lo mismo con lo padres del otro infante de tres años quienes también eran poderosos y ricos. 

La hora de la comida había llegado y uno de los tipos entró con dos platos de un supuesto ramen. Dejó estos sobre una caja y llamó a los niños pero solo uno acudió a su encuentro -¿Y el otro niño?- el pelinegro solamente sonrió, elevó los hombros y dijo -se fue- lo que puso en alerta a todos los demás hombres y comenzaron a buscarlo. 

Ji-seok muy inteligentemente, ya estaba bastante lejos y paró un auto al que le dio la dirección de su casa, misma que sus padres le habían hecho aprender. Tan pronto como aquella persona le había llevado con sus padres, le pidieron que los ayudara a llevarlos al aeropuerto pagándole una cantidad exorbitante de dinero a lo que no se pudo negar. 

-¡Pero tengo que regresar!... Mi amigo...- decía Ji-Seok espantado -le prometí-. Sus padres no hicieron caso al pequeño y lo hicieron abordar un avión que los llevaría a Nueva York para así poder desaparecer del ojo de aquellos que querían hacerles daño y comenzar una nueva vida. 

El otro niño se quedó esperando que su amiguito llegara para sacarlo de ahí, pero nunca llegó -Él prometió- decía entre sollozos y restregando sus ojos con sus pequeñas manos. Al día siguiente y al siguiente nada pasaba y él seguía llorando pensando en que aquel niño lo había olvidado, no cumpliría su promesa. 

Los padres del niño al no haber seguido las órdenes de los secuestradores, fueron finados y él fue puesto en libertad dejado a su suerte. Así estuvo vagando durante unos días hasta que una señora lo miró en la calle todo sucio, con miedo e indefenso, se compadeció de él y lo llevó a un orfanato donde al preguntarle su nombre y el de sus padres, solo supo contestar lo primero -Jungkook- 

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Nueva entrega mi gente. Espero les guste y le den tanto amor como a Mi Alma. 

Será una historia totalmente diferente (o eso creo) pero supongo igual de emotiva. Veremos qué nos depara el destino. 

Te prometo...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora