Domingo

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Era domingo por la mañana en California, el Sol resplandecía como nunca antes porque al parecer Tom estaba  entusiasmado de salir con Ann, por lo tanto, la estrella gigante que brindaba calor a la Tierra, decidió que era una ocasión especial para calentar los corazones de los californianos. Era el primer fin de semana que Tom pasó en completa soledad desde que Luke regresó a Londres. Pero eso no detuvo su ánimo, pues el actor sabía cómo estar consigo mismo, sin sentirse inquieto por no tener a nadie con quien charlar. Tom podía estar solo en una habitación de hotel y no entrar en un estado de locura, lo cual era complicado para otras personas.

El domingo era un día sagrado para muchos, en diversas religiones era un día dedicado para orar, que, en cambio, para las empresas era el más adecuado para descansar, pero, para los jóvenes era una oportunidad de aventurarse en busca de una historia para contar en la posteridad. Así que, con esa idea en mente, Tom se dirigió al sitio donde Ann lo citó, el cual era un restaurante donde vendían desayunos atractivos, pues contaban con una presentación gourmet, lo cual elevaba su precio, pues a la joven actriz le llamaba la atención los sitios elegantes, aquellos que brindaban un servicio especial con el simple hecho de satisfacer a sus clientes con la esperanza de que estos regresarían próximamente.

La zona era exclusiva, pues en los alrededores caminaban personas tranquilas con unos cuantos billetes grandes metidos dentro de sus carteras de piel. Tom bajó del taxi que lo llevó hasta allí, no sin antes haber pagado el importe del viaje, que duró poco más de cuarenta minutos, y con tranquilidad avanzó hasta el local, al mismo tiempo que llevó la vista a su reloj de mano que tanto lo caracterizaba. Estaba a tiempo. Como siempre, su puntualidad salía a flote cada vez que se reunía con Ann, pero no podía decir lo mismo cuando tenía que llegar temprano al set de grabación, pues frecuentemente se atravesaba un contratiempo. Aquello no tenía sentido.

Un vigilante le abrió la puerta de cristal, acción que agradeció Tom con un «buenos días». El hombre le dio la bienvenida con un tono de voz protocolario, tal y como lo sugería la filosofía del lugar, pero Tom no estaba ahí para encontrarse con el vigilante, así que se detuvo a mitad del lugar para buscar a Ann. Utilizó su sentido de la vista para echar un rápido vistazo a las mesas. La tarea no fue complicada, pues la desolación reinaba en aquel restaurante que servía desayunos extraordinarios.

Ella estaba allí, sentada de espaldas, en una mesa situada en la esquina. Tom pudo reconocer la rubia cabellera que le llegaba por encima de los hombros. Así que, con una sonrisa atractiva, se acercó a Ann.

—Hola, Ann, buenos días. —saludó Tom posando su mano el hombro de la mujer.

—Tom, hola, ¿cómo te va? —Ann se sobresaltó, sin embargo, se puso de pie y le dio un beso en la mejilla a Tom.

—De maravilla, es un buen día. ¿Tiene mucho tiempo que llegaste? —Tom arrastró la silla y se sentó en frente de Ann.

—No mucho, mi casa no está muy lejos de aquí. —Ann volvió a tomar asiento y se quitó los lentes de sol que cubrían sus ojos y los colocó en la mesa.

—¿En serio? ¿Qué tan lejos está tu casa de aquí?

—Cómo a veinte minutos en carro. Suelo venir a este lugar de vez en cuando.

—Vaya, entonces sí está muy retirado del set.

—Sí, es por eso que no dejo que Brad pese por mí.

Tom rememoró aquel beso entre ella y Bradley, sintiendo un hueco en el estómago por el malestar generado.

—Por cierto, él me comentó que el día viernes no te sentías del todo bien, estaba preocupado y pensé en llamarte, pero desistí de hacerlo porque quería preguntarte en persona y ayer solamente te vi en los pasillos.

𝐓𝐨𝐝𝐨 𝖬𝗎𝗒 𝐵𝑖𝑒𝑛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora