CAPITULO 28

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RENACIENDO.
CAPITULO 28.

Terry trato de salir de la oficina sin ser visto por nadie, ya había obtenido algo importante esa noche y se encargaría de mantenerlo a salvó hasta entregarlo en las manos adecuadas. Con su vista periférica busco a Candy y a los demás, debía prepararlos para el acto final esa noche, sin embargo, entre todos los rostros, el que no encontraba era el de Candy por ningún lado.

—Candy... Candy ¿en dónde estás? —Susurro al tiempo que sentía su corazón detenerse, buscaba en cada rincón a la chica. Estaba entrando en pánico.

Logró descubrir a Stear sosteniendo a Anthony, tenía las manos cubriendo sus oídos, ya se imaginaba lo que por su mente pasaba. Era demasiada intensidad para una mente como la suya, pero al mismo tiempo, sabía que era el único que podía decirle dónde estaba su pecosa con la ayuda de los espectros.

—¡Anthony! —Exclamo mientras se acercaba hasta el chico rubio. Terry pudo adivinar el pánico en sus ojos, no quería pensar en lo que había visto —¿Estás bien?

—No... hay muchos... muchos espíritus horrendos... esa gente... sus manos están bañadas en sangre... No fuiste el primero, hay muchos más en toda esta holeada de codicia.

—¿Lo conseguiste?

—¿Dónde esta Candy? —Pregunto con sus ojos azules fríos.

—Hace rato que no la vemos. Creí que estaba contigo —Respondio Stear poniéndose de pie para tomarlo de los hombros —¡Acaba con esto de una vez!

—No hasta saber de mi pecosa.

—¿Acaso no te has dado cuenta? Has llegado a un punto de inflexión arrastrando a gente hasta acá. Has lo que tengas que hacer y detenlos de una buena vez.

El joven se había paralizado ante el miedo y la sola idea de que su pecosa estuviera en peligro le sacudía el alma.

—Por favor búscala... Susana se ha ido de aquí para protegerla.

—¿Cómo dice? —Pregunto Patty ignorante de lo que realmente hacía Anthony.

—No debe estar muy lejos de aquí, siento su presencia aún... Solo guíate por los aullidos.
Ante esas palabras, Terry sacudió su cabeza y se armó de valor para buscarla, se alejó y entre las personas amontonadas empezó a buscar a Candy, temía lo peor, se imaginó un panorama oscuro y no sé detendría hasta encontrarla.

.....
Candy corrió con todas sus fuerzas por el jardín vacío, dónde nadie podía protegerla o escuchar sus gritos pidiendo ayuda, solo sabía una cosa... debía proteger su cámara, ahí estaban todas las evidencias de lo que había visto esa noche, debía correr por su vida porque ahora sabía que no se iban a detener ante nada para silenciarla. Estaba muy lejos de la entrada principal y no podía llamar la atención, debía ser sigilosa y actuar con cautela pero los nervios no estaban de su parte.

Una suave brisa soplo hasta alborotarle el pelo, esiba en dirección a un invernadero, esperaba que así pudiera esconderse por un instante. Corrió hasta allí, pidiendo al cielo que no la persigueran, pero Candy no contaba con el hecho de que ellos conocían esa casa como la palma de sus manos... estaba en desventaja.

—¿Dónde estás, muchachita? Tenemos algo pendiente nosotros.

—Mark... probablemente siga por aquí. Si esta colada en esta fiesta no pretenderá hacerse reconocer —Exclamó la pelinegra revisando su bolso para extraer un arma, porque ahora era más que personal —Quien la encuentre primero, traerá su cabeza en bandeja de plata.

—No soy tan sádico como tú, querida Annie. Pero no iré a la cárcel por una mocosa que pretende ser periodista.

Candy al escuchar eso supo que realmente estaba en peligro, debía resguardar esa cámara a cómo de lugar, debía advertir a Terry, debía aún con su propia vida desenmascarar a los asesinos de su amiga. Se agachó entre unos rosales para esconder la cámara así las espinas le lastimaran las manos, y posterior, se arrastró en el suelo para poder salir.

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