CAPITULO 5

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Renaciendo.
Capitulo 5.
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Dieciocho inviernos pasaron después de aquel evento, dieciocho primaveras para ver a las flores surgir entre la nieve, dieciocho veranos para crecer con el sol y dieciocho otoños para caer desde lo mas alto. Annie Brighton  seguía hundida en un mar de ira y desesperación, ya que nunca pudo encontrar aquellos planos, y nunca pudo analizar la gravedad de sus actos. Nunca aprecio lo que él le dio, ni lo que pudo haberle dado, solo queria dañarlo, destruirlo y creía que lo había conseguido.

Ni los cabellos blancos que ella insistía en ocultar podían aplacar los años que la culpabilidad insistía en recaer sobre ella.

En el aniversario numero dieciocho de la muerte de Terrence Winslow, ella armaba su teatro, se colocaba ropas negras, se maquillaba, compraba rosas y se las llevaba a la tumba del joven que algún día le prometió el mundo, pero nunca lo supo apreciar.

—..Cada año me atormentas... Cada año eres el maldito recordatorio Terrence Winslow... Si fuera por mi te lanzaría del barandal mil veces... Te dispararía mil veces —Escupio al tiempo que veía la tumba del joven. Sintió un escalofrío ante el hecho de pensar que ahí descansaba su cuerpo. Ese que ella ayudo a destruir por ambición —Realmente fuiste testarudo incluso en el último instante de tu vida. Pero ahora, no queda nada de tí.

Dejo las rosas frente a la lapida y extrajo de su bolsa un cigarrillo, encendiendolo para llevarlo a su boca y asi darle una aspirada profunda.

—..Quizás si hubieras entregado esos planos seguirías vivo... Claro, roto e incapacitado el resto de tu vida, pero vivo. Yo personalmente no queria matarte, pero te lo buscaste, como siempre. Ahora, mi único deseo es que estés ardiendo en el infierno.

Dió una aspirada profunda y luego tiro la coletilla de cigarrillo sobre la tumba para después dar la vuelta y salir de ese lugar. Probablemente el resto de los Winslow al igual que todos los años iría para rendirle honores, igual que siempre, como esperando a que eso lo hiciera volver.

.....
Entre algarabias y felicitaciones vitoreaban al joven que ese día cumplía su mayoría de edad, ese que era mediador y que se había hecho de un carácter regio con los años. Ese día, Terrence Grandchester se había hecho un hombre.

—..Viejo, son dieciocho ¡Son dieciocho! Quien lo diría. —Exclamo un muchacho de gafas alegre —Al fin uno tiene permiso oficial para conducir.

—Sip... Y ese soy yo.

—Y aprobaste el examen como si nada ¿Acaso naciste conduciendo?

—Yo... Supongo que si. —Exclamo aquel joven de ojos como el océano, el cual celebraba su mayoría de edad, el cual celebraba su renacimiento. Siendo ahora un joven alto y atractivo, con el alma siempre joven, uno que nunca olvido quien era, uno que nunca olvido lo que le hicieron.

—Conociendo a la señora Eleonore te consentirá cómo nunca ¿O me equivoco, Terry? —Se burlo un compañero de este al tiempo que salía del restaurante de su madre.

—Y supones bien, nunca falla.

—Tu mamá es el ser mas increíble de la faz de la tierra, y nos deja beber con..

—Con moderación, no permitirá que nadie vomite la alfombra y menos yo —Contesto seriamente mientras cruzaba la calle y se fijaba a ambos lados que no hubiera algún vehículo que intentará quitarle esa vida por un descuido.

—Que aburrido eres Terry, a veces parece que eres un viejo.

—A veces yo pienso lo mismo, Stear —Exclamo con una sonrisa de medio lado. Hasta que de repente su pecho empezó a agitarse, esa sensación siempre le dió miedo, la última vez que sintió eso fue el día que conoció a Eleonore y esos malnacidos acabaron con su existencia, se dió la vuelta para buscar al detonante de esa sensación.

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