Tranquilidad inquieta

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En la cabaña Madrigal ya todo estaba más tranquilo.
Dejaron lo sucedido atrás y se concentraron en pasar su cumpleaños número 14 con su madre.
Se sentían un poco culpables por haberla hecho sentir de esa manera, sentían que le debían mucho...

Estaban en la cocina. Preparaban entre risas un pastel para el cumpleaños de ambos.
Solo asistirían sus familiares, pero todos sin saberlo.

Saraí lleno una de sus manos de harina y la aplastó con su otra mano.
Una nube de harina la cubrió por completo.

—¡Saraí!— regaño su hermano.

Está solo reían y sonrió de manera traviesa.

—No...— Advirtió.

Laurens se alejo un paso de su hermana, como si escapara de una bestia.

—Ay de ti si lo haces— retrocedió otro paso

Saraí se acercaba cada paso que él retrocedía.
Saraí se abalanzó sobre su hermano llenando su ropa de harían.

Su madre reía a carcajadas.

—Tonta— regaño su hermano.

—Se que no vivirás sin mi— dijo con un tono de obviedad a su hermano.

—Sarai ve a bañarte, Laurens cámbiate— dijo entre una risa tierna.

Ambos obedecieron y se fueron de la cocina.
Ágata se quedó tarareando mientras terminaba el pastel de sus hijos.
Mientras lo terminaba visualizo las manos de su esposo ayudándola a decorarlo.
Vio su sonrisa y vio su felicidad.
Respiro hondo.
No podía permitirse más angustia por este día.
Ya había sufrido mucha.

Ambos adolescentes bajaron.

—¿Puedo ponerle las velas?— pregunto Saraí acercándose al pastel.

—Aun no— canturreó Ágata deteniendo a su hija— esperemos a que sus abuelos lleguen— le dió un golpecito en la mano a Laurens ya que intentaba probar el pastel.

Saraí de quejo y su hermano nego con la cabeza divertido.

—Hay que tener paciencia— rio Ágata.

Comenzó a trenzar el cabello de su hija y Laurens traía las flores que siempre adornaban el cabello de su hermana.

—Sin paciencia no hay pastel— dijo dándole su liston a su hermana

—¿Quien quería probarlo?— pregunto con sarcasmo

Saraí colocó su diadema de ceda en su cabeza como siempre.

No habían olvidado lo ocurrido, pero tampoco querían pensar que sí paso.
El ambiente se mantenía como si nada hubiera pasado y Ágata lo agradecía.
No necesitaba más de esos pensamiento de abandono.

Fideos subió al hombro de Laurens

—¿Dormiste bien?— podría jurar que la rata lo miraba con descaro.

Sus hijos crecían otro año más, Ágata no podía evitar ver sus rostros y pensar que eran unos bebés de nuevo.
Recordó cuando nacieron... Estaba cansada, estaba adolorida... Pero en el momento que ambos estuvieron en sus brazos todo se desvaneció.
No pensaba que el futuro podría tener malas cosas, no pensaba que algo pudiera salir mal.
Era como si con tan solo ver sus rostros, el mundo se hubiera vuelto mejor.

Así también se sentía Bruno...
Cuando sus hijo nacieron sintió que su vida estaba comenzando, una vida que sí quería vivir y por la que estaría dispuesto a morir.

—¡Familia!— La voz de Baltazar de escucho afuera, a lo lejos.

Siempre que venían por las cosas Baltazar llamaba desde lejos. Como si quisiera avisar que estaban por llegar.

°•Vida a doble tiempo•° (Bruno Madrigal X Oc)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora