◽45◽"Dañina incertidumbre"

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Sufrido y desganado en partes iguales, el medio humano regresa solo a su desolada morada. No puede ni quiere perder el rememoro del asesino morocho mientras le dicta certeras palabras.

Realmente, ¿no está dispuesto a sucumbir bajo sus filosas garras? ¿O será siempre aquél hipócrita que vive una vida prestada, riendo y actuando consecuente al entorno que solo busca usarlo en pos de su beneficio propio?

Blando muñeco de trapo subyugado por terceros. Canalla que se calla para el beneficio de los otros.

Y así, en pleno apogeo de sus inquietos lamentos más la mala jugada de su cansino cerebro, se duerme pensando en su gélido tacto... Tacto que al hacer comunión con su dermis transforma lo indigno en indulgente. Avatar que, últimamente, lo acompaña cuando se deja seducir por las lúgubres tinieblas.

Entonces sueña... Ensueños de un mundo bonito a su lado, paisajes que aún siendo sombríos se perciben como blancos. La bestia y él, siendo parte de un mismo todo... Todo lo que se siente extremadamente correcto aunque solo sea un vil engaño.

Y así, despierta sediento, acalorado por sus malos pensamientos y con unas inmensas ganas de embeber de algún predispuesto o no predispuesto cuello. Y se asquea de inmediato, al recordar al muerto exhalando sus últimos suspiros luego de ser enteramente chupado.

Pero así mismo, no puede controlar lo que se enerva cómo encendido brasero por cada fragmento de su cuerpo. Unas inmensas ganas de besar la boca fría de la bestia mientras permite que ésta se sirva de la ofrenda de sus venas.

Entonces recuerda, se le vienen a la memoria sus desplantes y sus dudas. Sintiéndose un ser egoísta por querer lo que no acepta de una, solo para lograr trastocar la cabeza de aquel que -si quiere- en un suspiro lo asesina.

"Estás jugando con fuego" le habrían dicho... Pero él, realmente, no se dio cuenta. ¿Cuán difícil debe ser para la bestia que lleva siglos de serlo, soportar un indeciso y tonto humano que -insano- continuamente apreta sus límites?

—No me ha mordido más de lo necesario, porque debo ser sumamente importante para él —susurra el despeinado rubio, contento y en elevada voz. Pero de inmediato, recuerda que a la bestia no le haría ninguna gracia. 

Y así se levanta, despejando su cabeza de dudas sin razones o respuestas que no quiere escuchar, aunque sabe que son ciertas. Dispuesto a darse un tibio baño que solo le deja un desagradable escozor en sus piernas y brazos.

Impactado y desorientado, se aleja del baño. ¿Cómo puede ser qué aún siendo medio humano, experimente esta sintomatología? ¿Acaso, qué sigue? ¿Arder como brasa al caldero si sale afuera con los rayos del dañino sol veraniego?

Y aunque raras veces, en el pueblo, son merecedores de tal paisaje soleado y bonito. No quiere ni meditar lo que sería el no poder seguir disfrutando de los mismos. Pero enseguida rememora, que aquel que hace acelerar sus latidos no puede corresponder el paseo que -tontuelo- se imaginó en su cabeza.

Y de inmediato se acuerda, de los amorosos pensamientos del morocho para consigo y de sus consiguientes burlas. Siendo ahora él, un tonto soñador al tener el mismo anhelo. 

Luego de arroparse para el comienzo del jornal, rebusca en su pequeña cocina algo que sirva para desayunar. Consiguiendo solo revolver su estómago ante los nauseabundos aromas que penetran sus fosas nasales. Provocando arcadas -de inmediato- ante cualquier comestible a su alcance.

De este modo, se aleja de su hogar. Previendo que deberá alimentarse tarde o temprano en la mansión de los tres pálidos hermanos. ¡Si tan solo pudiera embeber rojo carmín! ¡Sería un hombre completamente feliz! Y en el camino, recuerda que en su desolada morada tiene guardado un par de plasmas. Pero así mismo, y con hambruna, no le da importancia y sigue derecho su camino. Bien sabe que es la excusa perfecta para poder verlo a la hora del supuesto desayuno.

Si tan solo pudieran sentarse como dos personas normales y degustar de la simpleza del mismo, ¡sería todo tan distinto!

Pero así lo quiso el destino. Y a él, todavía le cuesta acostumbrarse.

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En la lúgubre mansión, demasiados movimientos nocturnos hubo. En cuando un par de vampiros apasionados decidieron amarse como si el mundo llegase a su ocaso provocando que los destrozos que hicieron, partan la cabeza del mayor en diez mil pedazos. Mientras a su costado, un excéntrico y desnudo pintor se ríe de sus regaños. Reclamando que no se vale sacar en cara cuando bien entrada la madrugada, él se la disfrutaba liando.

A todo esto, el menor de los pálidos hermanos se la pasó caminando por su recámara. Rebuscando la manera de sacarse de su sistema al impávido medio humano mientras golpeaba con énfasis un almohadón en cuando recuerdos del rubio pidiendo ser certero alimento, finalmente, lo alteraban. 

Luego de tratar de olvidarlo, sin resultado, eleva sus fosas nasales cuando un adictivo aroma que hace vibrar cada célula de su soma lo invade. ¿Será posible, que tratar de olvidar al rubio lo convierta en un devoto aún más profundo?

Finalmente entregado, se agarra con suma fuerza de sus renegridos cabellos en un vano intento por no salir corriendo a su encuentro, pero cuando cree que fue lo suficientemente fuerte para tomar coraje antes de verlo, un llamado a su puerta lo sorprende.

Y ahí. Al otro lado del acceso. Un rubio demasiado pálido para su total agrado, lo observa con sus pupilas dilatadas respirando más acelerado de lo necesario y sin emitir palabras. 

—¿Jimin, te encuentras bien? — consulta el no muerto menor realmente preocupado al ver demasiado pálido al joven rubio frente a sus ocelos. Pero, en vez de respuestas a sus cuestionamientos, es rodeado por unos finos brazos y atacado sin cuidado, por unos gruesos y dulces labios.

¡Maldita odisea de la condenada vida!

Ser un ser de antaño. Inherente a cada uno de los caprichos del medio humano. Percibiendo en este firme abrazo y cálido roce de labios, una necesidad absoluta de comunión y lujuria.

Y no se pierde detalle alguno. De cómo sus cuerpos se atraen, de cómo su mano busca la preciosa curvatura de su nuca, y de cómo sus pelvis se rozan ante el incremento del exceso de lascivia. 

—¡Fóllame ahora! —exige el rubio, entre duras succiones, lamidas y talante en la impronta de su acto. Flaqueando ante su exigente pedido, las pseudos barreras del resignado vampiro.
















































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Los amito mucho ♥️

"𝑽𝒆𝒔𝒕𝒊𝒈𝒊𝒐𝒔 𝒅𝒆 𝒖𝒏𝒂 𝒎𝒖𝒆𝒓𝒕𝒆 𝒂𝒏𝒖𝒏𝒄𝒊𝒂𝒅𝒂" (Jikookmin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora